Casi tres de cada cuatro estudiantes que cursan hoy medicina en la Universidad de Barcelona (UB) son mujeres, según datos del propio centro. Dolors Aleu (Barcelona, 1857–1913) vivió una realidad muy distinta. Fue la primera mujer en ejercer la medicina en España durante la segunda mitad del siglo XIX.
Su cartera de pacientes iba desde las señoras burguesas de la parte alta de Barcelona, con quien compartía clase social, hasta las prostitutas del barrio del Raval. Especializada en ginecología y pediatría, pasó consulta en la Rambla de Cataluña durante más de 25 años, pero también practicó la beneficencia en la Casa de la Caridad.
Además, Dolors Aleu fue la primera mujer en doctorarse, con un trabajo sobre los perjuicios del corsé, en el que cita otros referentes femeninos como Concepción Arenal. “La vida de la mujer, desde los tiempos más remotos, viene siendo un continuo martirio”, dejó escrito en 1883 al inicio de su tesis doctoral, De la necesidad de encaminar por nueva senda la educación higiénico-moral de la mujer.
Más de un siglo después, una de sus tataranietas, la actriz Núria Cuyàs, reivindica aquella denuncia de la opresión de la mujer, que seguía así: “No es de admirar que en los tiempos del oscurantismo se tratase mal a la mitad del género humano. Lo extraño, lo triste y lo ridículo es que continúe este martirio en pleno siglo de las luces”. Esa era su opinión sobre el corsé, “la prenda que más daño causa a la organización femenina”.
Cuyàs interpreta estos pasajes en Barbes de balena, una pieza de teatro colectiva en la que sus cuatro actrices apelan a la memoria colectiva y reivindican a las abuelas y las mujeres que las precedieron. “Fue un bicho muy raro para su época”, dice risueña sobre su tatarabuela, que también fue profesora en la Academia para la Ilustración de la Mujer y la primera mujer que entró en la Sociedad Francesa de Higiene.
Una pionera de la educación sexual
Los escritos que se conservan de la doctora Aleu son escasos. Uno de ellos es la carta Consejos de una madre a sus hijos.
El amor por sus dos niños –ambos varones– y su condición de médica pudieron con el rubor y “la educación moral y cristiana” que les había dado. En sus cartas les advertía del “mar de peligros” de las enfermedades de transmisión sexual, que consideraba terribles y destinadas a acabar con el mundo.
“Las encontraréis en todas partes y en todas las clases sociales”, incluso en “las Señoras de importancia en Barcelona [sic]”; escribió en 1900 sobre la gonorrea y la sífilis. En la misiva, Aleu dice sentirse con la obligación de advertirles de estas infecciones, a pesar de que sus nervios “se alborotan” por escribir sobre “este tema tan repugnante”. De la misma forma califica a la masturbación, “un vicio que se llama onanismo”.
El manuscrito original de la carta lo conserva la heredera del legado familiar, su bisnieta Dolors Cuyàs Robinson. La transcribió su sobrina Núria Cuyàs para reconstruir la historia familiar. “Era lo poco que teníamos, me costaba entender su letra”, recuerda sobre los meses de “investigación, imaginación e interpretación de la figura de la doctora Aleu y de la condición de mujer” para la dramaturgia de Barbes de balena, título que hace referencia al material del que estaban hechos los corsés.
Dos pasos hacia adelante, tres hacia atrás
Las primeras universitarias de finales del siglo XIX aprovecharon un vacío legal para estudiar en una época en la que las mujeres no podían ni votar. Fue así como Aleu pudo asistir a clase en la calle del Carme, hoy sede de la Real Academia de Medicina de Cataluña. Lo hizo acompañada de dos escoltas por exigencia de su padre, que fue teniente de alcalde de Barcelona y gobernador general de Cataluña, jefe de la policía municipal.
