Aarón Anchorena

Pocas veces las circunstancias son tan precisas, tan particulares, máxime en la biografía de un hombre que lo tuvo todo. Fortuna, simpatía, acceso a los sitios más selectos y sofisticados de Buenos Aires y París, además de conexiones envidiables. Era un bon vivant pero, al mismo tiempo, mucho más que eso. Durante las primeras décadas del siglo pasado, su familia, los Anchorena, se daba el lujo de viajar a Europa y llevar con ellos «la vaca atada». No se trata de mito: una vaca seleccionada de una de sus estancias era también pasajera en el mismo barco para que nunca faltase la leche fresca a bordo. Su inmensa riqueza los llevó a construir muchos de los palacios más suntuosos de la capital argentina y la coqueta Plaza San Martín era, casi, su «barrio cerrado», ya que el palacio de la Cancillería, el Palacio Paz (sede del Circulo Militar de la Ciudad de Buenos Aires) además de otros ya derrumbados por los atropellos de la modernidad, eran «las casas de los Anchorena».

Aarón de Anchorena formaba parte de todos estos vericuetos familiares (el apellido, incluso, se transformó en el paradigma de la oligarquía ganadera del país, circunstancia que tampoco dejaba de ser cierta) pero no era sólo eso, no era sólo un dandy: fue también un aventurero extraordinario, fue el primer turista del lago Nahuel Huapi, el primer campamentista, el primer mochilero, el primero en llegar a lugares desconocidos por completo para sus contemporáneos. Poco se sabe de esta faceta de Aarón, personaje sobre el que no abunda la información y sobre el que poco se ha escrito.

La idea de hoy es rescatar el enorme espíritu aventurero de Aarón Félix Martín de Anchorena Castellanos (Buenos Aires, 5 de noviembre de 1877 – estancia Anchorena, Colonia, Uruguay, 24 de febrero de 1965), notable personaje que, a pesar de disfrutar de una fortuna incalculable, se animó a atravesar la Patagonia en 1902, acompañado por Esteban Lavallol y Carlos Lamarca. Escoltados por cuatro soldados llegaron hasta el río Chubut y, luego, hasta la Colonia Nahuel Huapi, donde abordaron el único barco que existía en ese entonces y desembarcaron en la «isla» (la Isla Victoria) para acampar en un sitio que ahora se conoce -y no casualmente- como Puerto Anchorena. Aarón, quien tenía 25 años, se enamoró definitivamente del lugar (no es para menos) y de la Patagonia. Durante el camino de regreso, en Chinchinales, provincia de Neuquén, se encontró con Francisco Pascasio Moreno, que viajaba a Bariloche a lomo de mula. Ambos conversaron respecto a la posibilidad de que el Gobierno Nacional la adjudicase la isla. No la pudo comprar ya que las leyes establecían claramente que se trataba de «propiedad inalienable de la Nación» pero logró su usufructo de por vida en 1907 (el presidente era José Figueroa Alcorta, aunque a la decisión la tomó el Congreso Nacional).

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Aarón de Anchorena.

Aarón de Anchorena.

Anchorena con su empuje le dio vida al Nahuel Huapi y a la isla. En pocos años llevó animales exóticos como faisanes o ciervos, creó un vivero y forestó con más de dos mil especies de árboles de todo el mundo. Además instaló en la isla a un alemán que construyó los primeros barcos en el astillero que se levantó en Puerto Anchorena y que también se encargó de construir la casa que en la actualidad (y afortunadamente) se puede ver y apreciar, completamente restaurada. El germano, ingeniero civil, fabricó entre otros navíos el famoso Nahuel Huapi (encargado por Primo Capraro) o el Patagonia, para el mismísimo Anchorena.

Aarón no sólo transformó a la Isla Victoria en un lugar exclusivo sino que adquirió tierras para sus sobrinos Ortiz Basualdo en Península Huemul y para Jorge Newbery, con quien realizó el primer vuelo en globo aerostático (el mítico Pampero) sobre el Río de la Plata el 25 de diciembre de 1907, vuelo que no sólo resultó fundacional para la historia de la aviación, sino que se transformó, una vez aterrizado en la República Oriental y a partir del entusiasmo de Aarón, en el Parque Nacional Anchorena, en la Barra de San Juan, Uruguay, el «paisito», otro de sus grandes e infinitos amores.

Aaron fue un personaje especial. Cierto es que pudo hacer lo que se le antojó, pero también cultivó como pocos ese espíritu de sportsman y aventurero, un espíritu común a muchos de los hombres que la Patagonia atrajo para sí a lo largo de los tiempos. Quizá como nadie (y antes que nadie, evidentemente) advirtió las posibilidades que ofrecían lugares tan escandalosamente bellos como la Isla Victoria y el lago Nahuel Huapi.

