A pocos le debemos tanta belleza: Giuseppe Verdi

Aida, Rigoletto, Don Carlos, Falstaff, La Traviata, Il Trovatore, fueron solo algunas obras que asistieron a encumbrar la figura de este hombre cuyo nombre se convirtió en acrónimo de las consignas libertarias de Italia, entonces dominada por Austria.

“Vittorio Emanuele Re D’Italia” era la voz que unía a luchadores por la unificación de esa nación bajo el monarca de Cerdeña y Piamonte.

El “Va, Pensiero” era el canto del pueblo hebreo en el exilio, del tercer acto de su ópera Nabucco, fue el grito de batalla de los italianos.

A pesar de su avanzada edad, Giuseppe Verdi continuó componiendo. Ya no tenía las fuerzas para emprender la magna tarea de una ópera. Falstaff, su última obra, puede considerarse una irónica percepción de la naturaleza humana; después de todo, la vida tiene mucho de teatral.

También compuso en esta época obras religiosas, aunque no había sido un hombre especialmente devoto. De estos últimos tiempos es el Réquiem y su Te Deum.

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Giuseppe Verdi.
Giuseppe Verdi.

 

 

En años nuevo de 1901 fue invitado a la recepción del poeta Cesare Pascarella. Un enfriamiento lo postró y no salió de su casa hasta el 18 de enero. En esos días le escribió a De Amicis una carta donde describía lo torturante que era vivir en esta inactitud. “Ya no sé qué hago en este mundo…”. El 21 sufrió un embolismo cerebral. Su médico acababa de visitarlo. Mientras se prendía su chaleco, se o escuchó balbucear, “Un botón más, un botón menos”, y cayó desplomado. Su médico de cabecera, el Dr. Grocco volvió a Milán, pero poco pudo hacer. En el Grand Hotel de Milán, donde residía Verdi, se tomaron las medidas para reducir los ruidos que pudiesen perturbar el reposo del maestro. El mundo aún estaba convulsionado por la muerte de la Reina Victoria, ahora se aprestaba a perder al Rey de la música.

El 26 de enero se había perdido las esperanzas de una recuperación, cada hora se emitía un boletín sobre el estado del compositor. Afuera lo esperaba Boito, el escritor de tantos éxitos que habían compartido, los Riccordi editores de su monumental obra, María y Peppina Carrara y otros artistas que habían acompañado a Giuseppe por tantos años.

Verdi falleció en la madrugada del 27 de enero.

La multitud que esperaba afuera del hotel, recibió en silencio apesumbrado la aciaga noticia. La ciudad se tiñó de luto y espontáneamente entre los locales de Milán cerraron sus puertas.

Durante la procesión, que Verdi había pedido expresamente que fuera modesta, la multitud coreó espontáneamente las estrofas de “Va, Pensiero”, el último homenaje al maestro.

 

Verdi

 

 

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