Se suele decir que la literatura es un arma poderosa y – por más que suene como una mera metáfora – en ningún caso queda más claro que en el contexto de la Guerra Fría. Ya es folklórico hablar de los millones de libros y revistas que entraron a la URSS clandestinamente con el fin de lograr que los ciudadanos se cuestionaran las bases de su vida en el socialismo y, potencialmente, desestabilizar al régimen. Pero de todas estas historias, ninguna es más icónica que la referida a la publicación y difusión de la novela Doctor Zhivago.
Esta historia, por supuesto, había comenzado muchos años antes en Rusia, cuando Borís Pasternak, nacido en el seno de una familia de artistas el 10 de febrero de 1890, era uno de los autores más celebrados de la Rusia revolucionaria. Desde joven se había destacado como poeta vanguardista y, como muchos otros intelectuales del momento, recibió la Revolución de Octubre con los brazos abiertos. Le dedicó grandes obras, como el poemario Mi hermana la vida (1922) y llegó a ser reconocido oficialmente al punto de ser enviado como representante del régimen al Primer Congreso para la Defensa de la Cultura en París en 1935. Sin embargo, hay razón suficiente para considerar que Pasternak tenía sus reservas respecto al desarrollo del socialismo en la URSS y no sorprende demasiado que se mostrara reticente a la hora de comulgar con posturas extremas, como las purgas de finales de la década del treinta.
Desde entonces, sufrió las represalias de su rebeldía y se retiró a su datcha en Peredelkino donde, habiendo dejado de escribir, se dedicó a la traducción de clásicos occidentales como Shakespeare, Goethe, Verlaine y Rilke. Mientras tanto guardaba la esperanza de recuperar su estatus en la URSS, pero hacia el final de la guerra – especialmente después de la redacción de la llamada “doctrina Zhdánov”, que buscaba eliminar el “servilismo hacia el Oeste” – quedó claro que Pasternak, con su trabajo presente y su amante, la escritora Olga Ivinskaya, condenada a diez años en el gulag para apretarlo, jamás lo conseguiría. Fue entonces que decidió concentrarse en la redacción de la que sería su obra más famosa y controversial, Doctor Zhivago.
Esta obra, que había comenzado a escribir en 1945, estilísticamente apelaba a la trayectoria de la novela rusa decimonónica, pero desde una perspectiva intensamente moderna retrataba la historia personal de Yuri Zhivago, doctor y poeta, desde principios del 1900 hasta su muerte en 1928. El texto, lógicamente, se metía con diversas cuestiones de la historia rusa reciente y criticaba el contexto revolucionario al mostrar la forma en la que un hombre podía perderse fatalmente cuando cuestiones que escapan a su control intervienen en su vida.
Aparentemente Borís Pasternak terminó el manuscrito en 1955 y lo envió para su publicación a la importante revista literaria Novyi Mir. Éste sin embargo fue rechazado formalmente en septiembre de 1956 con una extensa carta que, analizando la obra en detalle, sentenciaba que la novela parecía haber sido escrita en la amargura y que era impublicable por representar “el espíritu de la no aceptación de la revolución socialista”. El reproche rápidamente se transformó en escándalo y Pasternak fue denunciado públicamente y expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos.
A pesar de todo, la novela finalmente vería la luz gracias a los esfuerzos del reconocido y excéntrico editor italiano comunista Giangiacomo Feltrinelli. Por intermedio de uno de sus agentes, Sergio D’Angelo, Pasternak le hizo llegar el manuscrito para ser publicado fuera de la URSS, confiando en que las simpatías políticas del editor serían suficientes para evitar una persecución.
El libro salió en noviembre de 1957 y fue un éxito, generando el suficiente furor como para inspirar traducciones y publicaciones en Inglaterra y en Francia. En paralelo, no resulta sorpresivo que en los Estados Unidos esto se viera como una importante oportunidad para explotar ideológicamente. En un proceso que está muy bien fundamentado por unos cien documentos que fueron recientemente desclasificados por la CIA, para diciembre de 1957 ya existían memos que señalaban al libro como “más importante que cualquier otra literatura que haya salido del Bloque Soviético” y recomendaban que la novela fuera “publicada en la máxima cantidad de ediciones extranjeras, para su máxima discusión y celebración en el mundo libre, además de ser considerada para honores tales como el premio Nobel”.
