La catástrofe había ocurrido unos días antes, el 26 de abril. Uno de los cuatro reactores de Chernobyl había explotado y liberado en la atmósfera cien millones de curies de radiación. A pesar de la política de apertura (glasnost) de Mikhail Gorbachov, el gobierno soviético mantenía vigente su ocultamiento de noticias, sobre todo si eran malas.
La central nuclear estuvo en llamas durante dos semanas, lo que frustró los primeros intentos por detener la fuga. Los soviéticos informaron 31 muertos en forma inmediata al incidente; casi 150.000 personas fueron evacuadas (entre ellos los 50.000 habitantes de Prípiat) en un área de casi 500 km cuadrados, pero entre días y semanas más tarde. Las aguas y las tierras se contaminaron, y los efectos se hicieron evidentes aún a enormes distancias. La catástrofe causó que la radiación se extendiera por Rusia y Europa, y ha matado a miles de personas en los años transcurridos desde que ocurrió.
La central nuclear de Chernobyl se encontraba a 18 km de la ciudad de Prípiat, en el norte de Ucrania. En septiembre de 1982 ya había ocurrido un accidente parcial de la base en el reactor número 1 de la planta, aunque debido al secretismo de la URSS el mismo no fue informado hasta 1985; el reactor fue reparado y continuó funcionando. En el momento del accidente, la central disponía de cuatro reactores en funcionamiento y dos más en construcción.
La explosión de Chernobyl se debió a errores humanos y a errores en el diseño de la planta. Tratemos de comprender de la manera más sencilla posible la realidad de lo que ocurrió la noche del 25 de abril de 1986, cuando el reactor número 4 de Chernobyl experimentó un colapso catastrófico durante una prueba de seguridad:
Las centrales nucleares son básicamente máquinas de vapor de lujo. En una máquina de vapor, el agua hierve y se convierte en vapor, el cual hace girar una turbina y esto genera energía. En un reactor nuclear el calor es causado por la fisión (la división del uranio) y es lo que hace hervir el agua, para que una vez convertida en vapor haga girar las turbinas. La fisión nuclear (es decir, la división de los átomos para liberar neutrones) es impredecible y volátil. Una reacción de fisión lleva a otra. Para controlar la fisión en una planta de energía nuclear, los reactores usan “barras de control”: tubos cilíndricos hechos de un material que absorbe neutrones. Las barras están hechas de elementos como plata, cadmio, indio, boro o iridio. Estas barras absorben los neutrones liberados durante la fisión y disminuyen la velocidad de la misma. Son “atenuadores o moderadores” de la reacción nuclear. La planta de Chernobyl tenía reactores RBMK. Básicamente, la mayoría de las barras de control de Chernobyl estaban hechas de boro con puntas de grafito. Las barras de control se deslizaban dentro del reactor para disminuir la reactividad. El boro desaceleraba las reacciones, pero las puntas de grafito no. La presencia de grafito en las puntas de las barras de control fue un grave defecto de diseño, y fue uno de los principales factores que causaron la explosión.
El 25 de abril por la noche el personal de Chernobyl estaba realizando un experimento para hacer que la planta de energía fuera más segura. En el caso de una falla de energía eléctrica, la fisión continuaría pero el reactor aún necesitaría energía para hacer funcionar las bombas de agua. Como los generadores diesel de respaldo utilizados por los soviéticos tardaban un minuto en empezar a funcionar y los científicos soviéticos consideraban que un tiempo de espera de un minuto era demasiado, querían utilizar parte del giro residual de la turbina nuclear apagada para generar esa energía durante esa pequeña brecha de tiempo. Se trataba de averiguar durante cuánto tiempo la inercia de la turbina de vapor continuaría generando energía eléctrica una vez cortada la afluencia de vapor.
