Dresde: La ciudad arrasada por el fuego

Después de cruzar el Rin, los aliados encontraron una resistencia formidable por parte del Wehrmacht que peleaba dividido en dos frentes. Para enero, los soviéticos estaban muy cerca de Berlín.

A fin de minar la resistencia de los alemanes, los aliados bombardearon sin cesar distintas ciudades alemanas, incluida Berlín, Chemnitz y Leipzig. Durante la Conferencia de Yalta los soviéticos acordaron con los británicos y americanos aumentar la presión sobre el frente occidental para favorecer el avance del Ejército Rojo.

Hasta fines del ’44, Dresde fue la única de las grandes ciudades alemanas que no había sido atacada desde el aire, a pesar de ser un cruce ferroviario de importancia, donde la Reichsbahn reparaba sus trenes. En la ciudad existían, por lo menos 120 fábricas y talleres, además de industrias químicas, como Chemische Fabrik Goye, donde se producían gases tóxicos. En estos complejos industriales trabajaban miles de prisioneros como mano de obra esclava.

Sin embargo, y a pesar de la importancia como centro industrial, la parte de la ciudad que cobijaba la mayor parte de las fábricas fue escasamente dañada. La vieja ciudad, el centro histórico llamado La Florencia del Norte, fue arrasada, con el agravante que miles de refugiados se cobijaban en dicha parte de la ciudad, en sus túneles y sótanos, donde encontraron una muerte espantosa.

El 16 de enero de 1945, 133 aviones americanos arrojaron casi 300 toneladas de bombas y explosivos, y más de 41 bombas incendiarias de fósforo. Fue solo un ensayo que culminó un mes más tarde, el 13 de febrero. La primera tanda de aviones Avro Lancaster arrojó bengalas con paracaídas para iluminar la ciudad. Estos aviones abrieron el camino a las andanadas de Pathfinders. Esa noche cayeron 200.000 dispositivos incendiarios de bombas que oscilaban entre 250 a 2.000 kilos, estos últimos llamados Blockbusters por su capacidad de destruir una manzana entera con un solo impacto.

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Un bombardero británico Avro Lancaster como los que entraron en acción en Dresde arrojando bombas sobre Duisburgo.
Un bombardero británico Avro Lancaster como los que entraron en acción en Dresde arrojando bombas sobre Duisburgo.

 

Las corrientes de aire generadas por estas bombas, potenciaron la capacidad incendiaria del fósforo arrojado para iniciar el fuego.

La noche entre el 13/14, 650.000 bombas incendiarias cayeron sobre Dresde, en lo que llamaban Carpet bombing. La idea era arrasar la ciudad. El incendio sirvió de guía para las otras bombas, multiplicando las áreas de fuego que no podían ser extinguidas. Habían abierto una boca del infierno…

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Montaña de cadáveres tras los bombardeos del 13 y el 14 de febrero.
Montaña de cadáveres tras los bombardeos del 13 y el 14 de febrero.
 

Las bombas siguieron cayendo a lo largo de los días 14 y 15.

No bastó la destrucción de los edificios del centro de la ciudad, porque en marzo se reiniciaron los ataques, devastando lo poco que quedaba en pie. 572 aviones norteamericanos volvieron a atacar Dresde, arrojando 1.500 toneladas de explosivos y otras 164 toneladas de bombas incendiarias. Sobre un total de 220.000 viviendas, 75.000 fueron destruidas.

Sin embargo, lo peor estaba por llegar, porque el Ejército Rojo tomó Dresde y abrió otra puerta del Averno. Se calcula que, en la Alemania ocupada por los soviéticos, 2 millones de mujeres fueron violadas, en venganza por las millones de rusas ultrajadas por los alemanes durante su invasión a la Unión Soviética.

Según las autoridades nazis, las muertes a lo largo de enero, febrero y marzo, se estima que ascendieron a más de 200.000, aunque los números de otras fuentes ponen en duda que hayan excedido las 50.000 víctimas. Las dificultades en la determinación del número de muertos, no solo se debe a factores políticos; las bombas incendiarias convirtieron a Dresde en un enorme crematorio, reduciendo a cenizas los restos de los muertos, haciendo casi imposible un recuento certero.

Si bien la ciudad alemana más dañada por los bombardeos aliados fue Hamburgo (Operación Gomorra), el infierno incendiario desatado sobre Dresde convirtió al ataque de esta ciudad en un símbolo de la saña de los aliados con la población civil alemana, cuando poco faltaba para el fin de la guerra.

Los mismos británicos estaban impresionados por el ataque, hasta un parlamentario laborista, Richard Stokes, presentó el caso como un exceso de la represión británica.

Lo llamaron Terror bombing. El tema se debatió largamente. ¿Podía considerarse esto un crimen de lesa humanidad? ¿Fue un crimen de guerra? ¿Había que intimidar a los alemanes de esta forma para que claudicaran? Pocos meses más tarde esta historia se multiplicó con las muertes de 100.000 habitantes de Hiroshima y un número semejante en Nagasaki.

El debate sigue abierto.

Mucho se ha dicho, y distintos números se han esgrimido para justificar una u otra posición, aunque siempre ha de tenerse en cuenta que la primera víctima de la guerra es la verdad.

Lo cierto es que cada 13 de febrero, dos estudiantes de Dresde suben a la torre de la Kreuzkirch y hacen sonar su campana, mientras repican las de las demás iglesias de la ciudad, para no olvidar lo que nunca debería haber ocurrido.

 

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