Cuando el coronel William Frederick Cody se cansó de matar búfalos y pelear contra los indios, decidió que era tiempo de asumir su rol de héroe del salvaje oeste. Hacia 1883 inauguró un espectáculo del Wild West, donde recreó el ambiente del oeste americano. Para entonces llevaba 10 años sobre el escenario representándose a sí mismo.
Además de mostrar las costumbres de los indios y simular los enfrentamientos entre éstos y los caras pálidas, había montado un espectáculo de habilidades ecuestres y de doma a la que llamaban Rough Riding.
El espectáculo fue tan bien recibido en su país, que Cody quiso llevarlo a Europa. Hacia allá partieron 600 jinetes con caballos, tiendas, búfalos y todo. Allí no solo mostró las habilidades de sus cowboys, sino que reclutó a los jinetes más famosos del mundo: Charros mejicanos, cosacos rusos, beréberes árabes, y jinetes mongoles. Por supuesto que no podían faltar los gauchos de las pampas.
Le tocó a Eduardo Casey la dura tarea de seleccionar a los mejores domadores para enviar al show de Buffalo Bill en Inglaterra. Después de ver cientos de paisanos eligió a 32, a los que estudió detenidamente hasta quedarse con 9 de ellos, a saber: Don Zacarías Martínez, Ismael Palacios, Abel Rodríguez, Celestino Pérez, Valentín Paz, Rosario Romero, Marciano Gorosito, Juan Pacheco y Bernabé Díaz.
Los nueve gauchos, luciendo rastras, amplias bombachas y botas acordeón, rumbearon para Londres en el año 1892. Allí conocieron a Buck Taylor, llamado “El Rey de los cowboys”, que insistía en tirarse a un estanque desde 10 metros de altura con caballo, recado, sombrero, botas y espuelas.
Más les debe haber llamado la atención la célebre Annie Oakley, señorita que le daba a una moneda tirada al aire con su Winchester, mientras cabalgaba a toda velocidad sobre el escenario.
Cuentan que una vez Zacarías Martínez ayudó a un cowboy a llevar a un potro por Londres, cuando al llegar al puente Westminster, el animal cortó el bozal y atropelló a un policía que quiso detenerlo. Don Zacarías, rápidamente, lo enlazó antes de que continuase con los desmanes. Por esta hazaña el gaucho Martínez fue presentado a la reina Victoria, quien le estrechó la mano, le expresó sus felicitaciones y se mostró muy interesada en el lazo de Don Zacarías. Cuando éste volvió a sus pagos le preguntaron que le había parecido la reina Victoria. Zacarías, sin darle mucha importancia al asunto, contestó como al pasar. “Bah, una viejita cualquiera”.
De la que no opinaron lo mismo fue de Doña Manuela Robustita Ortiz de Rozas de Terrero, la célebre Manuelita que reinó sobre estas tierras, sin trono y sin corona, mientras su tatita gobernaba la Argentina con las mismas artes y habilidades con las que domaba al más chúcaro de los “reservaos”. Cada uno de los paisanos luciendo sus mejores pilchas y sosteniendo el chambergo contra su pecho, estrecharon la mano de Manuelita, que emocionada, solo atinó a decir… “Mis gauchos…”