En el informe sobre los sucesos del domingo 20 de Mayo (que redactó el 22 de junio) dice el ex Virrey Cisneros “convine con dicho alcalde (Lezica), en que una materia tan ardua se tratase por lo menos en Junta general del vecindario para saber el sincero voto del pueblo. Y despedido así (Lezica) llamé sin demora a todos los comandantes y mayores de los cuerpos militares de esta guarnición. Congregados que fueron, les hice presente el peligroso estado del pueblo, y el desarreglo de sus intempestivas pretensiones, les recordé las reiteradas protestas y juramentos con que me habían ofrecido defender la autoridad y sostener el orden público, y los exhorté a poner en ejercicio su fidelidad al servicio de S. M. y de la patria. Pero tomando la voz de don Cornelio Saavedra, comandante del cuerpo de patricios, que habló por todos y frustró mis esperanzas: se explicó con tibieza, me manifestó su inclinación a la novedad, y me hizo conocer perfectamente que, si no eran los comandantes los autores de semejante división y agitaciones, estaban por lo menos de conformidad y de acuerdo con los facciosos”. Por ellos, concluye el virrey, “tuve que resignarme a esperar el resultado del congreso del vecindario librando el éxito al voto de los buenos”.
(Los comandantes que le negaron apoyo a Cisneros fueron: Cornelio Saavedra de Patricios, Francisco Antonio Ortíz de Ocampo, de Arribeños, Pedro Andrés García, de Montañeses, Gerardo Esteve y Llac, de Artillero de la Unión, Florencio Terrada, de Granaderos de Fernando VII y Martín Rodríguez, de los Húsares del Rey).
Es así que, falto de suficiente apoyo castrense, Cisneros se vio obligado, el lunes 21, a autorizar el llamado a Cabildo Abierto.
Vale la pena transcribir, con su ortografía original, el texto de la autorización que Cisneros dio al Cabildo:
“Excelentísimo Señor. Acabo de recibir el oficio de V. E. de esta fecha, ahora que son las diez de la mañana, por medio de sus diputados a efecto de ponerlo en mis manos, y enterado de su contexto, estoy desde luego pronto a acordar a V.E. como lo egecuto el permiso que solicita para el fin y con las condiciones que me indica en su citado, mediante lo que, luego V.E. me participe el día en que ha de celebrarse el Congreso que se ha propuesto, dispondré que se aposten las partidas que V.E. solicita en las avenidas de las bocas calles de la Plaza con los fines de evitar, según corresponde al mejor servicio de S.M. y tranquilidad pública de esta ciudad, cualquier tumulto o conmoción que pudiera ocurrir, como igualmente para que solo permitan entrar en devida forma haver sido llamados por V.E. al efecto e intereses que siempre ha manifestado por el bien público de esta ciudad, que como su representante, esforzará todo el celo que lo caracteriza y distingue, a fin de que nada se egecute ni acuerde que no sea en obsequio del mejor servicio de nuestro amado Soberano el señor don Fernando VII, integridad de estos sus Dominios y completa obediencia al Supremo Gobierno nacional que lo represente durante su cautividad, puesto como V.E. save bien, es la monarquía una e indivisible, y por lo tanto debe obrarse con arreglo a nuestras leyes, y en su caso con conocimiento o acuerdo de todas las partes que la constitución, aun en la hipótesis arvitraria de que la España se hubiese perdido enteramente, y faltase en ella el Gobierno Supremo, representativo de nuestro legitimo Soberano. Dios guarde a V.E. muchos años. Buenos Aires veinte y uno de Mayo de mil ochocientos diez”.
Baltazar Hidalgo de Cisneros. Excelentísimo Cabildo Justicia y Regimiento de esta Ciudad.
Se repartieron 450 invitaciones, la mayoría, a los partidarios del Virrey. Pero muchos de los españoles no concurrieron el 22 de Mayo y a otros les negaron el paso los Arribeños, encargados de custodiar la entrada a la Plaza. Ingresaron, en cambio, patriotas que carecían de invitación, organizándose así el primer “fraude patriótico” para contrarrestar la selección de invitados favorables a Cisneros. Mientras ingresaban al Cabildo los invitados, la plaza fue ocupada por una “Legión Infernal” organizada por French y Beruti para dar un espacio a los partidarios de la revolución que pedían la deposición de Cisneros.
Los cabildantes no aceptaron la votación secreta (y por lo tanto democrática) propuesta por los partidarios de Cisneros, y luego de largos discursos se procedió a votar de viva voz. Hubo 160 votos por la deposición del virrey 64 por su permanencia y 21 participantes no votaron, lo cual da una concurrencia de solo 245 personas.
El voto de Saavedra fue de que el virrey entregara el poder al Cabildo hasta que se formara la “corporación o Junta que debe egercerlo, cuia formación deve ser en el modo y forma que se estime por el Excelentísimo Cabildo, y no quede duda de que el Pueblo es el que confiere la autoridad, o mando”. A éste voto, con el agregado hecho por Ortíz de Ocampo y ratificado por Martín Rodríguez, de que “tenga voto decisivo el señor Síndico Procurador General”, adhirió la mayoría de los presentes.
La intervención de Mariano Moreno fue mínima en esta votación. Sufragó el en 149° lugar limitándose a expresar. “Que reproducía en todas sus partes el dictamen de Martín Rodríguez”, quien lo había llevado al Cabildo Abierto. Al término de la votación, cuando Vicente López le preguntó si estaba contento con el resultado, le respondió “que si votó por los patriotas lo hizo por la insistencia y majadería de Martín Rodríguez”. Esta fue la única intervención de Moreno en la revolución antes de ser nombrado secretario de la futura Junta. El mismo Belgrano escribió “Mariano Moreno no se mezcló con las arriesgadas conspiraciones de Rodríguez Peña, Belgrano, Saavedra, Vieytes, Viamonte y otros porque su bufete de abogado no le dejaba tiempo” (como tampoco tuvo tiempo para actuar cuando las invasiones inglesas). Curiosa actitud de quien será calificado como “numen de Mayo” por sus panegiristas. Aunque se diga que su puesto, el de Matheu y Larrea fueron consagrados por sus vínculos con Martín de Álzaga. Hugo Wast dijo: “la Revolución de Mayo se hizo sin Moreno, como se había hecho la Reconquista, como se hizo después la Independencia, pero no hubiera podido hacerse sin Saavedra, que fue la espada de la revolución”, y el apoyo de otros jefes militares, como agrega el historiador Mario A. Serrano.
El 23 de mayo Cisneros aceptó renunciar como virrey y abandonar el mando militar en caso necesario. Pero pidió que antes se consultaran a los comandantes de la guarnición. Los jefes militares respondieron “que lo que ansiaba el Pueblo era que se hiciese pública la cesación en el mando del Excelentísimo señor Virrey y reasunción de él en el Excelentísimo Cabildo, que mientras no se verificase de ningún modo se aquietaría”. La declaración fue tan categórica que Cisneros se vio obligado a renunciar y el Cabildo hizo pública su cesación como Virrey, dando por caída su integración a una Junta, como se propuso originalmente.