Pedro Medrano, un hombre clave para la independencia

Desde la etapa escolar, los argentinos suelen recordar a declaración de la independencia por la Casa de Tucumán, los actos por el 9 de julio, y algunos personajes relevantes como puede ser Francisco N. de Laprida, presidente del Congreso en ese momento, o Fray Justo Santa María de Oro; e incluso a hombres que no participaban habitualmente de las sesiones de dicho Congreso como San Martín, Güemes o Belgrano. Apenas si se asocia la figura de Juan Martín de Pueyrredón, pero lo que sí está claro es que, fuera de la avenida que lo recuerda en la ciudad de Buenos Aires, son pocos los que saben que el abogado Pedro Medrano fue uno de los personajes claves de esa gesta en Tucumán.

Pedro Medrano y Cabrera, mejor conocido como Pedro Medrano, nació en la Isla Gorriti, actual Uruguay, pero en ese momento todavía parte del Virreinato del Perú, el 26 de abril de 1769. Había nacido allí circunstancialmente, por motivos políticos, ya que su padre había abandonado Buenos Aires para estar confinado en ese lugar, por orden del entonces gobernador Francisco de Paula Bucarelli. Vueltos a Buenos Aires, Medrano inició sus estudios y los continuó en Córdoba, más precisamente en el Colegio Monserrat.

En 1787, ingresó a la Universidad de Chuquisaca, en Charcas (actual Bolivia), donde se recibió de doctor en Cánones y Leyes el 2 de mayo de 1789. Ejercía su profesión de abogado en Buenos Aires cuando estalló la Revolución de Mayo. Medrano apoyó la causa contra la continuidad del virrey Cisneros, y en junio de 1810, fue nombrado auditor del Consejo de Guerra. Ese mismo mes, pasó a ser conjuez de la real Audiencia de Buenos Aires y desde allí presionó para favorecer la llamada Revolución de los orilleros, ocurrida entre el 5 y el 6 de abril de 1811.

Medrano, que era pariente de Cornelio Saavedra, también había sido designado fiscal de la Audiencia de Charcas, pero rechazó ese cargo.

La participación pública de Medrano entre la Asamblea del Año XIII y el Congreso de Tucumán

Se puede afirmar que las actuaciones más importantes que Pedro Medrano dejó para la historia argentina, tienen lugar entre fines de 1812 y mediados de 1817. Todavía bajo el gobierno del Primer Triunvirato, había sido elegido representante de la Asamblea, que comenzó a sesionar el 31 de enero del 1813. A su vez, iba a suceder como uno de los triunviros a Manuel de Sarratea, pero antes de asumir, se produjo el movimiento cívico-militar que reemplazó al primer triunvirato por el segundo, ocurrido el 8 de octubre de 1812.

Medrano fue diputado por Buenos Aires en la Asamblea General Constituyente, mejor conocida como Asamblea del Año XIII. En 1814, fue designado para acompañar a Belgrano en la misión diplomática a Europa, con motivo de la restauración de Fernando VII en el trono de España. Sin embargo, su puesto terminaría siendo ocupado por Bernardino Rivadavia.

Para 1815, Medrano integró la Junta de Observación creada tras la caída del director Carlos María de Alvear, que pretendía quitarle poder al Ejecutivo, ya que durante dicho periodo lo habían considerado como despótico. En esa Junta lo acompañaban Esteban Gascón, Tomás Manuel de Anchorena, Antonio Sáenz y José Mariano Serrano, y todos ellos estuvieron después, al igual que Medrano, en el Congreso de Tucumán (a esa altura, la Asamblea ya había sido disuelta). Medrano participó en la redacción del Estatuto Provisional, que regiría hasta la reunión de dicho congreso, para el que fue electo diputado por Buenos Aires, en agosto de 1815.

El Cabildo de Buenos Aires se había convertido nuevamente en árbitro de la situación política reinante en la capital del ex virreinato, y actuó en conjunto con la Junta recientemente citada. Si bien se excedió al asumir atribuciones que excedían el territorio de la provincia, instaba al resto de las provincias y sus respectivos cabildos a que acompañaran la decisión pero con la promesa de no entrometerse en sus cuestiones internas. El Estatuto comenzó a regir en mayo de 1815, y buscó limitar la acción no solo centralista que pudiera tener el flamante director supremo, que resultó ser el coronel Ignacio Álvarez Thomas, sino también proclamar el principio de división de poderes.   

Ya instalado en Tucumán, Medrano fue elegido como el primer presidente del Congreso, ocupando dicho cargo entre el 24 de marzo y el 1° de mayo de 1816. Pronunció el discurso inaugural, propuso destinar un presupuesto para el sostenimiento del ejército, y pidió que se realizaran contribuciones forzosas a los españoles europeos, destinados para el coloquialmente llamado Ejército del Norte.