La prueba debía realizarse sin detener la reacción en cadena en el reactor nuclear, para evitar un fenómeno conocido como “envenenamiento por xenón”: entre los productos de fisión que se producen dentro del reactor se encuentra el xenón135, un gas muy absorbente de neutrones (los neutrones son necesarios para mantener las reacciones de fisión nuclear en cadena). Cuando la potencia a la que trabaja el reactor es muy baja o el reactor se detiene, la cantidad de xenón 135 aumenta e impide la reacción en cadena (el xenón 135, llamado “veneno nuclear”, es entonces otro elemento que actúa como protector, como factor de seguridad).
En el caso de peligro de una catástrofe nuclear, las computadoras de la planta estaban diseñadas para hundir automáticamente las barras de control (las “atenuadoras”, recordemos) en el reactor para detener completamente la fisión. Los trabajadores de Chernobyl deshabilitaron este sistema de control automático para pasar a hacerlo de forma manual.
Durante la prueba, a baja potencia (30 MW), comenzó a producirse envenenamiento por xenón en el núcleo del reactor. Al darse cuenta de eso y para evitar que el reactor se apagara, comenzaron a extraer las barras de control para que aumentara la potencia del reactor. Pero los operarios retiraron manualmente demasiadas barras de control. El núcleo del reactor disponía de 211 barras de control; las reglas de seguridad exigían que hubiera siempre un mínimo de 28 barras, pero en esta ocasión dejaron solamente 18 barras. A consecuencia de esto, el reactor de la central quedó en condiciones de operación inestable y extremadamente inseguro.
“Fue como si unos pilotos aviadores experimentaran con los motores en pleno vuelo”, diría en 1987, Valery Legasov.
A la 1:23 a.m. del 26 de abril, cuarenta segundos después de que comenzara el experimento, alguien presionó el botón AZ-5 de apagado de emergencia. Hasta el día de hoy nadie está seguro de por qué fue presionado ese botón o quién lo presionó. Se suponía que el apagado de emergencia hundiría las barras de control dentro del reactor sobrecalentado y lo enfriaría por completo. Pero eso no ocurrió. Peor aún, tuvo el efecto contrario. Al presionar el botón, las barras de control con punta de grafito se sumergieron en el agua de refrigeración. Aunque el boro de las barras debía desacelerar la reacción, las puntas de grafito aumentaron brevemente la fisión en el núcleo. La reacción inicial fue tan poderosa que rompió las barras de control (que como hemos señalado eran muy pocas), lo que provocó que se atascaran cuando apenas habían alcanzado un tercio de la profundidad que debían alcanzar, por lo cual sólo las puntas de grafito reactivo quedaron hundidas dentro del agua refrigerante. El reactor generó más vapor del que podía ventilar, las reacciones de fisión se desencadenaron y la presión del vapor causó una explosión que rompió las líneas de combustible e hizo volar el techo del reactor. Inmediatamente después, una segunda explosión arrojó trozos de grafito en el área circundante y comenzó a propagar la radiación.
Chernobyl estaba en llamas.
Como en la central tampoco había sido diseñada ni construida una estructura de contención que actuara como “sarcófago” del reactor ante la presencia de algún accidente o fuga, no hubo límite en la extensión inicial del daño. Ese fue otro error de diseño más que evidente de la planta de Chernobyl, lo que provocó que las llamas encontraran vía libre y que la propagación de la radiactividad fuera enorme y casi ilimitada, ya que debajo del reactor las capas refrigerantes sólo podrían contener la enorme temperatura generada por pocos días antes de que la fuga llegara a las napas subterráneas de agua, y de allí a todo el territorio circundante. Una enorme cantidad de partículas radioactivas fue liberada en la atmósfera y los niveles de radioactividad se dispararon, especialmente en la ciudad de Prípiat. La radiación nuclear emitida se registró en países muy alejados de la URSS, cuya mala gestión posterior al accidente, sobre todo en lo que hace a información y comunicación durante las primeras horas, contribuyó a agravar las consecuencias.
