El ciudadano Capeto

No entiendo a esta humanidad que degüella a los pueblos y perdona a los déspotas

Robespierre

Luis XVI fue juzgado por los convencionales que lo acusaban de ser un “traidor” al pueblo de Francia. La Convención sesionó día y noche… bastaron treinta y siete horas de debate para hacer rodar la cabeza del rey y, con ella, casi diez siglos de monarquía. A través de la magnífica crónica de Víctor Hugo, se puede apreciar que las posiciones estuvieron divididas. Las opiniones de los más radicales fueron drásticas y violentas: André Foussedoire declaró que abominaba “la efusión de sangre, pero la sangre de un rey no es sangre humana”; Louis Lavicomtrie argumentó que “mientras respira el tirano, la libertad se asfixia”. Hubo otros convencionales más benevolentes: Chaillon intercedió por la vida del rey: “No quiero hacer un muerto para que Roma haga de él un santo” y Gentil propuso desterrarlo: “Quiero ver al primer rey del universo condenado a ejercer un oficio para ganarse la vida”. A nadie llamó la atención que Maximilien Robespierre dudara sobre la condena a muerte del rey; hasta entonces, su carrera se había visto favorecida por su posición en contra de la ley capital. Hicieron falta 387 votos a favor (y 334 en contra) para condenar a muerte al ciudadano Capeto.

El 21 de enero de 1783, el ex Luis XVI, ahora devenido en ciudadano Capeto, subió tranquilamente al cadalso. Con estas palabras se despidió del pueblo de Francia:

“Muero inocente de todos los cargos de los que he sido acusado. Perdono a aquellos culpables de mi muerte y ruego a Dios que esta sangre que ustedes están a punto de derramar, nunca sea requerida por Francia”.

Iba a seguir hablando, pero los tambores ahogaron su voz. Entonces gritó: “Pueda mi sangre cimentar la felicidad de Francia”.

Fue enterrado en un cajón de madera con la cabeza entre las piernas.

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La ejecución de Luis XVI.
La ejecución de Luis XVI.

 

Muchos de los que propiciaron su ejecución, como Robespierre y Danton, siguieron los pasos del monarca.

María Antonieta, después de ser acusada de los crímenes más degradantes, fue condenada a morir de la misma forma que su marido. El 16 de octubre del mismo año subió al cadalso. Vestía una camisa blanca y sus cabellos habían sido cortados por los hombros. Aunque altiva, el espectáculo del público gritando frente a la guillotina le hizo perder la compostura. Para que no la viesen llorar, se precipitó hacia la máquina infernal. Se resistía a otorgarle ese último placer al pueblo que la había condenado. En su camino, pisó al verdugo: “Le pido perdón, señor. Fue un accidente”, le dijo, más por educación que por temor a una represalia. La Revolución había instaurado un ajusticiamiento igualitario, la guillotina le aseguraba una muerte rápida, aunque por años se discutió que fuese indolora.

Los cuerpos del rey y de la reina fueron enterrados en el cementerio de La Madeleine, a pocas cuadras de dicha iglesia y cerca de la Place de la Concorde, donde habían sido ejecutados. Con la restauración de la monarquía, fueron trasladados a Saint-Denis. Allí, donde estuvieron enterrados, su sucesor, el rey Louis Philippe, construyó un pabellón en recuerdo de su hermano y su cuñada. Siempre hay rosas en los jardines que lo rodean, la flor preferida de María Antonieta.

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Tumba de Luis XVI y María Antonieta en Saint-Denis.
Tumba de Luis XVI y María Antonieta en Saint-Denis.

Recomendación:

La Révolution Française es una Opera Rock sobre este episodio histórico. Asombrosamente, las letras de las canciones son textualmente lo que dijeron los protagonistas de ese trágico acontecimiento histórico. Autores: Claude-Michel Schönberg y Raymond Jeannot, con libreto de Alain Boublil y Jean-Max Rivière,

 

 

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Extracto del libro Trayectos Póstumos de Omar López Mato.

 

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