El juicio oral se celebró en Dedham entre el 31 de mayo y el 14 de julio de 1921. El Estado basó su acusación en dos pruebas que muchos consideraron circunstanciales e insuficientes: Sacco poseía una pistola del mismo tipo que la utilizada en los asesinatos. Los acusados fueron detenidos cuando se hallaban en un garaje tratando de recuperar un automóvil que había sido visto en las proximidades del lugar donde se habían producido los hechos. Las balas recuperadas de la escena del crimen pertenecían a tres marcas diferentes: Peters, Winchester y Remington. Al ser capturados Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzaetti tenían en su poder una pistola calibre 32 con 23 balas hechas justamente por Peters, Winchester y Remington.
La corte escuchó decenas de testigos, 59 por la fiscalía, 99 por la defensa. Los testimonios eran confusos y las declaraciones contradictorias. La única evidencia eran las balas utilizadas. Estas eran tan obsoletas que fue imposible encontrar otras semejantes den el mercado, las únicas que pudieron utilizarse en los bancos de prueba fueron las mismas que les secuestraron a los anarquistas. Nicola Sacco en ningún momento se opuso a que su arma fuera utilizada por los peritos. Dos expertos en balística presentados por la fiscalía juraron que una de las balas era la que había matado al guardia. Dos expertos de la defensa declararon lo contrario.
El tema había suscitado una tormenta de protestas, el juicio está viciado por un espíritu xenófobo. La inmigración masiva de “elementos indeseables”, como decía la sociedad americana, había suscitado una crisis política, Sacco y Vanzetti parecían ser los chivos expiatorios de este espíritu xenófobo. Para dilucidar el problema fue llamado como perito el experto más renombrado en armas de Estados Unidos, Calvin Goddard, que con sus microscopios y el recientemente inventado helixómetro, en presencia de la defensa y la fiscalía demostró que la bala asesina había sido disparada por el revolver de Nicola Sacco. Los dos fueron condenados a muerte, y sus camaradas los elevaron al altar de los mártires del anarquismo. Mucho se debatió el tema, hasta que en 1961, calmada ya las pasiones, la experiencia fue repetida con los métodos más modernos y arrojaron los mismo resultados que cincuenta años antes: el arma asesina pertenecía a Sacco. No había dudas.
También se produjeron testimonios contradictorios entre los testigos. El juez Webster Thayer y los miembros del jurado fueron acusados de actuar con prejuicios. Cuando el jurado pronunció su veredicto de culpabilidad, surgió la protesta por parte de anarquistas, radicales e intelectuales destacados de todo el mundo, que afirmaban que los dos hombres habían sido condenados por el simple hecho de ser emigrantes y anarquistas.
Durante los siguientes seis años se presentaron mociones para la aportación de nuevas pruebas y se interpusieron recursos que fueron denegados. En 1925, Celestine Madeiros, recluso condenado a muerte por otro asesinato, confesó haber pertenecido a la banda que cometió los delitos de South Braintree. Sin embargo, en abril de 1927 se falló la sentencia de pena de muerte para Sacco y Vanzetti. Los recursos interpuestos ante el gobernador de Massachusetts, Alvan Tufts Fuller, le obligaron a designar un comité, formado por el rector de la Universidad de Harvard, Abbott Lowell, el director del Instituto de Tecnología de Massachusetts, Samuel Wesley Stratton, y un antiguo juez, Robert Grant, para investigar el juicio y sus repercusiones. El 3 de agosto el gobernador anunció que, de acuerdo con las recomendaciones del comité, no iba a conmutar las sentencias de muerte. Se produjeron varios aplazamientos de las ejecuciones, pero el 23 de agosto de 1927, Sacco y Vanzetti murieron en la silla eléctrica.
A pesar de las pruebas de balística, en agosto de 1977, el gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis firmó una declaración en la que reconocía los errores cometidos durante el juicio y afirmaba la inocencia de Sacco y Vanzetti.
Todos sabemos de Nicola y Bart, pero ¿alguien recuerda el nombre de las víctimas?