Sin embargo, Dolors Aleu no fue la única mujer de la época que quiso estudiar medicina. En los pasillos de la facultad coincidió con otras dos mujeres, Martina Castells y Elena Maseras, que en realidad fue –con tan solo un año de diferencia– la primera universitaria de España, tal y como recoge Consuelo Flecha, catedrática de la Universidad de Sevilla, en Las primeras mujeres universitarias de España.
Al terminar sus estudios en 1879, con un expediente brillante, Aleu tuvo que esperar tres años para examinarse de la licenciatura en Madrid, que dependía de un permiso del Ministerio de Instrucción Pública. Aquellas trabas burocráticas llevaron a Maseras a estudiar Magisterio y acabó dedicándose a la enseñanza sin ejercer nunca la medicina. Tampoco lo hizo Castells, que se doctoró tres días más tarde que Aleu, y que murió muy joven por una complicación durante su primer embarazo.
Así que Elena Maseras, Dolors Aleu y Martina Castells fueron “las tres primeras médicas catalanas de los tiempos modernos”. Lo desempata con diplomacia en un artículo de la Revista Gimbernat Jacint Corbella, que fue decano de la Facultad de Medicina y vicerrector de la UB. Este doctor, apasionado de la historia, consultó directamente los expedientes de estas mujeres en el archivo de la UB para saber quién fue la primera en sacarse la carrera, licenciarse y doctorarse en medicina.
Según Corbella, la tesis de Aleu es un texto revolucionario por su redacción brillante, apasionada y valiente de denuncia de una situación opresiva y en defensa de los derechos de la mujer y el feminismo. En la misma línea, Miquel Bruguera, director de la unidad de estudios académicos del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona (CoMB), señala que Aleu rompió todos los moldes sociales, morales e intelectuales de la época.
Desafortunadamente, después de las peripecias académicas de estas pioneras, las mujeres no pudieron ir a la universidad con total libertad hasta 1910. Aquel año una real orden del rey Alfonso XIII reconoció el acceso a la enseñanza superior también para ellas, en igualdad de condiciones.
En aquella época murió el primogénito de Aleu por tuberculosis mientras cursaba la carrera de Medicina, siguiendo los pasos de su madre. La muerte del hijo acabó con su vocación. Jamás volvió a ejercer la medicina y a los dos años murió. “En mi familia ha llegado hasta nuestros días la idea de que la doctora Aleu murió de pena. Probablemente hoy diríamos que sufrió una depresión”, escribe Cuyàs en un prólogo que precede la reedición de la tesis de su tatarabuela.
A hombros de gigantas
Al físico Isaac Newton se le atribuye la frase A hombros de gigantes, una alocución que hace referencia al avance colectivo de la ciencia. A pesar de que Dolors Aleu no hizo ninguna contribución revolucionaria en el mundo de la medicina, su relevancia fue, sin duda, social. El de una giganta sobre los hombros de la cual se levantaron otras mujeres.
Su historia toma fuerza con la celebración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que desde 2015 impulsa la Organización de las Naciones Unidas (ONU). “Es necesario seguir luchando con la misma fuerza que lo hizo Dolors Aleu, porque todavía queda mucho camino por recorrer en relación a la igualdad real entre hombres y mujeres, tanto en el terreno profesional como en el familiar”, recuerda Cuyàs.
Corbella la acompaña en la reivindicación: “No será un tema estrictamente clínico ni científico, sino claramente social. Y desde este punto de vista, a pesar de que las circunstancias han variado radicalmente, todavía parece justificado hoy que se divulguen las ideas y el clamor de Dolors Aleu hacia finales del siglo XIX”.
En el camino hacia la igualdad todavía quedan muchos pasos por dar. Hoy en la universidad, a pesar de que seis de cada diez graduados son mujeres, ellas continúan sin ocupar tantos cargos de responsabilidad como ellos. Según el último informe CYD 2018, de cada 100 catedráticos solo 20 son mujeres y de 76 rectores hay 11 rectoras.
TEXTO EXTRAÍDO DEL SITIO: https://www.agenciasinc.es/Reportajes/Dolors-Aleu-la-ginecologa-rebelde-contra-la-opresion-del-corse