Déjenlo que se escape

Hace 178 años se produjo, cerca de Esquina, en Corrientes, el combate naval de “Costa Brava”, librado el 15 y 16 de agosto de 1842. Fue entre las escuadras de la Confederación Argentina al mando de Guillermo Brown, y la uruguaya comandada por el italiano Giuseppe Garibaldi. Se libró en agua y tierra hasta que Garibaldi hizo volar sus barcos para evitar que se los arrebatara Brown. Luego, escapó por tierra y cuando los argentinos iban a darle caza para ejecutarlo según órdenes, Brown lo impidió diciendo: “Déjenlo que escape, ese gringo es un valiente”. Y así fue que Garibaldi, por segunda vez, salvó su pellejo. Y por supuesto, Brown ni sospechaba que años después, ese “gringo valiente” (vilipendiado por historiadores rioplantenses) sería uno de los artífices de la unificación italiana, junto a Víctor Manuel II, el Rey de Cerdeña, que el 13 de marzo de 1861 fue proclamado Rey de Italia.

Prolegómenos

En 1842, Giuseppe Garibaldi estaba en Montevideo luego de haber luchado por la República Río Grande del Sur. Había llegado del Brasil por tierra como tropero luego de perder en el camino cientos de cabezas con las que había partido de “Corral de Piedras”. Y como Giuseppe tenía familia que alimentar -Anita su mujer y Menotti, el hijo de ambos- se vio obligado a trabajar en dos empleos: como profesor de matemáticas y como agente de comercio. Pero a poco, las luchas intestinas sudamericanas de nuevo necesitaron del experimentado marino de Niza (Italia por entonces). “La República Oriental -dice Garibaldi en sus memorias- me brindó muy pronto ocupación. Me fue ofrecido el mando de la corbeta “Constitución”, de dieciocho cañones. La Escuadra Oriental estaba hasta entonces al mando del coronel Coe, americano, vencido tres veces por la de Buenos Aires, dirigida por el general Brown, inglés”.

En síntesis, lo que le ofreció a Garibaldi el presidente uruguayo Fructuoso Rivera era nada menos que remontar el Paraná para llevar armas a Corrientes, provincia antirrosista. Y de esa manera afianzar la influencia uruguaya sobre el litoral. En su excursión, Garibaldi debía eludir al ejército de Oribe -aliado de Rosas- acampado en Paraná, Entre Ríos.

Primer obstáculo

El primer enfrentamiento armado ocurrió frente a la isla Martín García, el 29 de junio de 1842. Era el paso obligado para naves de mayor calado y punto de confluencia de los ríos Uruguay y Paraná. La batería allí instalada, le causó las primeras bajas y daños a la escuadra garibaldina. Pero más arriba, la “Constitución” de Garibaldi encalló y, cuando su tripulación transbordaba las armas a la “Prócida”, aparecieron las siete naves de Brown que lo perseguían. Pero una de estas, la “Belgrano”, también encalló, lo que dio tiempo a los garibaldinos a reflotar su barco y, gracias a una espesa y sorpresiva niebla, poner nuevo rumbo y desaparecer como por arte de magia del río. Los días siguientes remontaron el río con mucha dificultad. En San Nicolás -primer pueblo argentino en la rivera derecha del Paraná- tomaron algunos barcos mercantes. Y luego de varias incursiones por tierra para aprovisionarse, la flotilla debió sortear la Bajada del Paraná, donde estaba el ejército del general Oribe. Misteriosamente, Garibaldi logró salir airoso de ese paso, pese al violento cañoneo a que fue sometido por las baterías del comandante Seguí.

Una batalla naval que duró dos días en el río Paraná

Por fin, el 14 de agosto de 1842, un banco de arena detuvo a Garibaldi frente a Costa Brava, en la costa correntina. Y aunque recibió la ayuda del gobernador Ferré y de varias naves del comandante Villegas, poco pudo hacer para enfrentar con éxito a la escuadra de Brown que le pisaba los talones. Y así fue que, perdido por perdido, el nizano decidió dar batalla y de la mejor forma enfrentar nomás a Guillermo Brown.

