El juicio de Nüremberg y el consentimiento informado

El 25 de octubre de 1946, 23 profesionales médicos que habían trabajado para el gobierno alemán durante el Tercer Reich debieron declarar ante una corte norteamericana reunida en Nüremberg. No fue una corte internacional como la que juzgó a Göring, Hess, Speer, sino exclusivamente presidida por jueces oriundos de los EEUU. Ellos analizaron el accionar y los experimentos conducidos por estos médicos durante el régimen de Hitler. El juicio se llamó “USA versus Brandt”, por Karl Brandt, quien fue, en un momento, médico personal del Führer y promotor del programa llamado T4 para practicar eutanasia en jóvenes con malformaciones, enfermedades hereditarias y deterioro mental.

Este proceso fue conocido como “Juicio a los doctores”, y se desarrolló en la ciudad que fuera la más emblemática del régimen nazi.

Además de Brandt, este grupo de profesionales incluía a médicos como Freyseng, Beiglböck, Brack, Gebhardt (expresidente de la Cruz Roja Alemana) y Genzken, entre otros. Todos habían participado en campañas de exterminio, esterilización, asesinatos de prisioneros y civiles, además de estudios de enfermedades infecciosas como armas bacteriológicas. Si bien Alemania no la llevó a cabo una guerra bacteriológica, sí lo hicieron sus aliados japoneses con la tristemente célebre Unidad 731, especialmente en China.

Estas barbaridades fueron llevadas a cabo por profesionales de la salud convencidos de la necesidad científica y la “moralidad” de su accionar, basada en criterios racistas y menosprecio de la vida de aquellos considerados inferiores o, como decía Alfred Hoche, dueños de una vida “inmerecida de ser vivida”. Estas personas no tenían los mismos derechos que las autoridades nazis proclamaban para ellos y sus seguidores.

“LA MEJOR OPCION”

Cuando estos médicos fueron acusados de no haber ofrecido el “consentimiento informado” a sus víctimas, hubo un revuelo entre los acusados. Tanto en Alemania como en otros países europeos no existía tal consentimiento. Los médicos estaban acostumbrados a actuar en lo que ellos consideraban su “mejor opción humanitaria”. Y esta mejor opción suponía actuar en función de un “bien” superior, como el desarrollo científico.

El tema sobre el consentimiento no era nuevo, había tomado estado público cuando en 1890, el Dr. Albert Neisser (1855-1916), un destacado bacteriólogo descubridor de la bacteria que ocasiona la gonorrea (bautizada con su nombre: Neisseria gonorrhoeae) fue acusado de someter a sus pacientes a estudios sin la debida información. Este, había inoculado la espiroqueta pálida (agente causal de la sífilis) para observar su evolución y valorar distintos tratamientos en pacientes -la mayoría de ellas prostitutas-.

El experimento ocasionó un revuelo científico y ético encabezado por el psiquiatra Albert Moll (1860-1939) quien propuso una sanción al profesor Neisser, el científico más destacado de Alemania. Este se escudó en una experiencia llevada a cabo en Noruega por el Dr. Gerhard Hansen (1841-1912), quien había inoculado el bacilo de la lepra (que hoy lleva su nombre) en algunos de sus pacientes para determinar la evolución de la enfermedad. Ninguno de los dos investigadores fue sancionado y, como ya señalamos, la comunidad científica los honró otorgando su apellido a los gérmenes que habían descubierto.

Esta laxitud moral fue responsable de varios estudios reñidos con la ética como el Tuskegee Syphilis Study donde gente de color fue dejada sin tratamiento para esta afección (a pesar de estar disponible la penicilina), solo para observar la evolución natural de la enfermedad. Desgraciadamente este error se cometió en varias oportunidades que, como diría Antonio Machado, “recordar no quiero”.

LA ACTUAL VACUNA

El día que sea vacunado, usted deberá firmar un consentimiento informado, al igual que en cada oportunidad que deba ser intervenido quirúrgicamente o sometido a cualquier estudio invasivo.

En esta oportunidad tan impensada, deberemos consentir ser tratados con una vacuna que aún no ha pasado todas las fases experimentales. Se tiene una idea de los efectos a corto plazo que podrían dar estas vacunas pero se desconocen los problemas a largo plazo. La vacuna que más rápidamente salió a la venta (la de la papera realizada por Maurice Hilleman) llevó cuatro años de controles… En menos de un año solo se pueden tener algunas perspectivas, agregado el hecho de que algunas de las vacunas usadas, las llamadas de ARN mensajero, solo tienen pocos años de uso y jamás fueron utilizadas en gran escala.

Ante la contingencia, las autoridades de distintos países han tomado la determinación de autorizar estas vacunas sin contar con el aval que da el tiempo.

Una cosa que también se debe tener en claro, es que la vacunación NO garantiza padecer la infección del mismo virus mutado, ya que las variables que podrían aparecer por error en la transmisión del genoma, dan lugar a muchas formas del virus que no necesariamente son cubiertas por la respuesta inmunológica de cada vacuna en particular. De allí que la idea de que podremos volver a una “vida normal”, no es una perspectiva inmediata.

Justamente por este alto índice de reinfecciones por meras mutaciones que puedan aparecer, es que también será necesaria la búsqueda de nuevos viricidas como segunda barrera de contención, además de esta “inmunidad del rebaño” que pretendemos lograr vacunando a la población. Pero para lograr tal inmunidad del rebaño debemos alcanzar al 70% de la población, guarismo del que estamos muy lejos.

Cabe destacar que de los 23 acusados en Nüremberg, 12 recibieron condena a morir ejecutados en la horca, siete a prisión por distintos periodos y tres fueron absueltos. Estas sanciónes no han impedido que varios médicos se hayan visto involucrados en apremios ilegales, experimentos indebidos y crímenes raciales. Por está razón, por la necesidad de repetir lo que a los hombres les cuesta aprender, es que debemos tener presente lo que, en forma tan terrible, nos enseñaron los juicios a los médicos…

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