Hijo y nieto de arquitectos, estudió tanto en Munich como en Berlín, donde conoció a Heinrich Tessenow, uno de los grandes urbanistas alemanes. Sin embargo, y a pesar de la admiración de Speer, Tessenow fue cesanteado como docente con el advenimiento del nazismo. Speer solía repetir una de frases de su maestro, “lo más simple no es siempre lo mejor, pero lo mejor es siempre simple”.
En 1931 Speer adhiere al partido nacionalsocialista y desde entonces comienza una meteórica carrera dentro del partido y desde 1933 en el gobierno.
Su primer gran triunfo fue diseñar la manifestación de Nuremberg de 1933, que contó con la aprobación y congratulación del mismo Hitler, quien toma a Speer como asesor. Junto a Paul Troost le es encomendada la construcción de la Cancillería, finalizada en 1939. Como Hitler vivía allí, se veía a diario con Speer, quien frecuentemente cenaba con el Führer.
Núremberg se convirtió en el lugar preferido de concentraciones partidarias y escenario del film de Leni Riefenstahl, “El triunfo del deseo”. El aria estaría rodeada por 130 reflectores antiaéreos y era llamada la Catedral de la Cruz.
Gracias al imponente sistema de luces, Núremberg fue el lugar ideal para las concentraciones nocturnas, tan del gusto en los tiempos de III Reich, ya que Hitler adoraba los monumentos romanos.
También fue Speer quien intervino en el diseño del Estadio Olímpico, sede de los juegos de verano de 1936.
En esta fase expansiva del nacionalsocialismo, Hitler le encomendó el proyecto de Berlín como capital del imperio, con un boulevard de casi 5 km de largo, que Speer llamó la Prachtstrasse (la calle magnífica) dotada de un arco del Triunfo[1].
A pesar de no ser un notable antisemita, llevó adelante las leyes raciales, desplazando a más de 75.000 familias hebreas de sus hogares, aunque reiteró que desconocía el destino de estas personas en más de una oportunidad, aunque existen testigos que esta afirmación era una farsa, ya que en dos oportunidades visitó campos de concentración y estaba consciente que en sus obras se usaba mano de obra esclava.
Fritz Todt era jefe del Ministerio de Armamento al inicio de la guerra y había tenido varios altercados con Hitler debido al ritmo vertiginoso que quería imprimir en la producción de armas. Muy convenientemente, Todt muere en un accidente de aviación y en apenas horas, Speer es asignado a este nuevo puesto, que cumplirá hasta el fin de la contienda.
Cumpliendo las terribles demandas de producción que exigían ambos frentes. Y superó las enormes dificultades, centralizando el poder sobre la economía de guerra que él mismo conducía.
Hitler depositó su pleno respaldo en Speer, “firmaré todo lo que venga de ti”. Hasta el mismo Goebbels lo reconocía como un genio de la organización y era considerado entre la elite, como el posible sucesor del Führer.
Junto a su jefe visitaron París, ciudad que Hitler nunca había visitado. Al ver el enterratorio de Napoleón en Les Invalides, Hitler hizo una serie de comentarios a Speer sobre cómo habría de ser su mausoleo.
A pesar de los celos creados entre los miembros de círculo más estrecho de Hitler, Göring y Bortman, cuando Speer envió su renuncia, el Führer se entrevistó personalmente con él y le prometió “que todo sería como antes”.
Ante la inminente caída del Reich y el célebre atentado del 20 de julio de 1944, figuraba en la lista original el nombre de Speer, aunque finalmente su nombre figura tachado.
Cuando Hitler puso en marcha la Orden Nerón de arrasar con todo para que nada quedara a merced del enemigo, si bien Speer no se opuso formalmente, intentó atrasar la aplicación de este decreto.
Gran parte de lo que se sabe de los últimos días del Reich y la relación entre estos dos hombres que habían compartido 10 años de trabajos, se conoce por la autobiografía del arquitecto que resulta a toda vista, autoindulgente. Después de la muerte de Hitler, Speer fue muy colaborativo con los aliados.
En 1945 fue juzgado por crímenes de guerra, en el mismo estadio que él había asistido a ser famoso: Núremberg. La principal acusación era el trato a los prisioneros de guerra… A lo largo del juicio trató de no eludir su responsabilidad ante los jueces, y testificó que a comienzos de 1945 había tratado de matar a Hitler, usando gases venenosos.
Con fallo dividido (3 de los 8 jueces propusieron su ejecución), fue condenado a veinte años de prisión. Pesó entre los jueces la resistencia a cumplir con el Plan Nerón que hubiese ocasionado enormes pérdidas.