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El combate

El 15 de agosto de 1842 comenzó el combate. Y aunque superior en armamento y tropas, la escuadra de Brown, también debía sortear el banco de arena que había detenido a Garibaldi. Para ello, se hizo remolcar por la izquierda del río, donde justo estaban los tres barcos de Garibaldi. El combate comenzó en tierra: “Los nuestros se batieron con valor, y retardaron la marcha del contrario, pero éste desembarcó sobre la orilla misma, a 500 hombres de infantería, y la superioridad obligó a los nuestros replegarse bajo la protección de la flotilla”, cuenta Garibaldi en sus Memorias.

En la madrugada del 16 comenzó el cañoneo. “El astuto almirante irlandés conocía muy bien el alcance de nuestra artillería, en su mayoría piezas cortas y permaneció a la distancia, en posición para nosotros menos conveniente”. El relato de Garibaldi trasluce admiración por Brown, al que llamaba “la primera celebridad marítima de la América meridional…”.

Fuego y explosión

La contienda, se prolongó hasta la noche y ambos contendientes, sufrieron serios daños. La goleta “Constitución” parecía un esqueleto y hacía agua por todas partes a causa de los cañonazos que la habían impactado. El comandante del “Pereira” había muerto y los tripulantes que aún quedaban en pie, estaban agotados. “No obstante -dice Garibaldi- teníamos pólvora y proyectiles, y era necesario combatir, no para vencer, o salvarnos, sino por honor”. Fue así que en la noche del 16 al 17 de agosto de 1842, Garibaldi ordenó se prepararan más cargas de cartuchos, y el catalán Manuel Rodríguez, que lo seguía desde Brasil, ató entre sí, a varios de los mercantes que habían tomado. Luego de cargarlos con harto combustible, los remolcó hasta la línea enemiga, tratando de llevar el fuego y una posterior explosión hacia ellos. Pero esto, no evitó el desastroso final.

“Déjenlo que se escape, Garibaldi es un valiente”

Y mientras se combatía en Costa Brava, aguas arriba, el comandante Villegas había desertado, dejando solo a Garibaldi. Al alba del 17, este arengó a lo que quedaba de su tripulación, y viendo que todo estaba perdido, y que el fuego de su artillería no mellaba las naves de Brown ordenó la retirada, previa quema de sus naves. “Era necesario pensar en la retirada -dice- pero no la de los barcos, que no se podían mover por su estado ruinoso, la falta de agua en el río y porque sus velas se habían hecho pedazos. Solo la “Prócida” podía salvarse con heridos y algún material”.

Una vez embarcados heridos y víveres, Garibaldi dispuso se rociara aguardiente sobre sus naves. Pero la tripulación, compuesta en su mayoría por expulsos de los ejércitos de tierra, muchos por homicidios -aclara en sus Memorias- al ver tanta cantidad de bebida, se embriagaron a punto tal que quedaron imposibilitados de moverse. “Hice cuanto pude, obligando a los compañeros más serenos a no abandonarles, yo mismo recogí cuantos me fue posible hasta el último instante, cargándolos sobre mis espaldas para ponerlos a salvo. Desgraciadamente algunos volaron entre los pedazos de las naves”, dice en su reseña Garibaldi.

Al desembarcar, fueron perseguidos por las tropas de la infantería de Brown, hasta que la imponente explosión de la santabárbara de la flotilla de Garibaldi paralizó la persecución, por lo que este y el resto de sus hombres pudieron vadear el río Espinilla -afluente del río Paraná- y de allí seguir a pie hasta Esquina, en la provincia de Corrientes, desde donde, meses más tarde, atravesando la provincia y luego de ser vencidos en un breve combate librado en Arroyo Grande, llegarían a Montevideo.

Se dice que Brown, luego de vencerlo frente a la costa correntina, tuvo la oportunidad de apresarlo y de hacer cumplir la orden recibida de ejecutarlo, pero la admiración entre los dos adversarios era mutua, y el almirante evadió la orden superior diciendo: “Déjenlo que se escape, Garibaldi es un valiente”.

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Texto publicado originalmente en https://www.eltribuno.com/salta/nota/2019-8-24-21-20-0-giuseppe-garibaldi-y-el-combate-de-costa-brava

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