El historiador y las cercanías temporales

Ricardo Levene ha sido considerado por algunos, con muchas razones para ello, el historiador -aunque abogado- más importante de la historiografía argentina del siglo veinte y era indicado, por sus contemporáneos, como una figura reverencial en la Facultad de (por él, Humanidades) y Ciencias de la Educación 1.

En su paso por nuestra ciudad, supo sumar, en algunos casos de manera simultánea, la posesión de los siguientes cargos: Presidente y Vicepresidente de la Universidad, Decano de Facultad, Consejero Académico y director del Archivo Histórico Provincial, de la revista Humanidades y del Instituto y el Anuario Bibliográficos, además de haber sido presidente del XXV Congreso de Americanistas realizado en nuestra ciudad en 1932 2.

Ha sido referenciado, también sin carecer de fundamentos que sustenten esa definición, como uno de los principales artífices de la llamada profesionalización del métier historiográfico, la que se habría producido durante mediados del siglo pasado; e incluso aquellos que lo denostaron, como Manuel Gálvez, reconocían su primacía en el campo institucional de la historia 3.

A partir de ambas constataciones precedentes, últimamente, la historiadora Diana Quatrocchi-Woison llegó a la conclusión que esa tarea profesionalizadora liderada por Levene, aunque relevante para la constitución del campo4, habría conllevado -casi de manera expresa- una finalidad despolitizadora del lugar que el historiador ocuparía en la sociedad. Se sostiene, según esa tesis, explicando -de paso- con ello, el surgimiento del revisionismo, que bajo la égida de Levene:

“La historia académica se alejaba voluntariamente de las cuestiones que el presente le planteaba al pasado y dejaba esta reflexión a cargo de hombres mucho menos preparados para hacerlo. Al mismo tiempo, la historia así encarada suscitaba la vocación de los espíritus más formalistas y más conformistas” 5.

Llama la atención, constatar que esa afirmación hecha desde una mirada muy posterior en el tiempo, tiene un correlato muy similar -aunque claramente más despectivo- en la visión que contemporáneos a Levene, inscriptos en el campo del llamado nacionalismo de derecha, asignaban al historiador:

“La ciencia oficial de los levenes y ravignanis trabajó siempre, como excrescencia que es del régimen burgués y colonial que la alimenta, para que los grandes hechos del pasado permanecieran tales: hechos del pasado, bien incrustados en el siglo XIX y anacrónicos, hasta absurdos en el presente” 6.

Se acusaba, entonces, a Levene de pensar una historia fuera del presente y desligada de inquietudes actuales. Y en efecto, quienes quisieran acentuar, en el campo universitario, esa intención despolitizadora de Levene, podrían citar de entre sus palabras de asunción al cargo de Decano de la Facultad de Humanidades, las siguientes palabras, pronunciadas en la década del ’20:

“La facultad no tiene problema político alguno, [lo que me permite] hacer un llamado a todos los profesores y alumnos en el sentido de aplicarnos a resolver sus problemas de enseñanza y de elaboración y difusión de la ciencia” 7.

Acá resulta clara la contraposición que en el discurso se establece entre “política” y “ciencia”. Quizás pueda entenderse esta declaración, en que Levene ya había sido decano previamente, durante los tumultuosos años de la post-reforma, y en ese sentido es en el que habla, sosteniendo que pasado el tiempo político, las condiciones estaban dadas para abocarse a la tarea más propiamente académica, bajo las bases impuestas por la reforma triunfante .

Sin embargo, una visión de Levene en ese sentido quedaría manca, si no se citaran otras frases del historiador, algo posteriores, de la década del ’40, y que precisamente se revelan contra la idea de una historia apolítica y aséptica

“La historia es del pueblo y para el pueblo, y si no, no es nada. Si la historia fuera sólo artificiosa o sibarita erudición con cita de autores, de libros que colman los que atiborran la memoria, sería un cementerio, y aspiramos a que sea vida vuelta a vivir, escuela de los hombres, maestra de la vida, como decían los antiguos. Sobre estos pilares de la investigación intensiva y de la ilustración general, la historia es también una ética o filosofía social. Hay que vivificar el pasado con el sentimiento; es decir, la historia tiene que educar enseñando a respetar lo grande e imitar lo bueno. Entonces el pasado no es un sueño remoto o mito creador por aquella función fabulatriz de que habla el filósofo Bergson. Es realidad de hoy, proyectada por el tiempo anterior. Es la tradición, un sistema convincente e imperativo a la vez, de creencias e ideas que se estructuran densamente, formando el armazón entrañable de una sociedad. La historia la hacen los hombres desde los planos en que están situados” 8.

