Arthur Conan Doyle

Arthur Ignatius Conan Doyle en 1859 en Picardy Place, Edimburgo, Escocia. Su madre, Mary Fowley, sería la encargada de sacar adelante a la familia, de pobres recursos, ya que su padre, Charles Doyle, empleado público que padeció alcoholismo y depresiones, era un hombre que “parecía estar en otra esfera de la realidad”. Vale aclarar que el apellido registrado del escritor es Doyle, a secas, y no Conan Doyle como la mayoría cree, sobre todo teniendo en cuenta de que él solía firmar “A. Conan Doyle”.

Arthur tuvo seis hermanos (Innes, único varón, Anette, Lottie, Connie, Ida y Julia). Su infancia con privaciones no le impidió ser un destacado lector: “hacia los diez años yo era un lector voraz, hasta el punto en que una pequeña biblioteca en la que estábamos inscriptos hizo saber a mi madre que los libros no se podían cambiar más de dos veces al día”.

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Un muy joven Arthur Conan Doyle
Un muy joven Arthur Conan Doyle

 

Estudió en la Escuela Stonyhurst Saint Mary’s Hall, de los jesuitas. “Puedo decir con toda sinceridad que el aprendizaje del latín y el griego, que tantas horas de aburrido trabajo me costó, me han sido de escasa utilidad en la vida, y que las matemáticas no me han servido absolutamente para nada.” “Mi educación clásica me dejó un decidido aborrecimiento hacia los clásicos; por eso cuando años después los leí de una manera más razonable, me soprendió descubrir lo fascinantes que eran.”

Fue su madre Mary quien decidió que Arthur estudiara medicina. Doyle se matriculó de médico en 1876 y obtuvo su doctorado en 1881. Con lo poco que ganaba compraba libros, y fue en 1878 cuando se dio cuenta de que podía ganar dinero de otra manera: escribiendo historias. Un amigo le había hecho notar que sus cartas “tenían una viveza especial” y eso alentó a Arthur, que escribió un pequeño relato de aventuras titulado “El misterio del valle de Sassassa”, que fue aceptado en el Chamber´s Journal, y por el que recibió un pago de tres guineas.

Mientras tanto, sus estudios y sus lecturas lo llevaron a replantearse su formación religiosa. “Descubrí que los fundamentos del cristianismo en general, tal y como los ofrece la teología decimonónica, eran tan débiles que mi espíritu no podía basarse en ellos.”

En 1880 pasó siete meses en el Ártico a bordo del barco ballenero “Esperanza”, y en 1881 se embarcó como médico en el vapor “Mayumba” de la Compañía Naviera Africana, compañía que transportaba materias primas, productos manufacturados y esclavos. En 1882 estableció su propio consultorio médico en Southsea, un barrio residencial de Porsmouth.

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Conan Doyle joven
Conan Doyle joven

 

En 1885 se casó con Louise Hawkins, y entre 1885 y 1890 escribió varios relatos, de los que se destacó “La declaración de Habakuk Johnson”, que fue publicado por la revista Cornhill, que junto con la revista Blackwood comenzó a publicar algunos de sus relatos. Esta es la época del nacimiento de su criatura más famosa: Sherlock Holmes. “El magistral detective de Poe, Auguste Dupin, había sido desde mi niñez uno de mis héroes. Pensé en mi viejo profesor Joe Bell, en su rostro de águila, en su singular comportamiento, en su enigmático método para descubrir pormenores. Si era posible en la vida real, ¿por qué no podía yo hacerlo en la ficción? Primero fue Sherringford Holmes, luego, Sherlock Holmes. No podía contar sus propias hazañas, por lo que debía haber un hombre corriente que le sirviera de acompañante, suficientemente instruido y capaz a la vez de participar en sus hazañas y de narrarlas después. Para ese personaje, nada amigo de la ostentación, necesitaba un nombre gris y tranquilo: Watson. No me quedaba sino escribir la primera historia”. Es así como en 1887 aparece la novela corta “Estudio en escarlata”, la primera aparición de Sherlock Holmes.

Ese mismo año Doyle reconoce públicamente su interés por el espiritismo, espacio en el que ingresaría de lleno progresivamente. En 1888 termina su libro “Micah Clarke”. Este libro fue leído y elogiado por Oscar Wilde, con quien tuvo algunos encuentros. De uno de ellos surgió el compromiso de escribir cada uno un relato para la Lippincot’s Magazine. Wilde escribiría “el retrato de Dorian Grey” y Doyle “El signo de los cuatro”, en el que Holmes hacía su segunda aparición.

Escribe en 1889 “La compañía blanca” y “Sir Nigel”, en los que expone algunas de sus ideas sobre la Edad Media. En esta época se gesta una lucha interna en Doyle: “creo que si yo no me hubiera interesado nunca por Holmes, hoy ocuparía en la literatura un puesto mucho más alto”.

En 1890, Arthur y su familia se mudan a Viena, donde el escritor se especializaría en oftalmología. De regreso a Londres, se establecería en Devonshire Place. “Todas las mañanas llegaba a las diez a mi consulta, donde permanecía hasta las tres o las cuatro, sin un solo timbrazo que perturbara mi serenidad. Cuanto más confirmaba mi fracaso profesional, más aumentaba mi confianza en mi carrera literaria. Vi lo necio que había sido al emplear mis ganancias literarias en un gabinete oftalmológico y, con una salvaje sensación de alegría, decidí quemar definitivamente las naves y confiar sin reservas en mis poderes de escritor. Fue uno de los grandes momentos de exaltación de mi vida. Corría el mes de agosto de 1891”.

