Grete Stern nació en 1904 en Wuppertal-Elberfeld, Renania, una zona industrial del noroeste de Alemania. El oficio de su padre, vinculado a la actividad textil, llevó a la familia a Inglaterra. En Londres, Grete cursó los primeros años de la primaria. El bachillerto lo terminó en su ciudad natal y siguió estudios de piano que abandonó en 1923 para inscribirse en cursos de dibujo y tipografía. Mientras exprimentaba el dibujo, de vuelta en Wuppertal, trabajó en diseño publicitario. Fue entonces que una muestra de fotos le reveló las posibilidades del medio fotográfico.
En Berlín, su hermano trabajaba como montajista en la industria del cine y, gracias a él, Grete dio con el maestro, Walter Peterhans. Durante unos meses fue su única discípula hasta que en 1928 se le sumó Ellen Auerbach y se hicieron muy amigas. Al año siguiente, la Bauhaus de Dessau invitó a Peterhans para incorporarse como coordinador de un taller de fotografía y Grete aprovechó y le compró el equipo. Lo instaló en su departamento y se asoció con su condiscípula, Auerbach.
Grete y Ellen formaron un estudio que bautizaron con sus sobrenombres infantiles: ringl + pit, respectivamente. Con él se dedicaron a la imagen publicitaria hasta 1933, año en que el advenimiento del nazismo clausuró el futuro de Alemania hasta el final de la Segunda Guerra. Poco tiempo antes, las fotógrafas habían conseguido el primer premio de anuncio publicitario en el Concurso Internacional de Bruselas.
En 1932, durante un curso de fotografía en la Bauhaus, Grete conoció a su futuro esposo, Horacio Coppola.
Tras el ascenso de Hitler, la pareja emigra a Inglaterra. Se casan a principios de 1935. Embarazada de su hija Silvia, viajan en agosto a la Argentina y dos meses después exhiben sus trabajos en los salones de la Editorial Sur, invitados por Victoria Ocampo, directora y dueña de la revista y la editorial homónima. Actualmente es considerada como la primera exposición de fotografía moderna realizada en el país.
Los Coppola, junto a a Luis Seoane, exiliado pintor y diseñador español, armaron un estudio en la calle Córdoba 363, donde planearon trabajar en la fotografía publicitaria como principal sustento. Sin embargo, las agencias de publicidad aún no existían y la demanda de este tipo de fotografía era escasa en el país. El estudio cerró en 1938. Dos años más tarde, la familia se mudó a una casa en Ramos Mejía, donde tuvieron a su segundo y último hijo: Andrés. Por esos años, Grete trabajó con su esposo en la documentación fotográfica de la colección de huacos Chimú-Chancay del museo de Antropología de la Universidad de La Plata y en la Dirección de Maternidad e Infancia, diseñándole los folletos y afiches. Asimismo, trabajó para la diagramación de la tapa del libro Buenos Aires, de Horacio Coppola. A partir de aquí comenzó a relacionarse con editoriales y diseñó tapas de libros durante los años cuarenta, mientras empleaba sus tiempos libres para fotogafiar Buenos Aires.
Su primera exposición individual, en 1943, abrió la etapa del retrato que se prolongó hasta 1957. Las siete muestras que realizó durante esos catorce años fueron de retratos únicamente, excepto una que incluyó paisajes.
Su casa de Ramos Mejía fue centro de intelectuales y artistas españoles (Arturo Cuadrado, Luis Seoane) alemanes (Clément Moreau -Carl Meffert-) y argentinos como María Elena Walsh, Pepe Fernández, Ernesto Schoo y Gyula Kosice.
En 1948, el trabajo que Grete realizó durante dos años en el Estudio del Plan de Buenos Aires con los arquitectos Kurchan, Ferrari-Hardoy y Bonet, le permitió un acceso sistemático a la ciudad. Cuatro años después, cuando Francisco de Aparicio, un geógrafo, le ofreció el proyecto de fotografiar Buenos Aires, Grete poseía el entrenamiento adecuado para combinar la información descriptiva con la elaboración estética. De aquí salieron 1500 tomas que hizo en unos meses, documento único, de tal proporción, que hoy tenemos de Buenos Aires a mediados del siglo. Este trabajo involucró tanto un relevamiento arquitectónico de las fachadas y patios donde aún reverberaba descascarado el siglo XIX, así como el fugaz movimiento de la calle.
En 1948, Gino Germani, el sociólogo, le propuso una idea genial: él interpretaría un sueño descripto por una de las lectoras de la revista Idilio, y Grete lo ilustraría fotográficamente. Bajo el rótulo de “El psicoanálisis le ayudará”, Germani (tras el disfraz de Richard Rest) acometía la libre interpretación. La nota salió semanalmente, durante tres años, con los montajes fotográficos de Grete. Se publicaron cerca de ciento cincuenta trabajos: la serie de montajes más importante y numerosa que se realizó en el país. Los textos de los sueños, entregados por Germani, eran casi siempre copias de las cartas enviadas por las lectoras. Luego de conversar sobre el sueño que trabajarían, Grete realizaba la combinación creativa y desarrollaba libremente su punto de vista personal sobre el o los temas que focalizaría. Los fotomontajes se publicaban con diversos títulos como, “Niño flor”, “Artículos eléctricos para el hogar”, “Fracturas”, “El ojo eterno”. Tanto los nombres como los fotomontajes tenían cierto halo inquietante y perturbador.
Recién en 1982, después de una gran muestra en Houston, Estados Unidos, el prestigio de los Sueños creció. Desde hace pocos años se reconoce el verdadero mérito que el trabajo, conceptual y artísticamente, implicó.
Invitada por la Universidad del Nordeste a la provincia del Chaco para que dictara un seminario de fotografía. Residió por la zona durante un año que dedicó al curso y a la documentación de las esculturas valiosas que habitaban la ciudad de Resistencia, capital de la provincia que orilla con el río Paraná. Allí, en las afueras de la capital, conoció al habitante original del país: al Toba.
De regreso a Buenos Aires le presentó al Fondo Nacional de las Artes un proyecto de relevamiento fotográfico sobre la vida y costumbres de los aborígenes del Gran Chaco. Obtuvo la beca y, con sesenta años de edad, emprendió una travesía que, durante más de tres meses, la llevó por las tierras del Chaco, Formosa y Salta. Con más de ochocientas fotos relevó las costumbres, las artesanías, la vida cotidiana y el hábitat de los tobas, los wichi-matacos, pilagás, chulupíes, chorotes, chiriguanos y mocovíes. El historiador y amigo, Luis Priamo, supone que es el archivo fotográfico moderno más importante sobre el tema que hay en la Argentina.