Es difícil decidir qué escribir primero cuando el personaje público en cuestión es Bernardo de Irigoyen, quien dedicó más de medio siglo de su vida a la política, y con grandes aciertos y otros sinsabores, fue protagonista indudable de la historia argentina. Se lo recuerda principalmente por su labor diplomática cuando era ministro de Roca y logró tanto evitar la guerra como realizar un tratado de límites con Chile en 1881, pero a esa altura ya tenía casi 59 años. E Irigoyen, hombre incansable si los hay dedicados a la política, falleció el 27 diciembre de 1906, a los 84 años, siendo senador en funciones.
Bernardo de Irigoyen nació en Buenos Aires el 18 de diciembre de 1822. Descendiente de una familia tradicional y acaudalada, el más recordado es su tío-abuelo, Matías de Irigoyen, un militar de la independencia que llegó a coronel, y fue el primer gobernador (aunque provisorio), de la provincia de Buenos Aires como tal, tras la disolución del Directorio.
Irigoyen estudió derecho en la UBA y se recibió de abogado cuando apenas tenía 21 años. De filiación federal, el entonces gobernador de Buenos Aires y encargado de relaciones exteriores de la llamada Confederación Argentina, Juan Manuel de Rosas, le encargó una legación en Chile. Don Bernardo, el apodo que le quedaría desde aquel momento, partió al país trasandino en 1844 y estuvo casi dos años hasta regresar al país para instalarse en Mendoza.
Dicha legación tuvo como móvil principal dos cuestiones: por un lado, un descontento de Rosas con el aparente romance que se comentaba, tenía con su hija Manuelita. Por el otro, vigilar las acciones de sus opositores exiliados en Chile, especialmente Domingo Faustino Sarmiento. Sin embargo, la presunta relación de Don Bernardo con Manuelita apenas pasó de un rumor, mientras que al poco tiempo de esa legación, Sarmiento abandonó tierras sudamericanas y recién volvió en 1848, cuando Irigoyen ya se encontraba en Mendoza.
Estando en Mendoza, Don Bernardo le escribió a Rosas para contarle cómo estaba la situación política y social allí, y ayudó a consolidar su régimen en ese lugar del país. Para 1850, volvió a Buenos Aires y tras la batalla de Caseros, Urquiza lo designó consejero de estado en pos de negociar con los diversos gobernadores de las provincias del interior, sobre la necesidad de unificar criterios y lograr la futura consolidación del proyecto urquicista.
En algunas provincias tuvo éxito, pero la más recordada por su negativa fue Córdoba. Su gestión allí no dio los frutos esperados, y finalmente, Manuel Quebracho López, gobernador casi a la par de Rosas, y su hijo José Victorio, fueron desplazados del poder tras una revolución ocurrida el 27 de abril de 1852, un mes antes del famoso Acuerdo de San Nicolás. Precisamente, dicho suceso se produjo el 31 de mayo y quedó sellado el acuerdo político, aunque como es sabido, Buenos Aires se manifestó en contra y se separaría de la Confederación Argentina en septiembre de ese mismo año.
Irigoyen rechazó un puesto que le ofreció Urquiza en su gobierno y decidió no involucrarse en el conflicto interno, instalándose un tiempo en Montevideo. Regresó en 1857 y para 1860, fue parte de la Convención provincial que propuso las reformas a la Constitución de 1853, tal como se había acordado luego del Pacto de San José de Flores.
Posteriormente, desapareció de la esfera pública y se dedicó a negocios agropecuarios y comerciales. Además, obtuvo buenos réditos con el ganado vacuno, pero especialmente con las ovejas, actividad que, por la exportación de lana, le estaba dando buenos dividendos al país. Precisamente, la actual localidad santafesina que lleva su nombre, está ubicada en tierras que le pertenecieron, y que cedió parte de ellas al amparo de la ampliación de las redes ferroviarias en Argentina. Si bien la comuna se creó en 1923, la zona de la estación de tren existe desde 1886.
Volviendo atrás en el tiempo, para 1858 obtuvo su título de doctor, que había quedado pendiente desde su estadía en Chile. Se dedicó a su profesión, y alternó esta actividad con la de sus campos, hasta que a fines de la década de 1860, solo se quedó administrando la estancia de su propiedad cercana a Luján, llamada “La Choza”.
Para 1870, ya con una economía próspera para él, se dedicó a la función pública, que jamás abandonaría. Primero fue diputado a la Legislatura de Buenos Aires, y luego fue procurador general de la Nación durante la presidencia de Sarmiento. Más adelante, se sumó al Partido Autonomista de Alsina y fue diputado nacional, llegando a presidir la Cámara por algunos meses de 1875.
Irigoyen había apoyado la candidatura presidencial de Avellaneda, y a pesar de las críticas de algunos por su pasado rosista, el tucumano lo designó para que sea el ministro de Relaciones Exteriores y Culto durante el mandato de Nicolás Avellaneda. Tal como señala Jorge H. Herrera Vegas en el marco de una colección sobre los estudios históricos de la diplomacia argentina, Don Bernardo rechazó esa solicitud, argumentando que no tenía los conocimientos suficientes para ejercer dicho cargo. Sin embargo, la creciente preocupación por mejorar las relaciones con Chile y la insistencia del propio Avellaneda, hizo que finalmente aceptara ser canciller en agosto de 1875.
