El discurso fue pronunciado en una sesión nocturna extraordinaria del XX Congreso del Partido Comunista en Moscú, en la que se prohibió la entrada a la prensa y a personas extranjeras; y durante casi cuatro horas Nikita Khrushchev produjo un tembladeral en las bases del Partido (hubo quien dijo que las “dinamitó”) y anunció lo que definió como “la nueva era soviética”.
El 5 de marzo de 1953, el pueblo soviético no sabía si lamentar o celebrar la muerte de Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Iósif Stalin, a los 73 años. Odiado como un déspota y adorado como un dios, todo a la vez, había gobernado a la Unión Soviética durante 29 años. Consiguió ganar la guerra y mejoró la industria, pero también organizó asesinatos masivos e impuso la colectivización de manera violenta. Luego de las clásicas luchas por el poder tras su muerte, Nikita Khruschev (entonces presidente del comité central del Partido Comunista) llegó al poder.
Por lo tanto, cuando el congreso del partido se reunió, los más de mil trescientos asistentes esperaban algo así como cierto “revisionismo ideológico”, y no causó tanta sorpresa cuando se despachó denunciando el “culto a la personalidad”, en referencia a la de Stalin, obviamente.
Sin embargo, Khrushchev redobló la apuesta y fue más allá: ya en la sesión inaugural declaró que “la guerra podía evitarse”, contradiciendo en forma nada solapada la doctrina de la lucha de clases y escandalizando a la vieja guardia del partido.
En la décima noche del congreso convocó a los delegados, cerró las puertas y denunció extensamente a su antiguo jefe, haciendo hincapié en su “intolerancia, su brutalidad y su abuso de poder”. Así de claro.
Así arrancó el discurso, suavecito:
“Camaradas:”
“Después de la muerte de Stalin el Comité Central del Partido comenzó a estudiar la forma de explicar, de modo conciso y consistente, el hecho de que no es permitido y de que es ajeno al espíritu del marxismo-leninismo elevar a una persona hasta transformarla en superhombre, dotado de características sobrenaturales semejantes a las de un dios. A un hombre de esta naturaleza se le supone dotado de un conocimiento inagotable, de una visión extraordinaria, de un poder de pensamiento que le permite prever todo, y, también, de un comportamiento infalible”.
“Entre nosotros se asumió una actitud de ese tipo hacia un hombre, especialmente hacia Stalin, durante muchos años. El objeto del presente informe no es valorar la vida y las actividades de Stalin. Los méritos de Stalin son bien conocidos a través de un sinnúmero de libros, folletos y estudios que se redactaron durante su vida. El papel de Stalin en la preparación y ejecución de la revolución socialista, en la guerra civil, en la lucha por la construcción del socialismo en nuestro país, es conocido universalmente. Nadie lo ignora. En este momento nos interesa analizar un asunto de inmensa importancia para el partido, tanto ahora como en el futuro… Nos incumbe considerar cómo el culto a la persona de Stalin creció gradualmente, culto que en momento dado se transformó en la fuente de una serie de perversiones excesivamente serias de los principios del Partido, de la democracia del Partido y de la legalidad revolucionaria.”
“Debido a que no todos se han dado cuenta cabal de las consecuencias prácticas derivadas del culto al individuo, del gran daño causado por el hecho de que se haya violado el principio de la dirección colegial en el Partido, concentrando un poder limitado en las manos de una persona, el C.C. del Partido absolutamente necesario exponer los detalles de este asunto al XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética.”
“Durante la vida de Lenin, el C.C. del Partido fue la expresión real de un tipo de gobierno colegiado, tanto para el Partido como para la nación. Debido a que fue un revolucionario marxista militante que jamás dejó de acatar los principios esenciales del Partido, Lenin nunca impuso por la fuerza sus puntos de vista a sus colaboradores.”
Siguió destacando a Lenin, diferenciándolo claramente de Stalin y utilizando su figura para reforzar su exposición, ya que Lenin también tenía más que reparos sobre la figura de Stalin, cosa que Khruschchev puso en evidencia:
“Vladimir Ilich Lenin, fuera de las importantes contribuciones que hizo a la victoria de la clase trabajadora, en bien de la victoria de nuestro Partido y de las ideas implícitas en el comunismo científico respecto a la vida, tuvo la visión, debido a su clara inteligencia, de percibir a tiempo en Stalin esas características negativas que posteriormente tuvieron consecuencias tan nefastas.”
“Temiendo por el futuro del Partido y de la nación soviética, Lenin diagnosticó por escrito el carácter de Stalin y en forma absolutamente concreta, señalando que era necesario examinar la necesidad de desplazar a Stalin de su puesto de Secretario General, puesto que era un ser insolente en exceso hacia sus camaradas y también, porque, siendo caprichoso, podría abusar del poder.”