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Arthur y su esposa
Arthur y su esposa

 

Doyle seguía escribiendo (“Los refugiados”, “La gran sombra”, “El parásito”, “Más allá de la ciudad”) y sus libros eran bien recibidos por el público, pero Sherlock Holmes seguía resolviendo crímenes y misterios. “La gran dificultad con Holmes era que cada relato necesitaba un argumento bien perfilado y tan original como el de cualquier libro más largo. Eso requería un gran esfuerzo, pero estaba decidido a no escribir nada que no fuera bueno e interesante. Si he sido capaz de sostener este personaje durante un buen tiempo, y si el público encuentra el último relato tan bueno como el primero, como parece ser, ello se debe a que yo nunca, o casi nunca, he escrito precipitadamente”.

Sherlock Holmes se transformó en un ícono y luego en un mito. Doyle recibía cartas dirigidas a Holmes y hasta a Watson. Finalmente, ya abrumado por una popularidad de su personaje que lo superaba, decide “terminar con él”. “No quería que se me siguiera identificado con lo que, en mi opinión, no representaba lo mejor de mi literatura; así, decidí poner fin a la vida de mi héroe. Con ese pensamiento en mi mente fui con mi mujer a pasar unas vacaciones a Suiza, donde visitamos las cascadas de Reichenbach, lugar admirable y terrible, que me pareció un escenario digno para el final de mi pobre Sherlock.”

La reacción del público ante la muerte de Holmes fue inmediata: llantos, cartas de personas disgustadas enviadas a Doyle y finalmente agresiones y amenazas escritas; el público no admitía la pérdida de Holmes. Finalmente Doyle “resucita” a su personaje (quien finalmente parece que no murió en la cascada) y escribe un volumen final de relatos del célebre personaje.

Las historias de Sherlock Holmes comprenden cuatro novelas (Estudio en escarlata, El signo de los cuatro, El sabueso de los Baskerville y El valle del terror) y cinco volúmenes de relatos (Las aventuras de Sherlock Holmes, Memorias de Sherlock Holmes, La reaparición de Sherlock Holmes, El último saludo desde el escenario y El archivo de Sherlock Holmes), todos extraordinariamente exitosos.

El interés de la gente por conocer detalles sobre la vida del escritor y de su famoso personaje fue una constante en la vida de Doyle, y Sherlock Holmes llegó al teatro y al cine. “No quisiera ser desagradecido con Holmes, que ha sido para mí un buen amigo. Si a veces me he cansado de él es porque su papel no admite tonos ni matices; es una máquina calculadora, y cualquier cosa que se añada a ello no hace más que debilitar el efecto”.

La esposa de Arthur contrajo tuberculosis; el matrimonio, que ya tenía dos hijos, emprendió entonces una búsqueda de lugares con climas que ayudaran a superar la enfermedad. Viajaron a Egipto en 1896, donde Doyle fue corresponsal de la Westminster Gazette en el enfrentamiento entre Sudán y Egipto. Escribió en esa misma época “Tío Bernac”, acercándose nuevamente a los fenómenos psíquicos.

En 1900 viajó a Sudáfrica como médico durante la guerra de los Bóers. “Cuando llegue el día en que Cristo establezca el reino de la paz entre los hombres, el mundo ganará mucho sin duda, pero perderá algunas de sus emociones más fuertes.” Intentó incursionar en la política, se presentó dos veces a elecciones para el Parlamento, pero no logró ganar los cargos en disputa. Se expresó varias veces en contra del sistema de justicia inglés debido a su corporativismo, y algunos de sus pensamientos fueron trasladados a su célebre personaje.

Su esposa fallece en 1906, y en 1907 Doyle se casa con Janie Leckie, con quien tuvo tres hijos. Arthur Conan Doyle fue deportista, practicó boxeo, rugby, golf, billar, cricket, esgrima. Fue cronista de los Juegos Olímpicos de 1908.

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En 1912 publica “El mundo perdido”, uno de sus libros más famosos. En 1914 viajó a Estados Unidos y Canadá; al regreso de su viaje estalló la Primera Guerra Mundial, y Doyle se involucró en la misma. Quiso alistarse como soldado pero fue rechazado; insistió en la construcción de un túnel que uniera Gran Bretaña con Francia por debajo del Canal de la Mancha, para impedir que Alemania pudiera bloquear la isla. Trabajó en el diseño de armaduras livianas y chalecos para la Marina y visitó los frentes de guerra. Doyle perdió en la guerra a su hermano y a su hijo mayor.

Estas dolorosas pérdidas y la de su amigo, el ilusionista Harry Houdini, afianzaron aún más su acercamiento al espiritismo. “Yo he estrechado manos materializadas. He manenido conversaciones con la voz de los espíritus. He olido el particular aroma de ozono del ectoplasma. He visto a ‘muertos’ reflejarse en una placa fotográfica que no había tocada ninguna mano más que la mía.”

Sir Arthur Conan Doyle murió el 7 de julio de 1930 en Sussex, Inglaterra, de un ataque cardíaco. Sherlock Holmes y su amigo Watson, sin embargo, nunca morirán.

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Tumba de Arthur Conan Doyle

 

Tumba de Arthur Conan Doyle

 

 

 

 

 

 

 

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