Quizás, con esta lógica que inspiraba a Levene, no habría que remontarse a los cuarenta, para entender y explicar su interés por la historia reciente, bandera que se supondría estar desligada de los intereses fríos del historiador académico de ese entonces ya que precisamente, será Levene el introductor de los estudios en historia reciente en nuestra facultad.

Así, la reforma del plan de estudios de historia, aprobada el 3 de noviembre de 1926 e íntegramente escrita por él, incluyó dos materias, una llamada “Historia Americana Contemporánea” y otra “Historia Argentina” desde la organización nacional hasta nuestros días, a cargo de Carlos Correa Luna. Paralelamente, se sumaba una “Historia de la Historiografía “.

Para justificar dicha decisión, Levene señalaba en los fundamentos del plan:

“Se impone iniciar la cultura de nuestra historia contemporánea con el conocimiento de los hechos que han concurrido a su transformación y de los valores que se han incorporado al engrandecimiento de la república” 9.

Podríamos ver aquí, como diferencia con el actual rescate de la historia reciente emparentada con la memoria traumática de los años de la última dictadura militar, que de lo que se trataba era de construir una historia reciente autoconfiada y celebratoria del proceso de desarrollo económico del país, relegando seguramente otros hechos poco felices en la construcción del pasado liberal argentino. Esta mirada confiada, haría que -incluso en los procelosos años del segundo mandato yrigoyenista y desmarcándose fuertemente de otras miradas apocalípticas de la clase dirigente argentina sobre dicha gestión 10– Levene escribiera que:

“Desde el punto de vista de la política interna, el sistema de la democracia libre y la pureza del sufragio distinguen a la Argentina de hoy como uno de los países en que mejor funciona el sistema de la voluntad popular y las instituciones representativas” 11.

Pero más allá de los tintes festivos con que se coloreara la consideración de la historia reciente argentina en esos años, resulta interesante notar, la necesidad de ensayar una justificación del dictado de una materia de historia contemporánea. De hecho, Levene incorporará también en su reforma de plan de estudios de los colegios secundarios de la UNLP, una “historia argentina contemporánea en sus relaciones con la historia americana actual” para el sexto año escolar. En ese sentido, el decano Levene -quien ya había mencionado la opinión favorable de José Nicolás Matienzo en los considerandos de la iniciativa- publicaría ese mismo año, en la revista Humanidades (también dirigida por él), un artículo llamado “La historia argentina contemporánea”, en el que Matienzo recorría puntillosamente las beldades de la existencia de un curso de este tipo, y se encargaba de mencionar, irónicamente, frente a posibles críticas ortodoxas que:

“Si, pues, la historia ha de conservar su carácter científico, ella debe comprender el estudio de los hechos políticos recientes y actuales, sin que a ello obste la posibilidad de que el historiador no guarde toda la imparcialidad necesaria; porque el mismo peligro corre la investigación en las demás ciencias y porque, si el hombre fuera incapaz de narrar y apreciar la conducta de sus contemporáneos, debería suprimirse la administración de justicia en los países civilizados o disponerse que los pleitos se fallen cincuenta años después de muertos todos los litigantes” 12.

