¿Cómo era el zar Nicolás II?

Nicolás II era descendiente de una antigua dinastía, los Romanov, que gobernaron Rusia desde 1613. Había heredado los dominios de sus antepasados Pedro el Grande y Catalina la Grande. Nicolás nació el 18 de mayo de 1868 (el día 6 en el calendario juliano). Su padre trató de enseñarle las labores del gobierno, sin demasiado éxito.

En aquellos días, Rusia era el imperio más extenso del mundo, desde el mar Báltico hasta el Pacífico, con más de 130 millones de súbditos. Sin embargo, Nicolás II no estaba preparado para regir un país con unas profundas desigualdades sociales y un inmovilismo suicida en las élites. Terminó sus días fusilado por los bolcheviques en Ekaterimburgo el 17 de julio de 1918.

¿Cómo era el último de los zares de Rusia? Aquí te exponemos algunos rasgos de su personalidad:

Autócrata convencido

Nicolás II no heredó de su padre, Alejandro III, su fortaleza, pero sí adquirió de él una fe ciega en el poder absoluto de los zares.

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Coronación del zar Nicolás II y la zarina Alejandra

Coronación del zar Nicolás II y la zarina Alejandra

Incapaz para los asuntos de Estado

Las tareas de gobierno aburrían y abrumaban a Nicolás II. Le gustaba pasar las horas en el campo con su familia, y prefería el entrenamiento y los asuntos militares.

Familiar

Nicolás II estaba perdidamente enamorado de su esposa, la zarina Alejandra, como dejó escrito en su diario personal. Ella era una princesa alemana, nieta por vía materna de la reina Victoria de Inglaterra. Además, al zar le gustaba pasar las horas con su hijo y sus hijas.

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Nicolás II junto con su familia.

Nicolás II junto con su familia.

Hipócrita

En el trato personal era muy amable, y no dudaba en recurrir a la adulación si lo creía conveniente. Numerosas fuentes de la época hablan de él como una persona hipócrita y cobarde. El propio káiser Guillermo II de Alemania lo consideraba un personaje débil, aunque sin maldad.

Desconfiado

Era tan desconfiado que renunció a tener secretario. Lo mismo escribía sus discursos que ordenaba su correspondencia. Renegó de apoyos y consejos, y en parte por eso tomó tan malas decisiones. Por ejemplo, optó por entrar en conflicto en 1914 con Austria-Hungría para defender a Serbia sin tener nada que ganar, lo que complicó una situación que desembocaría en la Primera Guerra Mundial .

Fatalista

El zar tenía una especie de superstición que lo llevaba a aceptar cualquier hecho como inevitable. “Hágase la voluntad de Dios” era siempre su consuelo, y bajo este precepto se escudaba.

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