Cuando Bill conoció a Bob: Una historia de Alcohólicos Anónimos

El 12 de mayo de 1935, Bill conoció a Bob.

Se encontraron en Akron, Ohio, una ciudad que entonces contaba con escasos 30.000 habitantes.

William Griffith Wilson había viajado por negocios y, esa noche, solo en una ciudad donde no conocía a nadie, necesitaba una copa. En otra persona eso no hubiese sido un problema, pero Bill hacía seis meses que no bebía –exactamente desde el 11 de diciembre de 1934–, y esa noche estaba a punto de caer una vez más en una adicción que había podido superar gracias a un enorme esfuerzo de su esposa y amigos.

Para entonces se había derogado la Ley Seca (que en nada había ayudado en su recuperación, todo lo contrario ) y sabía que podía entrar en cualquier tienda, comprar una botella de whisky y entregarse a la bebida. Pero se había jurado no volver a hacerlo.

Bill había podido soportar la Primera Guerra alcoholizándose en cada oportunidad que le fuera propicia. Casarse con Lois le había permitido formar una familia y trabajar en Wall Street, logrando cierto éxito económico. Pero nadie quería juntarse con un alcohólico propenso al escándalo.

La crisis del 29 había empeorado las cosas al punto de que Bill debió ser internado en una clínica para tratamiento de su adicción. Allí conoció al Dr. William Duncan Silkworth, quien lo alentó a dejar la bebida. Para Silkworth, el alcoholismo era  una enfermedad del cuerpo y el alma.

Así lo entendió esa noche de 1935, cuando se dio cuenta que iba a reincidir… No podía hacerlo. Necesitaba ayuda. Y esa noche le presentaron al Dr. Robert Smith, a quien todos conocían como Dr. Bob. Y esa noche Bill conoció a Bob ….

Robert, que entonces tenía unos 50 años, venía de una larga contienda contra el alcoholismo. Era un cirujano conocido, pero arrastraba su adhesión desde los tiempos de la facultad. A lo largo de la carrera, debió internarse 12 veces para abandonar el vicio… hasta esa noche en que Bill y Bob se reunieron para hablar de sus problemas con el alcohol.

La charla fue tan larga que Bob invitó a Bill a quedarse en su casa. Allí nació una amistad que trascendió las fronteras del tiempo y del mundo. Se iniciaba una nueva era en esa eterna lucha contra las adicciones: la de reconocer los problemas, hablarlos y entender que no están solos, que hay muchos como ellos.

No todo fue sobre ruedas, como suele ocurrir ….

El 9 de junio, después de unos días en Atlantic City, Bob sufrió una recaída tan fuerte que Wilson le dio más copas de whisky para evitar el delirium tremens. Al día siguiente, para calmar sus nervios antes de una cirugía que debía realizar, el Dr. Bob tomó unas cervezas. Fue la última vez que bebió alcohol  en su vida. No volvió a tomar una gota hasta su muerte, 15 años más tarde.

Por eso el 10 de junio se celebra el Día Alcohólicos Anónimos, una asociación sin fines de lucro ni apoyo estatal (establecen en sus principios que el Estado no debe intervenir en su funcionamiento), dedicada a evitar la recaída en esta adicción crónica que causa dependencia física y psíquica, y que deteriora la calidad de vida de quienes la padecen, así como la de sus familiares y amigos.

El consumo excesivo de alcohol produce trastornos hepáticos y cardiacos, además de problemas de salud mental, sin contar los inconvenientes laborales y familiares.

La cirrosis y la pancreatitis son las complicaciones más conocidas, pero el alcoholismo también aumenta el riesgo de varios tipo de cáncer (como el de hígado), así como de trastornos cardiológicos (miocardiopatía alcohólica), arritmias e insuficiencia cardíaca.

En el plano mental, el alcoholismo genera ansiedad, depresión, y síntomas de abstinencia como temblores y náuseas, conocidos como delirium tremens. En sus instancias finales puede provocar trastornos de memoria por deficiencia de vitamina B, con cuadros de confabulación, celotipia y, en su forma más severa, la encefalopatía de Wernicke, que causa pérdida de equilibrio, nistagmo y alteraciones de la conciencia.

La OMS calcula que 400 millones de personas –el 7% de la población mundial– tienen problemas de alcoholismo. Más de 3 millones mueren cada año por trastornos relacionados con la bebida, lo que representa el 5% de todas las defunciones y el 13% de las muertes  entre jóvenes de 20 y 39 años, principalmente por accidentes.

Entre el 30% y el 50% de los accidentes de tránsito están relacionados con el alcohol. Solo en 2023, en Estados Unidos, murieron 12.500 personas por conducir bajo sus efectos. Se estima que a nivel mundial la cifra de defunciones supera el millón.

A través de un sistema de doce pasos, promovidos en un libro escrito por Wilson –que comienza con el reconocimiento de la adicción y continúa con el apoyo mutuo basado en la experiencia individual–, AA es una comunidad que se ha diseminado  por más de 180 países, con 120.000 grupos que reúnen a  más de 2 millones de personas.

Pero la historia no termina con ese encuentro de Bob y Bill. Mary Ignatia Gavin (1889-1966), una monja enfermera conocida como Hermana Ignatia, trabajó junto al Dr. Smith en el Hospital St. Thomas, en Akron, en la rehabilitación de pacientes. Para muchos fue “el primer ángel” de Alcohólicos Anónimos. Ella ofrecía amor a quienes había perdido todo por esta adicción .

Esta es una historia de lucha y superación. Una  campaña épica sobre uno de los monstruos que arruinan millones de vidas al año. Porque el problema también afecta a la familia, a los compañeros de trabajo, a las empresas, y a cualquier inocente que circule por la calle.

Hay muchas frases célebres e ingeniosas que intentan justificar la ingesta de alcohol, que en cantidades moderadas incluso puede tener beneficios, como los producidos por los taninos del vino.

Benjamin Franklin decía que la cerveza es la prueba de que Dios nos ama.

Humphry Bogart decía que el problema del mundo es que todos están con unos tragos de menos.

Hemingway creía que estar borracho era la única forma en la que un hombre inteligente podía soportar a los idiotas que abundan en este mundo.

Groucho Marx decía que bebía para hacer interesantes a las otras personas…

Y así podemos seguir con expresiones ingeniosas … pero me gustaría terminar con una frase de F. Scott Fitzgerald, quien vivió su propio infierno por el alcoholismo:

“En primer lugar te tomas una copa, después la copa se toma la bebida y, por último, es la bebida que te toma a ti”.

El primer paso de toda recuperación es reconocer la adicción, por más que uno se considere un bebedor social y crea puede dejarlo cuando quiera …Y después, entender que solo no se puede salir de ese abismo.

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