La historia académica entonces, entendía posible juzgar a los contemporáneos, y por ende, reflexionar sobre hechos acaecidos en el pasado reciente . Puede resultar paradójico, en ese sentido, que unos años después, fueran los gruposnacionalistas (entre los cuales había quienes habían repudiado la ciencia fría de Levene) los que se hubieran beneficiado de esa concepción de historia reciente, congratulándose del decreto del gobernador Fresco (auspiciante de la Historia de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos13) en el que se dictaba el feriado (sólo existente en el ámbito provincial) para conmemorar el golpe del 6 de septiembre de 1930, permitiéndose sólo 8 años después del suceso, señalar su “importancia histórica [que] aumenta a medida que pasa el tiempo, con la sanción definitiva que la Nación otorga a los episodios beneficiosos y trascendentales para su incesante engrandecimiento”14. Frente a esto, claramente, los radicales resaltarían el carácter apasionado de este uso de la historia reciente, señalando:

“el feriado instituido en la Provincia es un acto de pasión política e implica un abuso del poder público que, sino es sorprendente por la conocida inspiración e idiosincrasia de los detentadores, no por ello deja de ser censurable, siquiera sea por la división que ahonda en el pueblo, promovida con ánimo de militante de partido político” 15.

Aunque es muy probable que Levene concordara más con la lectura que hicieran los radicales acerca del apasionamiento, que con el uso que el fresquismo daba a la posibilidad de juzgar favorablemente ese episodio de la historia reciente, no dejan de llamarnos la atención, esos cruces inesperados de la producción académica y distanciada, con las disputas políticas del momento. Difícilmente Levene no haya reflexionado sobre ello en esos días.

En todo caso, si la cercanía temporal suponía una agenda a ser instalada en el debate historiográfico, asimismo, la proximidad geográfica sería también fuente de interés de Levene. Así, pensando en la necesidad de comenzar sólidamente en el área de estudios bonaerenses, durante la administración radical del gobernador Cantilo, se crearía el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, por decreto N° 655, el 15 de diciembre de 1925. Tuvo, ¿hace falta decirlo?, por director a quien actualmente le da el nombre, el Dr. Ricardo Levene, desde su creación hasta el 13 de marzo de 1959, día de su fallecimiento.

Así, estuvo a su cargo mientras era decano de nuestra Facultad, por segunda vez, mandato que duraría entre 1926 y 1930; al frente de ambas instituciones.16 Metodológicamente, Levene explicaba esta necesaria ligazón entre Archivo y Facultad, de la siguiente manera:

“cada una de las secciones de la facultad, dotada como está de sus seminarios respectivos, deben poseer asimismo, para hacer obra fecunda, los elementos y materiales para la investigación original, como desde ya podrá disponer el de historia con el archivo histórico, que he fundado por honroso encargo del gobierno de la provincia” 17.

Y en ese sentido, también se ajustaba a la necesidad de dar fuentes para la época reciente, ya que el Archivo provincial permitiría como novedad, a diferencia del Archivo General de la Nación, acceder a material contemporáneo. El profesor Carlos Correa Luna, profesor de Historia Argentina Contemporánea, decía, hablando del -en ese entonces- reciente período posterior a la organización nacional:

“la dispersión, y más aún, desde 1862 en adelante, la paradójica escasez de material útil disponible, no constituyen, seguramente, estímulos muy famosos para la labor de cualquier estudioso normal en análogas circunstancias. Ninguno de cuantos, en procura de luz para nuestros problemas, concurrimos a diario al Archivo General de la Nación, ignora que aquella fecha señala el límite de las posibilidades luminosas de la institución. Por fortuna, aquí, en La Plata, en el Archivo Histórico de la Provincia -con tanto acierto organizado por su director-fundador, y, a la vez, primera autoridad de esta casa – se hallan a salvo no pocos y admirables papeles administrativos y políticos que permitan analizar la substancia de los acontecimientos nacionales hasta la penúltima década del siglo XIX” 18.

Ese archivo, elogiado por Correa Luna, ya presentaba para 1928, cuatro publicaciones en prensa, consistentes en un cedulario de la Real Audiencia, un libro de oficios e informes de la Real Audiencia al rey, y dos trabajos de archivo: uno sobre el Archivo Histórico de Luján a cargo de Federico Monjardin y otro sobre el reciente Archivo provincial, hecho por su secretario, Carmelo Zingoni, donde se informaba la documentación existente en ambos repositorios.

