Lo que no todos saben es que 50 años antes otro científico británico llamado John Tyndall (1820-1893) también había presenciado el mismo fenómeno, sin haberle dado importancia a esta guerra entre hongos y bacterias.
Otro estudiante de medicina francés, Ernest Duchesne, fue testigo de un fenómeno semejante en 1897, pero después de describir esta invasión de hongos, tiró las cápsulas de Petri y la humanidad tardó varios años más en escribir este glorioso capítulo.
¿Por qué un hongo relativamente extraño como el Penicillum penetró por la ventana abierta del laboratorio de Fleming? Vale recordar que debajo de su oficina en el Saint Mary’s Hospital de Londres, un colega tenía un laboratorio especializado en hongos…
A la suerte hay que ayudarla.
Fleming publicó su artículo, pero 10 años más tarde un patólogo australiano Howard Florey y a un joven exiliado alemán, que huía de la persecución racial de Hitler, llamado Ernst Chain, le prestaron atención.
Vale aclarar que el Premio Nobel por el descubrimiento por la penicilina fue compartido por estas tres figuras, pero muy pocos recuerdan a Florey y Chain que tuvieron la durísima tarea de producir y purificar el antibiótico y demostrar su habilidad terapéutica. (Publicado en The Lancet 1940).
Sin embargo los primeros pacientes en probar la penicilina no tuvieron mucha suerte. Un policía oriundo de Londres, de nombre Albert Alexander, sufrió un corte en el rostro que se infectó y fue seguida de una septicemia, neumonía, osteomielitis y una infección necrótica del ojo. El tratamiento con penicilina comenzó el 12 de febrero de 1941 y para sorpresa de todos Alexander mejoró, pero como no era suficiente la penicilina disponible, el tratamiento se detuvo y Alexander falleció pocos días después. A pesar de este fracaso, Florey y Chain juntaron una docena de casos donde se demostraba la eficacia de la penicilina sobre las sulfamidas.
Comprobado su efecto, era necesario aumentar la producción industrial para asegurar que esta terapéutica llegase al frente de batalla. En 1942 la producción apenas alcanzaba para tratar 100 casos.
Florey viajó a EE.UU. y con la asistencia de la Fundación Rockefeller y el Departamento de Agricultura la síntesis de penicilina pronto alcanzó a cubrir las necesidades de los países aliados. En 1943 se la usó en las tropas británicas que peleaban contra el Afrikorp.