Más allá de que Pasternak de hecho llegó a ganar (y rechazar) el Nobel por su labor poética en 1958 – con cuanta intervención extranjera, no está del todo claro -, la historia del uso de la novela como arma ideológica a fines de los cincuenta es realmente sorprendente. Según los documentos de la CIA y la opinión de historiadores que han tratado el tema extensamente como Paolo Mancosu, Peter Finn y Petra Couvée, todo comenzó cuando el manuscrito que estaba en poder de la hermana de Pasternak en Inglaterra, en una situación muy poco clara, fue microfilmado. El rollo que contenía el material llegó a las manos de un agente estadounidense desconocido en enero de 1958 y, poco después, al cuartel central de la CIA. Considerando fundamental que la novela llegara a las manos del público soviético, rápidamente se orquestó una operación para editarla en ruso y distribuirla clandestinamente. Según quedó consignado en muchos documentos, se buscó específicamente proteger a Pasternak y evitar cualquier asociación que pudiera revelar que los Estados Unidos estaban detrás de este proyecto, por lo que el libro se editó inicialmente en Holanda y, de la tirada inicial de 1000 ejemplares, se distribuyeron unos 500 en el pabellón del Vaticano de la Feria Internacional de Bruselas, evento al cual acudirían miles de turistas soviéticos. La operación fue exitosa, pero pronto surgieron problemas legales que expusieron el hecho al escrutinio del público e hicieron peligrar el secreto. La editorial holandesa, parece ser, no había solicitado debidamente el permiso para imprimirla a Feltrinelli, poseedor de los derechos internacionales del libro, por lo que el italiano, hecho una furia, salió a denunciar su explotación ideológica.
Después de varios meses de negociaciones, la cuestión parece haberse zanjado con algún tipo de compensación económica y con la habilitación de una visa extraordinaria para que el confesado comunista Feltrinelli pudiera viajar a los Estados Unidos. Mientras tanto, los engranajes seguían girando y para abril de 1959 los documentos de la CIA indican que la mayoría de los ejemplares originales ya habían sido entregados a los soviéticos. Por esta razón se elaboró una nueva edición en formato “miniatura” (de 9 mil ejemplares) que se imprimió en los Estados Unidos, pero se armó para que pareciera que había sido editada en París por una asociación ficticia llamada la Société d’Edition et d’Impression Mondiale. Todo esto vino acompañado de planes para su difusión, junto con otros 30 mil ejemplares de libros prohibidos como 1984 y Rebelión en la granja de Orwell, en el Festival Mundial de la Juventud en Viena a fines de julio; y con detallados informes que explicaban, no sólo como entrar los libros a la URSS, sino también las mejores formas de usar el libro como excusa para hablar de “el tema general del ‘comunismo vs. la libertad de expresión'”.
Más allá de la trama de espionaje, aunque se había intentado evitarlo por todos los medios, Pasternak sufrió las consecuencias del éxito de su libro. Se consideró deportarlo, pero la atención que trajo haber ganado el Nobel, parece ser, obligó a reconsiderar la propuesta por miedo a la repercusión internacional. No obstante, Pasternak fue obligado a renunciar al premio y se le dejó claro que, si él salía del país, jamás podría volver.
En los siguientes dos años él siguió traduciendo, escribiendo poesía y recibiendo las regalías de su libro a cuentagotas – traídas de una cuenta en Suiza por personas que lo iban a visitar – hasta que falleció en 1960 a causa de un cáncer de pulmón. Luego de su muerte, la maldición que pesaba sobre él recayó sobre su amante Olga y su hija, Irina Emelyanova, quienes fueron acusadas de favorecer el lazo de Pasternak con los editores extranjeros y enviadas a campos de trabajo, dónde pasaron 8 y 2 años, respectivamente. Aunque Doctor Zhivago circuló de forma clandestina durante muchos años, recién en 1988 se publicó por primera vez en Rusia y, al año siguiente, el hijo de Pasternak fue habilitado para viajar a Estocolmo a recibir el Nobel que su padre nunca había podido ir a buscar.