Después de cuatro años y tres meses de contiendas, habían muerto nueve millones de soldados en los campos de batalla, y diez millones de civiles, víctimas del hambre y las enfermedades por un conflicto en el que se habían movilizado 75 millones de combatientes, de los cuales 21 millones fueron heridos, y 6.5 millones quedaron inválidos, dejando 4 millones de viudas y casi 10 millones de huérfanos.
Esta contienda, célebre por la ignominiosa guerra de trincheras, llegó a un inesperado final, no por una derrota en el campo de batalla, sino por la insostenible presión del frente interior en Alemania con huelgas, motines y boicots que ponían en peligro el poder de fuego de dicha nación. La Primera Guerra fue una guerra industrial, por el material utilizado y porque cada nación debía fabricar millones de balas y 30 millones de proyectiless por mes. Si esto fallaba, la derrota era segura.
Las diferencias en la contienda no eran tan elocuentes a favor de los Aliados, pero la conflictiva situación social de Alemania con la abdicación del Káiser el 8 de noviembre, llevó al nuevo gobierno a firmar un apresurado armisticio y, posteriormente, a negociar bajo presión el discutido Pacto de Versalles que condenó al país a pagar inmensas indemnizaciones, ceder sus colonias y perder Alsacia Lorena, creando el germen del descontento que estalló años más tarde.
Esta derrota llevó a un nuevo equilibrio de las potencias donde el gran ganador fue Estados Unidos que para fin de la guerra era dueña del 45 % del PBI mundial. Curiosamente, en 1916 los norteamericanos estuvieron a punto de cortar el crédito a Inglaterra ¿qué hubiese pasado? ¿Quién hubiese provisto a los aliados los 6.000 millones de libras que necesitaban para sostener la guerra? Después de 1918 EE.UU. aumentó su PBI y fortaleció su posición como líder del mundo, mientras Alemania, Rusia, Francia y el Imperio Otomano disminuían su PBI en casi un 40 %.
Estados Unidos exigió la devolución de los préstamos que le habían otorgado a Gran Bretaña, que los retornó con fondos que percibió de las indemnizaciones que pagaron los alemanes, con dinero que los americanos, a su vez, le prestaban.
Este esquema circular que generaba más y más intereses, terminó en 1931, cuando Inglaterra aún le debía a Estados Unidos 4.400 millones de dólares que el Reino Unido nunca pagó. Alemania, que debía pagar el 6 % de su PBI en concepto de intereses por las indemnizaciones de guerra, también interrumpió el pago en 1931, pero terminó de pagar en 2010 los 296.000 millones de marcos (más intereses) acordados en 1920.
Si bien los Estados Unidos e Inglaterra trataron de atenuar las sanciones a Alemania (lo hicieron acordando créditos, como el Plan Young), la posición de los franceses fue revanchista y exagerada. Las imposiciones resultaron excesivas y terminaron por exaltar un fanatismo reivindicatorio de lúgubres consecuencias, ya que condujo a la aparición del Nacional Socialismo. Este grupo adoptó políticas racistas porque consideraban que el país había sido traicionado por el sionismo internacional, responsable de los disturbios encabezados por activistas marxistas de origen judío que habían paralizado las fábricas. Este hecho fue conocido como “la puñalada por la espalda” – Dolchstosslegend, frase acuñada por Sir Neil Malcom que le gustó al general Ludendorff, encargado de difundir este concepto en una sociedad que necesitaba un justificativo para semejante derrota.
La Primera Guerra Mundial fue el comienzo del fin del colonialismo europeo y la consagración de Estados Unidos como baluarte económico mundial y árbitro de los conflictos mundiales.
El endeudamiento de las naciones creó presiones inflacionarias y el hundimiento del patrón oro (un parámetro inelástico para un mundo en expansión). La falta de oro y el exceso de emisión sin respaldo, condujo a la hiperinflación en Alemania y Austria. La libra esterlina fue reemplazada por el dólar como moneda de referencia, aunque el crack del ’29 puso en duda este liderazgo.
Con el fin de la Primera Guerra surgió Keynes, su escuela y las políticas proteccionistas de la mano de gobiernos totalitarios, el afianzamiento del comunismo y el germen de un conflicto aún más virulento y global que estallaría años más tarde y tendría como actores principales a las mismas naciones que habían perdido millones de soldados en la Primera Guerra, con la que termina el largo siglo XIX y comienza el terrible siglo XX.