La relación del Archivo con el Instituto de Historia Argentina dirigido en ese entonces por Carlos Heras era recalcada por Levene en una nota al presidente de la universidad:

“Con el Instituto de Historia Argentina contemporánea, que dirige Carlos Heras, hemos echado las bases de las nuevas investigaciones de la Historia Argentina desde Rosas hasta nuestros días, para interpretar los hechos que han concurrido a su transformación y los valores que se han asimilado al engrandecimiento de la república. El Archivo histórico de la Provincia de Buenos Aires ha dado y seguirá dando al Instituto de la Facultad los materiales, en gran parte inéditos para esa construcción histórica” 19.

En ese intercambio, se pensarán la cercanía geográfica y la temporal como esfuerzos compatibles por abrir el campo de las investigaciones académicas. Es que, más allá de tener o no un especial interés por el pasado reciente, lo que Levene, Matienzo y Correa procuraban demostrar, es que si la historia realmente era una ciencia, no podría estar sometida al capricho de la interpretación en cuanto a los hechos recientes. En momentos en que el paradigma científico en general era más robusto, la historia debía poder competir con las otras disciplinas de la naturaleza, para las cuales, no les importaba explicar de la misma manera, las causas de la caída de una manzana de un árbol, hubiera ésta sucedido hacía cinco mil años, o dos minutos antes…

Notas

1 Resulta interesante analizar cómo era visto Levene en esos años, por un estudiante guatemalteco de nuestra facultad, que terminaría siendo, en la década del 40, el presidente de su país, Juan José Arévalo. En su época de estudiante en La Plata, Arévalo había cursado con Levene, tanto la materia de Historia Argentina como la de Sociología, mencionando de su profesor: “Su autoridad de decano, su autoridad intelectual, lo revestían de especiales características dentro de la clase. Un poco repulgado en las disertaciones, modulaba las frases como si lo escuchasen multitudes y procedía por premisas que gustaba repetir, como aquella de ‘ la Historia Argentina no está escrita’, con lo cual quería indicar que cuanto se admitía como Historia Argentina no tenía fundamentos sólidos. A buscar pues los nuevos fundamentos: a buscarlos en la Colonia, a buscarlos en España… Utilizaba gomina en su peinado, con raya al medio; se frotaba las manos mientras explicaba. solían llevarle una taza de mate cocido, que sorbía de vez en cuando. no miraba a nadie: miraba al fondo, hacia lo alto, al infinito, para mejor estar en trance por invocación. el amor de sus amores era mariano moreno. un poco acartonado, mantenía, sin embargo, plena autoridad por sus pasiones de investigador. Años después será mi profesor en sociología y pondrá en mis manos los textos de Simmel y de Durkheim, pero también los de Sarmiento y Alberdi”. Arévalo, Juan José, La Argentina que yo viví (1927-1944), B. Costa-Amic, México DF, 1974, pp.146-7.

2 Datos extraídos de Pagano, Nora y Galante, Miguel Ángel, ” La Nueva Escuela Histórica: una aproximación insitucional del Centenario a la década del 40″ en Devoto, Fernando J. (compilador), La historiografía argentina en el siglo XX, Buenos Aires, CEAL, 1993, tomo I, pp. 45-78.

3 Al que explicaba de la siguiente y poco halagüeña forma: “Si [Levene] subió tanto fue por la haraganería e incapacidad notoria de los demás. Basta con trabajar un poco para prosperar. De ahí que las instituciones intelectuales argentinas, en su mayoría, estén en manos de hombres de escaso valor pero activos y útiles”. Citado en: Quatrocchi-Woisson, Diana, Los males de la memoria, Buenos Aires, Emecé, 1995, p. 162. Esta cuestión de la perseverancia, aunque fuera en el contexto de la desacreditación, quizás hubiera sido bien recibida por el propio Levene, quien consideraba esta idea del trabajo metódico como motor de los logros. Al fundamentar la creación del Anuario Bibliográfico, Levene señalaba: “convengo que las manifestaciones anárquicas son fecundas en la individualidad del genio, que no necesita conocer de dónde arranca, explorador que en alas de la intuición o de la inspiración descubre nuevos horizontes para la ciencia y el arte. Pero la mayoría constituyen la legión de obreros de la pluma, obreros que concurren con su labor, conociéndolo o no, a la realización del plan del arquitecto o constructor de saber. Es premioso registrar y organizar en su valor el carácter original de las contribuciones en unos casos o en el de estériles superposiciones en otros”. “Anuario Bibliográfico”, Humanidades, tomo XVI. Filosofía y educación, 1927, p. 367.

