El constante hostigamiento de su padre, un hombre estricto y religioso, pesaba en la vida de Federico, un joven sensible con marcadas inclinaciones artísticas que irritaban a su progenitor Este prefería que su hijo se formase en el ámbito castrense y lo envío a formarse como oficial del ejército. Fue allí donde encontró a su amigo del alma y –posiblemente– su amante, ya que todo el mundo comentaba las inclinaciones homosexuales del entonces príncipe heredero.
Harto de las recriminaciones es paternas, Federico y Hans pergeñaron una forma de huir de Prusia a Inglaterra, donde soñaban con llevar adelante una vida lejos del estricto clima que les tocaba sufrir. Sin embargo el plan llegó a oídos de su padre quien ordenó la prisión de von Katte y la reclusión de su hijo.
La sanción por la deserción era de varios años de prisión, pero para el Rey esta pena no era suficiente. Su hijo debía tener una lección ejemplificadora para evitar que esas “debilidades” afloraran. A tal fin, logró que von Katte fuese ejecutado en el castillo de Küstrin y su hijo obligado a presenciar la decapitación de su amigo. Sus últimas palabras fueron “Señor Jesucristo…” no llegó a terminar de pronunciarlas cuando su cabeza rodó por el patíbulo ante la desesperación de Federico.
Doblegada su voluntad por la cruel determinación de su padre, Federico cedió a los designios de su progenitor, quien lo obligó a casarse con Isabel Cristina de Brunswick-Bevern, un matrimonio condenado al fracaso desde un primer momento. La inexistencia de vínculo e interés conyugal subsistió por años, sin peleas, ni estridencias, ni divorcio, simplemente como uno de esos títulos nobiliarios que Friedrich portaba como otra función ligada a su condición de monarca. Estar casado o no, poco le interesaba …
Isabel fue durante un tiempo un adorno más del palacio hasta que finalmente fue removida de la corte, sin disculpas ni reproches. Tanto Federico como Isabel sabían que su posición dinastía los llevaba a llevar esas vidas donde el verdadero amor no tenía cabida o tenía un precio muy alto, como el que Federico debió pagar.
Federico demostró que era un genio militar durante la Guerra de Sucesión de Polonia luchando contra sus admirados franceses a quienes derrotó en forma brillante, logrando el reconocimiento de una nación que le daría el título de el Grande. Su padre se sintió orgulloso de su hijo, aunque para Federico esto ya no significaba nada. A los 28 años heredó la corona y fue uno de los monarcas más ilustres y generales más brillantes de su tiempo.