Bertrand Russell, una mente superior

Bertrand Russell perdió muy tempranamente a sus padres, quienes habían expresado el deseo de que, en caso de su fallecimiento, el joven Bertrand y sus hermanos fueran educados por algunos amigos de su familia, entre ellos el filósofo John Stuart Mill. Sin embargo fue la abuela de Bertrand quien se hizo cargo y tuvo una gran influencia en él. No fue enviado a colegios; estudió con institutrices y profesores privados, principalmente franceses y alemanes, y como consecuencia de ello en su adolescencia ya hablaba fluidamente ambos idiomas.

Ya sintiendo inclinación por las matemáticas y la lógica ingresó a la Universidad de Cambridge, dominada en esa época por la filosofía hegeliana. En un principio Russell aceptó esa tradición pero a partir de 1898 comienza a mostrarse contrario a la misma, ya que entendía que ese pensamiento no le permitía avanzar en la fundamentación de las matemáticas. Consideraba que una perspectiva idealista y monista era contraria a la creencia del sentido común (el “sentido común” es el rasgo más detacado del pensamiento de Russell) y eso lo llevó a adoptar un “realismo extremo” (“mucho de lo que pasa por idealismo es odio o amor al poder enmascarado”). Russell abandonaría también el realismo extremo en su madurez.

Publicó en 1902 la llamada “Paradoja de Russell”, en 1903 “Los principios de las matemáticas”, y encaró posteriormente junto con Alfred North Whitehead la enorme tarea de abordar sistemáticamente la matemática pura a partir de la lógica; el resultado fueron tres volúmenes publicados entre 1910 y 1913 bajo el título de “Principia mathematica”, obra considerada como el origen de la matemática moderna. Desarrolló teorías que involucraron las clases, los conjuntos, las descripciones y los tipos lógicos.

Para entonces Bertrand Russell ya investigaba corrientes filosóficas, publicando en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial varios libros importantes, entre ellos “Los problemas de la filosofía” y “Nuestro conocimiento del mundo exterior”, que fueron las obras fundacionales de una corriente filosófica llamada “empirismo lógico”.

Tuvo una posición radicalmente pacifista ante la Primera Guerra Mundial, y fue encarcelado por eso. “La historia del mundo es la suma de aquello que hubiera sido evitable”, decía. Estando en prisión escribió, en 1918, “Introducción a la filosofía matemática”. Luego de terminada la guerra viajó a la URSS y a China, escribiendo después ensayos críticos sobre la visión del mundo de aquellos regímenes. “Creo que los principios teóricos del comunismo son falsos, y pienso que la práctica de sus máximas aumenta inconmensurablemente la miseria humana”.

Luego de leer y debatir con su ex-alumno y colega Ludwig Wittgenstein, Russell reformuló su filosofía llamándola “atomismo lógico”; en ella sostenía que la realidad está compuesta de hechos que corresponden a sus datos sensoriales puros y sus propiedades.

Bertrand Russell siempre tuvo opiniones que resultaron provocadoras para su época. En el ámbito de la educación, fundó una escuela que contemplaba un grado de libertad tal que los niños no eran sometidos a ningún tipo de coacción disciplinaria y se estimulaba la espontaneidad de los alumnos haste límites casi grotescos. “Cuando encuentres oposición, trata de superarla por medio de la razón y no de la autoridad, pues una victoria que dependa de la autoridad es irreal e ilusoria”.

En materia de educación religiosa y moral, Russell decía: “no puedo aceptar el punto de vista de tantos políticos que dicen que, incluso si no hay Dios, consideran deseable que la mayoría de la gente sea creyente porque tal creencia anima a desarrollar una conducta virtuosa”. “¿Cómo puede una conducta genuinamente deseable necesitar creencias falsas como motivo?” “Lo que se necesita no es la voluntad de creer sino el deseo de averiguar, que es exactamente lo contrario”.

Russell fue uno de los pocos pensadores que se atrevió a escribir directamente en contra de las creencias religiosas, habiendo mantenido muchísimos debates y enfrentamientos sobre estas cuestiones. “Me opongo a toda superstición, sea musulmana, cristiana, judía o budista”. Escribió el famoso ensayo titulado “Por qué no soy cristiano” y es archiconocida su paradoja llamada “La tetera de Russell”, que demuestra en forma más que sencilla lo perjudicial de la religión y los dogmas. “Hasta donde recuerdo, no hay ni una palabra en los Evangelios en elogio de la inteligencia; debería reconocerse que esto es un serio defecto de la ética que se enseña en los centros educativos cristianos”. “Afirmo deliberadamente que la religión cristiana, tal como está organizada, ha sido y aún es el principal enemigo del progreso moral en el mundo”. “Observo que una gran parte de la especie humana no cree en Dios y no sufre por ello ningún castigo visible. Y si hubiera un Dios, me parece muy improbable que tuviera una vanidad tan enfermiza como para sentirse ofendido por quienes dudan de su existencia”.

Russell fue un importante partidario de lo que hoy llamaríamos “liberación sexual”, y escribió una obra célebre sobre estas cuestiones: “Matrimonio y moral”. Russell planteaba que lo que hicieran dos personas en forma consensuada por ambas y que les pareciera placentero estaba bien, y que lo que hicieran para ser felices debía ser respetado, siempre que no dañara a terceros. Esto incluía optar por relaciones que no se ajustaran a la tradicional institución matrimonial y experimentar variantes al respecto. “La humanidad tiene una moral doble: una que predica y no practica, y otra que practica y no predica”.

Russell se casó cuatro veces y tuvo tres hijos; tuvo amoríos tanto con mujeres aristócratas e intelectuales como con jóvenes deslumbradas por su fama, lo que le dio un perfil particular, debido al cual fue rechazado como profesor en la Universidad de New York luego de un proceso en el cual las autoridades de la universidad expresaron que Russell era una mala influencia y podía corromper a la juventud.

Después de la Segunda Guerra Mundial publicó más obras filosóficas y científicas notables, como “Investigación sobre el significado y la verdad”, “El conocimiento humano, su alcance y sus límites” y su famosísima “Historia de la filosofía occidental”. Para Russell, ferviente anti-nazi, “la única cura definitiva para la guerra es la creación de un Estado mundial lo bastante fuerte como para decidir, mediante la ley, en todas las disputas internacionales”. Mientras tanto, se hizo tiempo para condenar la participación de EEUU en Vietnam y la proliferación de armas nucleares. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1950 sin haber escrito ninguna obra ”literaria” aunque sí muchísimos ensayos de altísimo nivel intelectual. Los ensayos de Russell son sencillos, elegantes, precisos; maneja la dialéctica, la ironía, el genio y esa malicia deliciosa que es su marca registrada.

En su visión sobre el destino del hombre, Russell dice: “la vida del hombre es una larga marcha a través de la noche, rodeado de enemigos invisibles, torturado por el cansancio y el dolor, hacia una meta donde nadie puede detenerse mucho tiempo”. “El ser capaz de llenar el ocio de una manera inteligente es el último resultado de la civilización”. “Es la preocupación por las posesiones, más que ninguna otra cosa, lo que evita que el hombre viva noble y libremente”.

Bertrand Russell falleció el 2 de febrero de 1970, a los 97 años. Fue una mente superior, un referente moral y político para varias generaciones de pensadores. Su descomunal sencillez para analizar las cosas simples y para exponer el sentido común fue su encanto y su fuerza, y a la vez lo que lo hacía parecer tan provocador.

Chapeau.

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