Todas las revoluciones liberales que siguieron a la Ilustración tenían que afrontar la contradicción de que en una nación libre la esclavitud fuera algo legal. Algunos la abolieron, otros transigieron. Los franceses cambiaban de opinión según quién gobernara, y después de la Revolución Francesa decidieron “introducir un poco de democracia” en su colonia en el Caribe, concediendo el derecho a voto a todo hombre libre con propiedades; es decir, a los blancos y a los mulatos. Esto no les gustó mucho a los blancos, que veían así disminuida su influencia política; por esa razón se generaron protestas y disturbios.
En agosto de 1791, repentinamente, los esclavos de la parte norte de la isla se rebelaron; mataron a dos mil amos blancos con las herramientas de labranza y quemaron cientos de plantaciones de café y de azúcar. Los blancos que sobrevivieron se vengaron a su vez, matando a diez mil esclavos.
En vista de eso, Francia se echó atrás con la ley de sufragio emitida. Como consecuencia, esta vez los que se levantaron fueron los mulatos, que se unieron a los esclavos y acorralaron a los blancos en varios puntos, matando a todos los blancos que encontraron a su paso, sin distinción de sexo ni edad.
En 1793 llegaron a la isla comisionados de Francia para tratar de arreglar las cosas. Empezaron elaborando una lista de deseos de los mulatos y parecían estar más dispuestos a respaldar a los esclavos; mientras, la población blanca empezaba a evacuar la isla hacia otras islas menos inestables y hacia los Estados Unidos.
El caos provocado dejó a Santo Domingo vulnerable ante cualquier otra potencia colonial; así, en 1793 llegaron tropas españolas y británicas para repartirse la colonia francesa, aprovechando la grave situación (“a río revuelto, ganancia de pescadores”). Con la marina británica dominando el mar, Francia no podía enviar tropas para impedir la invasión, así que lo que hizo fue declarar libes a todos los esclavos, con la esperanza de que lucharían contra los británicos y los españoles. Lo que se dice “sacar un as de la manga”. Y ese golpe de efecto funcionó. Con las fuerzas españolas había llegado a la isla un ejército de antiguos esclavos franceses bajo Toussaint L’Ouverture (un político y militar nacido en Haití). Así que, cuando Francia abolió la esclavitud, Toussaint y su gente se unieron a otros ejércitos de esclavos de distintos sectores de la isla formando una gran fuerza rebelde y la tortilla volvió a darse vuelta: la isla, en manos haitianas-francesas. Esta vez bajo el gobierno de los rebeldes de Toussaint, que había sido formado militarmente en España. “Hermanos y amigos: soy Toussaint L’Ouverture; he iniciado la venganza de mi raza. Quiero que la libertad y la igualdad reinen en Saint-Domingue. Trabajo para que existan. Uníos, hermanos, y luchad conmigo por la misma causa. Arrancad de raíz conmigo el árbol de la esclavitud.”
Pero los problemas siguieron. Napoleón restauró la esclavitud y, en un breve respiro entre las hostilidades entre Francia y Gran Bretaña, envió un ejército para aplastar a los esclavos. A tal fin envió a su cuñado Charles Leclerc con veinte mil hombres para tomar el control de la isla. Hubo muchos combates, los hombres de Toussaint lucharon con bravura y obstinación y al final, Leclerc se rindió y reconoció a Toussaint como legítimo gobernante de Haití. A su vez, Toussaint ofreció su capitulación a cambio de quedar libre y de que sus tropas se integraran en el ejército francés. Como para quedar en paz.
Todo muy lindo y civilizado, pero habría más. En junio de 1802, Leclerc invita a Toussaint a una cena: era una emboscada. Lo arrestaron y lo enviaron a Francia encadenado. “Al derrocarme, sólo se ha abatido el tronco del árbol de la libertad de los negros. Pero este volverá a brotar de sus raíces, porque son muchas y muy profundas”, dijo Toussaint. Una vez en Francia lo encerraron en una mazmorra en las montañas de Jura, donde murió olvidado un año después.
En mayo de 1803, cuando la guerra entre Francia y Gran Bretaña se reavivó, Napoleón dejó de enviar tropas a la isla. El ejército francés y mil ochocientos civiles salieron de la isla en una tregua en noviembre de 1803. Se había acordado que los enfermos y heridos, que estaban demasiado débiles para viajar, serían repatriados a Francia una vez recuperados. Pero después del éxodo de soldados y civiles sanos, los haitianos cargaron a los pacientes de los hospitales en botes, los llevaron a alta mar y los arrojaron por la borda.
El nombre Haití fue adoptado en 1804 por Jean-Jacques Dessalines luego de la batalla de Vertierres y de declarar la independencia del país.