El 4 de noviembre de 1922, un trabajador hundió el pie en lo que sería el primer escalón de la ahora célebre tumba. Acabarían encontrando 5398 objetos del ajuar funerario, repartidos en varias cámaras y envueltos en la propia momia, que entre el vendaje de lino ocultaba 150 collares, anillos, brazaletes… casi todos de oro y hasta una daga hecha con metal de un meteorito.
Es la única tumba encontrada casi intacta. El saqueo lo llevaban a cabo los propios trabajadores del cementerio. La de Tut no se libró, pero solo entraron un par de veces y cogieron las piezas pequeñas, joyas que podían vender pronto. Con todo, Carter estimó que el 60 por ciento había sido robado.
¿Por qué no se llevaron el resto? La teoría más reciente, basada en un estudio geológico, sostiene que se produjo poco después del entierro una inundación que arrastró barro suficiente para sepultar la tumba.
El 16 de febrero de 1923, Carter llegó a la cámara funeraria, que estaba totalmente ocupada por una enorme caja de madera cubierta de oro, llamada capilla, que escondía otras tres cajas similares. La última cubría a su vez un sarcófago que, a su vez, escondía tres ataúdes antropomorfos. Los dos exteriores, chapados en oro, y el interior, de oro macizo. Y la momia llevaba una máscara de once kilos de oro puro.
El espacio era tan limitado que fue un desafío técnico desmontarlo. El sarcófago no pudo abrirse hasta un año después. Fue la primera excavación filmada en cine, y el fotógrafo del Museo Metropolitano de Nueva York, Harry Burton, trabajó con Carter diez años hasta catalogarlo todo. Ahora, las fotos de Burton se han coloreado.
Por A. T./ Fotografía: Harry Burton/ The Griffith Institute, Oxford, coloreada por Dynamichrome