4 Quatrocchi escribiría: “reprocharle a Levene haber obrado con denuedo para dotar a la disciplina histórica de recursos e influencias hasta entonces nunca logrados sería de una gran injusticia. En primer lugar porque se trata de la constitución de bases profesionales, sin las cuales todo trabajo historiográfico se revela imposible”. Quatrocchi, op. cit ., p. 143.

5 Quatrocchi, op. cit., p. 144.

6 El Pampero, 12 de agosto de 1941, p. 9.

7 “Discurso del doctor Ricardo Levene al hacerse cargo del decanato”, Humanidades, tomo XIII. Filosofía y Educación, 1926, p. 331.

8 Levene, Ricardo, “Meditación sobre el libertador”, Argentina Libre, año 1, n° 24, 15 de agosto de 1940, p. 1.

9 “Reformas al plan de estudios”, Humanidades, tomo XIII. Filosofía y Educación, 1926, p. 338.

10 A pesar de que los años de la restauración conservadora fueran su momento de mayor brillo, lo que contrasta -o al menos matiza- un poco, la idea de la importancia que la adscripción justista (en referencia al presidente Agustín P. Justo) tuvo en la carrera de ascenso del historiador.

11 Levene, Ricardo, ” La Argentina de ayer y de hoy”, Humanidades, tomo XX. Historia, 1929, pp. 576-577.

12 Matienzo, José Nicolás, “La historia argentina contemporánea”, Humanidades, tomo XIV. Historia, 1927, p. 38.

13 En clave nacionalista, el 30 de marzo de 1937, Fresco firma el decreto en el que encomienda a Levene (quien en realidad ya antes había solicitado por nota del 4 de diciembre de 1936, que lo encomendaran ) a realizar una historia, fundamentada en que “la educación nacionalista procura modelar el carácter de las nuevas generaciones en el respeto a nuestro pasado y en el ejemplo de las virtudes patrias, que constituyen el legado histórico de los fundadores de la nacionalidad”, Levene, Ricardo (director), Historia de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos, La Plata, Taller de Impresiones Oficiales, 1940, p. XV.

14 El Argentino, 5 de septiembre de 1938, p. 5.

15 El Día, 7 de septiembre de 1938, p. 5.

16 Como señalan Pagano y Galante: “existía una vinculación ente todas estas estructuras académicas, ya que el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires funcionará estrechamente ligado a la Facultad de Humanidades en la tarea de formación de investigadores, quienes canalizarán el producto de sus indagaciones en el órgano de expresión; la revista Humanidades ; los egresados universitarios ocupaban los cargos del archivo, participaban en la organización de seminarios y cursos de extensión, aspectos que vinculaban estrechamente a la institución con la Dirección de Escuelas de la provincia. el archivo mantenía a su vez, fluida comunicación con sus pares de las diversas localidades bonaerenses, mediante las instrucciones que impartía para la conservación de sus fondos documentales; ello proveía a su vez de información sobre el material existente en cada repositorio”. Pagano y Galante, op. cit. , p. 54.

17 Levene, Ricardo, “Discurso al hacerse cargo del decanato por segunda vez en 1926”, Humanidades , tomo XXI. Letras, 1930, p. 318.

18 Correa Luna, Carlos, “Los problemas de la historia Argentina contemporánea”, Humanidades, tomo XVI. Historia, 1928, p. 104

19 Levene, Ricardo, “Significación cultural de la Facultad de Humanidades”, Humanidades, tomo XXI. Letras, 1930, p. 285.

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