“En diciembre de 1922, en una carta al Congreso del Partido, Lenin dijo: «Después de tomar posesión del cargo de Secretario General, el camarada Stalin ha acumulado en sus manos un poder desmedido y no estoy seguro de que sea siempre capaz de usar este poder con el debido cuidado».”
“Esta carta, que es un documento político de inmensa importancia, conocida en la historia del Partido como testamento de Lenin, ha sido distribuida a los delegados del XX Congreso del Partido. Uds la han leído ya y sin duda la leerán nuevamente. Convendría que Uds. meditaran las francas palabras de Lenin, puesto que ellas expresan la ansiedad que sentía Vladimir Ilich respecto al Partido, al pueblo, al Estado y a la futura dirección de la política del Partido.”
“Dijo Lenin : «Stalin es excesivamente insolente y este defecto, que puede ser tolerado en un militante cualquiera del Partido, se transforma en un defecto inaceptable en una persona que ocupa el cargo de Secretario General. Es por esto que propongo que los camaradas vean la manera de alejar a Stalin de este cargo y de colocar allí a otro hombre, uno que, sobre todas las cosas, difiera de Stalin en lo siguiente: mayor tolerancia, más lealtad, más bondad y una actitud más considerada y un temperamento menos caprichoso, etc., etc…»”
“Este documento de Lenin se dió a conocer a los delegados al XIII Congreso del Partido, quienes discutieron la conveniencia de transferir a Stalin a otro cargo que no fuera el de Secretario General. Los delegados se declararon en favor de mantener a Stalin en su puesto, expresando su esperanza de que él tomaría en cuenta las críticas de Lenin y haría lo posible por sobreponerse a esos defectos.”
“Camaradas: el Congreso del Partido debe familiarizarse con dos nuevos documentos que confirman que el carácter de Stalin era tal cual lo había revelado Lenin en su testamento. Estos documentos son cartas de Nadejda Constantinovna Krupskaya [esposa de Lenin], a Kamenev, que en ese tiempo encabezaba el Buró político, y una carta personal de Lenin a Stalin.”
Como se ve, sin concesiones.
Y aquí van algunos de sus párrafos finales:
“¡Camaradas! Debemos abolir el culto del individuo decisivamente, de una vez por todas; debemos sacar las conclusiones acertadas sobre la labor ideológica-teórica y práctica. Para ello es necesario:
Primero, seguir la norma bolchevique, condenar y desarraigar el culto al individuo como ajeno al marximo-leninismo y opuesto a los principios del mando del Partido y sus normas de vida, y luchar inexorablemente contra todo intento de volver a implantar esta práctica en una forma u otra (…)
En segundo término, debemos continuar sistemáticamente y con persistencia la obra del Comité Central durante los últimos años (…) de los principios leninistas del mando del Partido, y caracterizada, sobre todo, por el principio dominante el mando colectivo, por el respeto de las normas de vida del Partido descritas en los estatutos de nuestro Partido y, en suma, por la amplia práctica de la crítica y la autocrítica.
En tercer término, restaurar completamente los principios leninistas de democracia soviético-socialista, expresadas en la Constitución de la Unión Soviética, para combatir la arbitrariedad de individuos que abusen del poder. (…)
¡Camaradas! El Vigésimo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética ha manifestado con nueva energía la inconmovible unidad de nuestro Partido, su cohesión en torno al Comité Central, su firme voluntad de cumplir la gran tarea de construir el comunismo.”
Clarito y sin vueltas, Khrushchev bajó a Stalin del pedestal que el propio Stalin se había construido.
El ritmo de la “desestalinización” se aceleró: al año siguiente fueron liberados ocho millones de presos políticos (es un numerito, eh) y miles de miembros del partido que habían sido “purgados” fueron rehabilitados en forma póstuma.
Los stalinistas convencidos proyectaron numerosos atentados contra Khrushchev; en 1958, un grupo liderado por Vyacheslav Molotov, Georgi Malenkov y Lazar Kaganovich (todos, apellidos para desconfiar) intentó derrocarlo. Pero Khrushchev aguantó el golpe, depuso de sus cargos a sus enemigos, los exilió al interior del país y colocó a sus partidarios de confianza en el goierno. Nada nuevo. Conocía las reglas del juego, tuvo el poder para cambiar algunas, y lo jugaba mejor que nadie.
El discurso de Khrushchev fue “secreto” en tanto que fue pronunciado en cesión cerrada del Congreso y no formó parte de los informes y resoluciones oficiales emitidas por él mismo. El texto del discurso se publicó recién el 18 de marzo de 1956, pero por entonces solo en Belgrado y en Washington. Las revelaciones de Khrushchecv crearon expectativa favorable en Europa oriental, pero provocaron rechazo y revueltas callejeras en Georgia, tierra natal de Stalin. Y el texto completo del discurso no se publicó en la Unión Soviética hasta… 1988.