El hombre que hizo el arte más puro para crear una realidad cósmica en el lienzo

Entre el bullicio de la gente, la inestabilidad política, el caos de las ciudades y las atrocidades de la guerra, la humanidad decidió mutar; transformarse en algo más allá de sí misma. Unos se adentraron en la tecnología, otros se refugiaron en un trabajo monótono que los salvara de la desgracia de pensar y otros se adentraron en la vida artística para demostrar que la realidad que vivimos no es la única, que más allá de toda imperfección existe una pureza limitada por la naturaleza y que ésta puede ser tan lógica como las matemáticas.

A principios del siglo XX, las vanguardias nacieron para destituir lo real y mostrar que la pintura no tenía que seguir el canon académico. Paisajes oníricos con el Surrealismo, velocidad y metal con el Futurismo, locura y sinsentido con el Dadaísmo y muchas otras menos conocidas. Entre todas ellas hubo una vanguardia poco representada pero muy conocida: el Neoplasticismo o Constructivismo holandés. Su fundador: Piet Mondrian.

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Piet Mondrian.

Piet Mondrian.

Entre lo formal y lo místico, el artista desarrolló una filosofía pictórica, o más bien llevó la filosofía de la teosofía al plano pictórico. Creyendo que la naturaleza escondía algo mucho más profundo de lo que se puede entender con los cinco sentidos, el artista comenzó a creer en la mística y lo espiritual, con lo que desarrolló gran pureza en su pintura. Heredero del Cubismo, Mondrian diseccionó la forma, la deconstruyó y simplificó. Es por eso que su pintura parece bastante sencilla, pero en realidad lleva una carga artística/filosófica que lo posiciona como uno de los más importantes exponentes pictóricos del siglo XX.

Esa mentalidad artística llevó al neerlandés a evolucionar de lo figurativo a lo abstracto. La evidencia se puede ver en la forma en que pintó árboles durante la segunda década del siglo pasado. Una figura natural que llevó de lo real a lo elemental; encontró lo que conforma a un árbol, su esencia, y lo representó en su estado más puro.

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Después de eso no hubo vuelta atrás. la simplificación se convirtió en el medio para consagrarse como el pintor de lo elemental, pero aún más importante, para encontrar la pureza de las cosas y de esa forma descubrir su verdadera naturaleza. De esa forma, en 1915, convirtió el catártico mar y un muelle en esto:

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Si las otras vanguardias habían llegado a transformar lo real, Mondrian hizo algo distinto. Él no tomó una tangente para huir, nos llevó más allá de nuestra propia realidad mostrando eso que no podemos ver. ¿Cuántas veces no se dijo que lo que vemos es sólo una parte del espectro? El trabajo del artista consistió en traspasar esa frontera entre lo material y lo espiritual, usando el lienzo como medio para demostrar que lo que vemos no es la totalidad de las cosas.

Si los árboles antes mencionados y el océano representado son monocromáticos, el tiempo lo llevó a servirse de los colores primarios para mejorar sus representaciones. Así es como en 1942, dejando atrás la materia orgánica, representó la más grande construcción humana, la ciudad de Nueva York:

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Las venas de un monstruo llamado modernidad. Mondrian representó de manera sutil el caos, pero encontró en éste la armonía. Tal como es la naturaleza: algo inexacto y aparentemente aleatorio, en realidad siempre encuentra la forma de crecer de acuerdo a la armonía y la proporción. Si las ciudades crecen en un aparente descontrol, sus calles y avenidas principales son registro, mediadoras y guías. Vistas desde arriba trazan la historia y figura de su totalidad; Mondrian lo entendió y a través de líneas azules, amarillas y rojas limitó la grandeza de una ciudad. Esto es algo que años atrás ya había hecho con su composición de Londres.

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Las pinturas del artista son icónicas, pero más allá de pensar en la modernidad y la abstracción, hay que entender que el trabajo del pintor va más allá de eso. Es un puente entre lo real y lo esencial. Antes de llegar a la emoción pura, está el trabajo de Piet Mondrian; antes de tener el trabajo de Malévich, Rothko e incluso de Kline, los colores primarios y las líneas rectas de Mondrian nos llevaron a conocer el espíritu de las cosas.

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