El por entonces vicepresidente del consejo de ministros de la URSS, Boris Shcherbina, fue designado por Gorbachov para hacerse cargo de la crisis generada por la catástrofe. Se hizo presente inmediatamente en Chernobyl y trabajó denodadamente utilizando todos los recursos al alcance para resolver problemas que superaban lo imaginable. Todo era casi imposible: acercarse al lugar de manera razonablemente segura, apagar el incendio, evitar que la fuga llegara a las napas subterráneas, utilizar escombros para mitigar llamas, evacuar a la población de Pípiat en forma rápida y segura. Shcherbina dirigió personalmente las operaciones asesorado por ingenieros, químicos, físicos, militares, bomberos, buzos, mineros.
Inmediatamente después del desastre, un informe de 1986 del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), basado en gran medida en fuentes soviéticas, culpó en su mayor parte a los operadores de la planta que inhabilitaron las medidas precautorias de seguridad para acelerar su experimento, violando las normas y regulaciones existentes. Tiempo después, en 1992, un informe analizó lo ocurrido con más detalle: no había ni el más mínimo protocolo de seguridad, la comunicación entre los diseñadores y los operadores del reactor era deficiente y el propio reactor tenía fallas de diseño peligrosas. No exculpaba a los operadores, pero explicaba que no podrían haber causado un desastre así de terrible en ningún otro reactor del mundo.
El accidente nuclear de Chernobyl es, con diferencia, el accidente nuclear más grave de la historia de la energía nuclear. Fue clasificado como “nivel 7” (“accidente nuclear grave”), el valor más alto en la escala INES. Aunque es el mismo nivel con el que fue calificado el accidente nuclear de Fukushima (Japón), las consecuencias de Chernobyl fueron mucho peores.
El reactor nuclear 2 de Chernobyl se cerró en 1991, el reactor 1 en 1996 y el reactor 3 dejó de funcionar en el 2000. El total de superficie de las tierras afectadas por la radiación (cesio 137 y estroncio 30) fue de 163.000 km cuadrados, involucrando territorios en trece países. El iodo 131 generó más de 6.000 casos de cáncer de tiroides. La URSS informó 31 muertos inmediatos en el accidente, pero las consecuencias en el mediano y largo plazo son difíciles de medir con total certeza. En 2006, veinte años después del desastre, algo menos de 100.000 de las 600.000 personas de alguna manera involucradas en las cercanías, la ayuda o el manejo del desastre (habitantes cercanos, bomberos, pilotos, voluntarios, mineros, ingenieros, militares, soldados, funcionarios, técnicos) habían muerto. Cientos de miles de personas sufrieron invalidez, y las mutaciones genéticas han determinado que el gobierno de Ucrania haya establecido que más de 2.000.000 de ucranianos sufren hoy problemas de salud relacionados de alguna manera con el desastre de Chernobyl.
Chernobyl fue un desastre en el que la incompetencia burocrática coincidió con la ignorancia voluntaria, y las consecuencias fueron trágicas. Hubo innumerables momentos en los que el desastre podría haberse evitado si las personas involucradas (operadores, ingenieros, políticos) hubieran retrocedido un poco y le hubieran dado crédito a lo que veían sus ojos. El director de la planta nuclear, Viktor Briukhanov, y el ingeniero en jefe de la planta, Nikolai Fomin, fueron sentenciados a diez años de prisión. El ingeniero en jefe adjunto y responsable de la prueba de seguridad fatal, Anatoly Dyatlov, también fue sentenciado a diez años de prisión, de los que cumplió algo más de tres, ya que una amnistía lo liberó en 1990.
Después de que se dictara la sentencia, el gobierno fue presionado por el periodismo y por los ingenieros especializados para que fueran reparados y modificados los otros reactores RBMK existentes en la URSS, de diseño igualmente defectuoso. “¿Por qué preocuparse por algo que no va a suceder?”, respondió un alto oficial de la KGB. Valery Legasov, doctor en química y jefe de la comisión investigadora del desastre de Chernobyl, contestó: “Buena respuesta” “Deberíamos ponerla en nuestros billetes”.
El 27 de abril de 1988, casi exactamente dos años después del desastre de Chernobyl, Valery Legasov se suicidó ahorcándose en su casa.