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Pampero.

Pampero.

EL GRAN VUELO

El 25 de diciembre de 1907, a bordo del Pampero, Aarón de Anchorena y Jorge Newbery cruzan por primera vez el Río de la Plata en globo. Pero no todo fue tan sencillo. La escena transcurre en la Sociedad Sportiva, ubicada en lo que hoy es el Campo de Polo de Buenos Aires, en Palermo. El aparato, que Anchorena había traído de París, tarda en inflarse. Mientras, Aarón discute con el experto francés que había viajado especialmente para la ocasión. Cruzan palabras fuertes: pese a que el Pampero luce ahora perfecto, el francés no tiene la menor intención en participar de un intento al que no duda en calificar de «suicidio». Y Aarón no quiere suspender el vuelo. Está por las suyas, únicamente. Lo rodea una pequeña multitud de curiosos. Aarón, acaso sólo por delicadeza, pregunta si alguien lo quiere acompañar. El enorme Jorge Newbery acepta el convite. Después de la foto y del abrazo, ambos suben a la barquilla. Aarón ordena cortar los cables. El Pampero está en el aire. Son las 12:45. El viento ayuda. Con el inmenso y encantador Río de la Plata por debajo, el Pampero alcanza una altura máxima de 3.000 metros. Hace frío. Sienten frío. Hay problemas. El globo cae, con ellos simplemente enganchados de redes y sogas. Ya se han desprendido de todo lastre, incluso de la barquilla, a la que han soltado. Pero los dioses del río y un par de ráfagas salvadoras evitan una catástrofe. El Pampero aterriza, torpemente, como puede, casi de milagro, con ambos tripulantes colgados del último suspiro. Pero todo se detiene después de varios tumbos y rodadas. Están en la República Oriental del Uruguay. Han atravesado el Río de la Plata, una proeza inimaginable. El vuelo es paradigmático. Aarón no volaría nunca más por expreso pedido de su madre, quien temía por su vida y además le había prometido una estancia si dejaba de hacerlo. Para Jorge Newbery, en cambio, se trató de un hecho trascendental en el camino que lo llevaría a transformarse en pionero de la aviación argentina.

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Jorge Newbery y Aaron Anchorena en la barquilla del globo

Jorge Newbery y Aaron Anchorena en la barquilla del globo “El Pampero”, momentos antes de realizar la primera ascensión, 25 de diciembre de 1907.

En la estancia que le regaló su madre (11.000 hectáreas de campo junto a la desembocadura del río San Juan), Aarón desarrolló una actividad muy variada. Impulsó la producción agropecuaria, que exportaba a Argentina y Europa. Pero además, mandó construir su residencia en una combinación de estilos normando y Tudor; y el parque circundante fue encomendado a un paisajista alemán Hermann Bötrich, que con gran esmero seleccionó las especies exóticas con que lo embelleció. Anchorena llegó a tener 300 empleados en su estancia, de los cuales 100 se dedicaban al cuidado del parque.

También mandó traer especies animales con la finalidad de dedicarse a la cacería; introdujo el ciervo axis y el jabalí. Su estancia llegó a ser un importante coto de caza en Sudamérica.

El 26 de agosto de 1933 contrajo matrimonio en París con Zelmira Rosa Paz Díaz, quien era la hija menor de José C. Paz, heredera del diario La Prensa y viuda de Alberto Gainza Lynch.

Aarón de Anchorena falleció el 24 de febrero de 1965.

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Parque Anchorena.

Parque Anchorena.

Aarón no tuvo descendencia directa. El 6 de noviembre de 1963 suscribió su testamento. Dejaba tierras a sus dos ahijados, Juan M. de Anchorena y Luis Ortiz Basualdo. Pero lo más destacable es que legó el casco de la estancia con todo su parque al estado uruguayo gracias a su amistad con el por entonces presidente Juan José de Amézaga y como agradecimiento al país hermano que lo albergó durante gran parte de su vida. Por tal razón, su nombre es muy conocido en Uruguay: su casa es utilizada como residencia de descanso presidencial. Desde 1990, el Parque Anchorena está abierto al público.

Los restos mortales de Aarón de Anchorena, según expreso deseo del extinto, fueron sepultados en la estancia la Barra de San Juan. En su base de la torre de piedra, Anchorena mandó construir su sepulcro donde yacen sus restos tal como lo dispuso en su testamento.

El Día de la Aviación Civil Argentina se festeja el 5 de noviembre en homenaje a su nacimiento.

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