Abigail Smith nació en Weymouth, Massachusetts, hija de un ministro, pronto se convirtió en ávida lectora, estudiosa de las obras de William Shakespeare y John Milton entre otros. Abigail no fue a la escuela, cosa común entre las jóvenes de la época. Abigail Smith y John Adams eran primos en tercer grado y se conocían desde niños. Al cumplir Abigail veinte años contrajeron matrimonio y pronto formaron una familia
Como abogado, John Adams pasaba mucho tiempo fuera de casa, hecho que se acentuó cuando se convirtió en miembro activo a favor de la guerra de independencia. Abigail estaba al frente de la familia, cuidando de los hijos y ocupándose de la granja familiar.
Luego de la revolución, Abigail se unió a su marido en Francia y más tarde en Inglaterra, donde fue el primer Ministro de Estados Unidos en la Corte de St. James de 1785 a 1788. Cuando su marido fue nombrado vice presidente al año siguiente, Abigail permaneció con él parte del tiempo, regresando a Massachusetts para cuidar de los negocios de la granja. Cuando estaba en Nueva York, asistía a Martha Washington con los dignatarios y otro oficiales.
El matrimonio mantenía una correspondencia regular, a través de la cual Abigail expresaba su preocupación por el trato de las mujeres. En una de sus muchas cartas lo exhorta y al Congreso a que “recuerden a las señoras, y sean más generosos y favorables a ellas que sus antecesores. No depositen poder ilimitado en manos de sus maridos. Recuerden que todos los hombres pueden ser tiranos si se los deja. Si no se pone particular atención en la vida de las mujeres puede ello resultar en una rebelión, en la que las mujeres no respetarán ninguna ley en la que no tengan una voz o representación”.
Como consejera y confidente de Adams cuando se convirtió en presidente en 1797, algunos críticos se oponían a la influencia de Abigail sobre su marido, llamándola “Señora Presidenta”. En la capital, Abigail se levantaba temprano para atender a su familia y luego se ocupaba de recibir visitantes y organizar eventos.
Abigail Adams escribió sobre los problemas y preocupaciones de la mujer del siglo XVIII, defensora de sus derechos a la propiedad, abogaba por mayores oportunidades principalmente en el campo de la educación. Estaba en contra de las leyes que no defendiese sus intereses, se oponía a la idea de que el papel de la mujer fuera simplemente el de acompañar al marido. Abogaba por el reconocimiento intelectual de la mujer, como influencia primordial en la vida de los hijos y los maridos.
Adams también creía que la esclavitud era infame y una amenaza al proceso democrático estadounidense. En una carta de marzo de 1776, explicaba: “dudo de que la mayoría de los habitantes de Virginia sientan tanta pasión por la libertad como dicen, cuando desean privar de libertad a su prójimo”
Es notable un hecho conocido en Filadelfia en 1791, cuando un joven libre llegó a su casa para pedirle que le enseñara a escribir. Abigail lo registró en una escuela nocturna local, por lo que un vecino presentó una queja a la que Adams respondió: “este joven es libre como otro cualquiera, ¿es por el color de su piel que se le debe negar una educación? ¿Cómo habrá de recibir una formación para ganarse la vida? Deberé entonces invitarlo a mi casa para enseñarle a leer y a escribir.”
Abigail y John Adams no siempre estaban de acuerdo en material de política, siendo ella favorable de declarar la Guerra a Francia en 1798 cuando Adams prefería una solución pacífica y menos costosa.
Cuando su marido fue vencido en las elecciones de 1800 por Thomas Jefferson, la familia se mudó a la nueva capital, Washington, D.C. donde fueron los primeros residentes de la Casa Blanca. Cuando Adams dejó la presidencia en 1801, la familia regresó a la granja. Allí Abigail continuó cuidando de los asuntos familiares y de su hija mayor, Nabby, quien moriría de cáncer en 1814. Azolada también por problemas de salud durante décadas, Abigail tuvo un derrame cerebral y falleció en la casa familiar junto a su familia.