Esa última moción fue apoyada por el recientemente electo como nuevo director supremo, su amigo Juan Martín de Pueyrredón. Por otro lado, no pareció interesarle a Medrano la discusión sobre la forma de gobierno a adoptar, aunque se opuso a la monarquía constitucional incaica propuesta principalmente por Belgrano.

Reproducción fotográfica del óleo de Francisco Fortuny, “El Congreso de Tucumán-1816”.

Pero, más allá de eso, Medrano quedó en la historia porque tras haberse jurado por unanimidad la independencia el 9 de julio, en el marco de una sesión secreta el 19 de ese mes, hizo que a la famosa acta, en la parte que decía “de los reyes de España, sus sucesores y metrópoli”, se le agregara el siguiente texto: “y de toda dominación extranjera”. Esto tenía que ver con rumores que existían sobre la posibilidad de establecer un protectorado portugués en el Río de la Plata, ya que además, los lusos habían invadido ese año la Banda Oriental. En definitiva, se juró con el cambio propuesto por él.

Cuando el Congreso se mudó a Buenos Aires en forma definitiva en mayo del año siguiente, Medrano cesó en sus funciones, no sin antes participar, junto al ya mencionado Serrano y a Teodoro Sánchez de Bustamante (aunque él fue el impulsor principal), en la redacción del “Manifiesto a las Naciones”, que exhibía los motivos por los que se había declarado la independencia. Si bien ese documento tuvo sus idas y vueltas, se terminó aceptando el escrito por una comisión integrada por el también ya nombrado Antonio Sáenz (principal redactor), Luis José de Chorroarín, y Serrano en octubre de 1817; pero sobre la base del realizado por Medrano meses atrás.

El abogado recibido en Charcas volvió a la actividad política como senador electo por Buenos Aires, de acuerdo con la Constitución de 1819. Sin embargo, cuando las provincias la rechazaron y producida la batalla de Cepeda primero, y el fin del Directorio después, nunca llegó a ejercer dicho cargo.

Legislador provincial y apoyo a Rosas

Medrano fue secretario de la flamante Sala de Representantes, es decir la Legislatura provincial, en 1821. Debido a sus diferencias con el ministro de gobierno Bernardino Rivadavia, principalmente porque su hermano Mariano, que era obispo, se oponía a la reforma eclesiástica, el personaje de este artículo se mantuvo alejado de los cargos públicos hasta la renuncia como presidente de aquel en 1827.

Cuadro con la imagen de Pedro Medrano.

Fue electo para ocupar una banca en la Legislatura, y reelegido en algunas oportunidades. En 1829, formó parte del Consejo Consultivo durante el gobierno de Viamonte, luego de la convención de Barracas entre Rosas y Lavalle. Renunció por desavenencias con el rumbo que llevaba ese organismo creado ad hoc, y luego apoyó a los gobiernos de Juan Manuel de Rosas, de quien además de compartir su proceder político, se hizo amigo.

Durante este período, tal como se mencionó, fue miembro de la Sala de Representantes, presidente de la Cámara de Apelaciones (que había reemplazado a la real Audiencia de Buenos Aires en 1812), y en 1838, designado como fiscal de Estado. Murió casi repentinamente, el 3 de noviembre de 1840, a los 71 años. Rosas intentó erigir un monumento en su honor en el cementerio de la Recoleta, pero por falta de fondos, el proyecto quedó trunco.

Labor como poeta y homenajes

Además de su labor como jurista y político, Pedro Medrano se destacó como orador y poeta. De tendencia federal, sobre todo a partir de la década de 1820, escribió el romance “Carta de Celio a Armesto, contra los unitarios y los hombres de la revolución del 1ero. de diciembre de 1828”, en la que denostaba el fusilamiento de Dorrego. También escribió “La Martiniana”; y la introducción al “Poema de la gloriosa Expedición a los Desiertos del Sud en 1833 y 1834”, que elogiaba la campaña que lideró el Restaurador, pero quedó inconclusa.

Una avenida en la ciudad de Buenos Aires lleva su apellido, al igual que una estación del subte B, que en 2017 se le agregó el nombre de Almagro por ubicarse en el corazón de ese barrio porteño. Además, lo recuerda una escuela primaria en el barrio de Devoto en la capital argentina; y calles en Mar del Plata, Tucumán, Córdoba y Rosario.

Esquina de la famosa confitería “Las Violetas”, en avenida Medrano esquina Rivadavia.
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