Cerca del final de la Segunda Guerra Mundial, el así llamado Protocolo de Londres (firmado por EEUU, Gran Bretaña y la URSS) estableció una división en las zonas de ocupación de Berlín y sus alrededores, un territorio total de 880 Km cuadrados.
Ese protocolo establecía que el territorio de Berlín sería ocupado en forma conjunta por las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, Gran Bretaña y la URSS. Se ponía en claro que esa ocupación se realizaba “para dirigir conjuntamente la administración del territorio del Gran Berlín”, y en 1945 habría de añadirse un nuevo protocolo aclarando que Francia participaría con igualdad de derechos en la “administración conjunta” de dicho territorio.
Así, el llamado Gran Berlín quedó dividido en dos sectores: el occidental -ocupado por norteamericanos, británicos y franceses- con 480 kilómetros cuadrados de extensión y 2.200.000 habitantes, y el soviético, con 400 kilómetros cuadrados y 1.100.000 habitantes. Estos dos sectores no sólo no tuvieron administración conjunta, sino que acabaron dramáticamente separados por el infamante Muro de Berlín de 1961.
Bajo la ocupación de las cuatro potencias, Alemania evolucionó hacia dos Estados incompatibles, a imagen y semejanza de sus ocupantes: al oeste de la línea Oder-Neisse, la República Federal Alemana, pro occidental; al este, la República Democrática Alemana, pro soviética. Esta creación de dos Alemanias separadas, que nació como una medida temporal, resultó ser un legado perdurable de la Guerra Fría.
Esa “cooperación” de las cuatro potencias en Alemania se rompió en 1948, cuando los soviéticos dispusieron unilateralmente un bloqueo a Berlín en reacción a una decisión que las tres potencias occidentales habían tomado en marzo: unir sus tres zonas propias de ocupación alemana en una única entidad económica. Temiendo la aparición de una Alemania Occidental fuerte y bajo influencia estadounidense, los soviéticos intentaron aislar a la ciudad de ese mundo “no comunista”. El 1° de julio anularon de manera unilateral también la administración compartida de Berlín y exigieron plena jurisdicción sobre la ciudad. Su intención final era “obligar” a los Aliados a retirarse de Berlín, transformándose así la URSS en “administrador exclusivo” de Alemania.
Los Aliados estaban decididos a no doblegarse bajo tamaña presión de los soviéticos (“si hacemos eso, el comunismo se extenderá rápidamente”), así que EEUU envió a Gran Bretaña aviones equipados con bombas atómicas. La URSS entendió el mensaje y decidió llegar “hasta ahí”; no redobló la apuesta, y así el problema quedó limitado a una disputa diplomática por Berlín.
Eso sí: los soviéticos que ocupaban Alemania Oriental dejaron claro que la URSS no permitiría elecciones libres en Alemania, y mantuvieron el bloqueo sobre las comunicaciones terrestres y fluviales entre Berlín y Occidente.
Las potencias occidentales respondieron entonces estableciendo un “puente aéreo” entre Occidente y Berlín Occidental, y el mismo fue inaugurado el 26 de junio. De acuerdo a los términos de la división de Alemania, los aviones cargueros no serían considerados “aviones de guerra” aunque fueran piloteados por militares. El puente aéreo parecía demasiado ambicioso: un avión cada tres minutos durante las 24 horas del día. Sin embargo, lo hicieron. Durante 318 días, Gran Bretaña y EEUU realizaron más de 150.000 vuelos, y transportaron un millón y medio de toneladas de suministros a la ciudad. Esto fue denominado “Operación Vittles” (víveres), y los C-47 Skytrain americanos y sus hermanos británicos (que llamaban Dakotas), ambos derivados del DC-3, fueron los aviones que iniciaron la tarea. Pronto la capacidad de los mismos resultó insuficiente y se requirieron aviones más grandes y que pudieran aterrizar en los aeropuertos de Berlín Occidental: los Douglas C-54 Skymaster.
Durante todo el verano, más de dos millones de berlineses dependieron del puente aéreo para abastecerse de comida, combustible, remedios y otros artículos, y hacia el invierno hubo racionamiento de alimentos y cortes de electricidad.
Así las cosas, ocurrió que el coronel norteamericano Gail Seymour Halvorsen, luego de completar un vuelo de su C-54 al aeropuerto de Templehof, se acercó a saludar a un grupo de chicos que observaba las operaciones en el final de la pista. Algunos de los niños, que hablaban inglés, le preguntaron por los aviones y los vuelos. Halvorsen tenía en el bolsillo dos tiras de chicle Wrigley Doublemint, y se las dio. Los chicos partieron los chicles en minúsculos pedazos y los compartieron entre todos los que pudieron. A los que no les tocó, se contentaron con oler el papel. Halvorsen se conmovió por la actitud de los niños, les prometió volver con más caramelos y les dijo que se los arrojaría desde el avión en vuelo. Los niños le preguntaron cómo iban a saber qué avión era el suyo, y Halvorsen les contestó que sacudiría las alas de su avión cuando estuviera sobre ellos. Halvorsen cumplió su promesa, juntó barras de chocolate y en su siguiente vuelo las lanzó sobre los chicos, atadas a un paracaídas hecho con un pañuelo. En los días posteriores, ya había más paracaídas con golosinas cayendo sobre cada vez más chicos, y se hizo costumbre.
Empezaron cartas de agradecimiento para el “Tío Chocolate”, el “Tío Wiggly Wings” (el que sacude las alas) y el “Flying Chocolate”. Al tiempo, un diario escribió una nota y esta llegó a las noticias en Estados Unidos. El general William Tunner, comandante de la operación, llamó a Halvorsen: le comentó que aprobaba lo que había hecho (aunque el jefe directo de Halvorsen no lo hacía) y daba inicio a la Operación Little Vittles. Poco tiempo después se convertiría en un esfuerzo conjunto y un elemento de propaganda inmenso, con fabricantes de golosinas donando toneladas de caramelos y dulces, y Halvorsen fue considerado un héroe de posguerra.
Además del exitoso puente aéreo, Occidente respondió al bloqueo soviético embargando las exportaciones de Alemania Oriental y del bloque del este. Que el Berlín “bloqueado” no se rindiera a causa del hambre significó una victoria para Occidente; y finalmente, en primavera, afectados por dicho embargo, los soviéticos cedieron y levantaron el bloqueo sobre Berlín el 12 de mayo de 1949.
Ese mismo mes, en la RFA, Konrad Adenauer fue elegido canciller y desarrolló una economía social de mercado. En la RDA los soviéticos convocaron a unas “elecciones dirigidas” y fue elegido el Congreso del Pueblo, dominado por los comunistas, y en octubre de 1949 Wilhelm Pieck se transformó en primer ministro del “primer Estado de obreros y campesinos en territorio alemán”. Sin embargo, el poder real estaba en manos de Walter Ulbritch, secretario del Partido Comunista, que controlaba el aparato estatal. La historia de las dos Alemanias tomaba caminos opuestos, y el Muro de Berlín sería, años más adelante, el doloroso símbolo de esas diferencias.