Su actuación aquí fue sumamente destacada, ya que luego de varias idas y vueltas, se terminó de negociar con Paraguay y Brasil en 1876, a seis años de haber finalizado la guerra de la Triple Alianza. Como resultado, entre otras cuestiones, se anexó la actual provincia de Formosa al territorio argentino, y se mejoró la relación con Uruguay. Quedó pendiente el límite de las “misiones”, que recién se establecería durante la presidencia de Luis Sáenz Peña.
Todavía con Avellaneda, y en el marco de la llamada conciliación, Irigoyen pasó a ser el ministro del Interior, un cargo político clave; y para el que contaba con la experiencia necesaria luego de aquel periplo que permitió el Acuerdo de San Nicolás en 1852. Sin embargo, duró poco: luego de una intervención federal a Corrientes que no obtuvo los resultados esperados, y con un acalorado debate en el Congreso de por medio, Avellaneda decidió desarrollar nuevas elecciones a gobernador. En desacuerdo con la medida, Irigoyen presentó su renuncia en mayo de 1878, luego de apenas 7 meses en el cargo.
La década del ’80: un antes y un después para Don Bernardo
Don Bernardo fue considerado como un candidato potable a la presidencia para 1880, y contó con el apoyo de Luis Sáenz Peña y Leandro N. Alem. Sin embargo, terminó cediendo ante el “Zorro” Roca, que como es sabido, ganó las elecciones en abril de ese año; pero por un conflicto que derivó en enfrentamientos políticos, sociales y militares, recién asumió con normalidad el 12 de octubre, con la federalización de Buenos Aires a cuestas. De todos modos, Irigoyen obtuvo tres votos electorales para vicepresidente (en aquel momento se votaba por separado del presidente), aunque el vice electo fue el representante del Partido Autonomista Nacional (PAN), Francisco Bernabé Madero.
Una jugada maestra de Roca fue colocar a Bernardo de Irigoyen como ministro de relaciones exteriores, y a partir de allí, solucionar el problema de los límites con Chile. Cabe recordar que Don Bernardo había estudiado el tema en cuestión desde aquella legación argentina en Chile en la ya lejana década de 1840, por lo que, sumada a su gran actuación durante el gobierno de Avellaneda con la resolución del conflicto tras la guerra del Paraguay, era el hombre indicado.
Entre los pergaminos del propio Irigoyen y que Chile todavía estaba con los resabios de la guerra del Pacífico contra Perú, en julio de 1881 firmó un acuerdo de límites con el cónsul chileno Francisco de Borja Echeverría, poniendo como foco principal a la línea de la cordillera de los Andes, además de establecer la isla de Tierra del Fuego como punto divisorio.
Lo más importante del artículo tercero, decía: “pertenecerán a la República Argentina la Isla de los Estados, los islotes próximamente inmediatos a ésta, y las demás islas que haya sobre el Atlántico, al oriente de la Tierra del Fuego y costas orientales de la Patagonia; y pertenecerán a Chile todas las islas al sur del Canal Beagle hasta el Cabo de Hornos y las que haya al occidente de la Tierra del Fuego”.
Otro punto a destacar, entre los siete que contenía el tratado, es el artículo quinto: “El Estrecho de Magallanes queda neutralizado a perpetuidad y asegurada su libre navegación para las banderas de todas las naciones. En el interés de asegurar esta libertad y neutralidad no se construirán en las costas fortificaciones ni defensas militares que puedan contrariar ese propósito”.
Con esa labor más que cumplida, y que es por lo que más se recuerda a Don Bernardo, cesó en sus funciones en febrero de 1882. Al igual que había sucedido con la presidencia de Avellaneda, Irigoyen pasó a ser ministro del Interior de Roca, hasta el 30 de mayo de 1885, cuando decide ponerse en campaña e ir por la presidencia de la Nación. Cuando Roca todavía no se había decidido por un candidato oficial en particular, Don Bernardo sentó un precedente histórico: realizó una gira por el interior del país, con la pretensión de obtener contactos y ganar adeptos.
Tal como sostiene el historiador Nahuel Ojeda Silva, en su itinerario, Irigoyen partió de Buenos Aires a fines de julio de 1885, y visitó las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy. “En todas las provincias lo recibieron con manifestaciones públicas y eventos en su honor, excepto en los casos de Córdoba y Catamarca”, detalla Ojeda, amparado en la publicación “Viaje político del Dr. Bernardo de Irigoyen”, escrita por el periodista e historiador David Peña, quien por entonces era secretario privado de Don Bernardo.
A lo largo de esos aproximadamente 1500 kilómetros, se vislumbran dos cuestiones interesantísimas: una, la ya mencionada estrategia política, todo un adelanto para la época. Y la otra, es que esto fue posible gracias al desarrollo del ferrocarril, que seguía expandiéndose en el país. De hecho, salvo para Jujuy y Salta, el transporte utilizado fue el tren. Peña dejó escrito este testimonio cuando retomaron la vuelta desde Tucumán: “¡Que incomparables delicias las que se producen en el ánimo del viajero cuando toma posesión franca y expansivamente del Ferro-carril, dejando las pesadas y crueles galeras a un lado de la vía, que no mira por desprecio o por espanto!”
La ciudad y provincia que más frutos le dio a Irigoyen fue Tucumán, ya que el legislador nacional por ese distrito, Delfín Gallo, era su jefe de campaña. Inclusive, al margen de los éxitos parciales de su periplo, y de los malos tragos que tuvo que pasar en Catamarca y Córdoba (la tierra del futuro presidente Miguel Juárez Celman), Tucumán fue la única provincia en la que Irigoyen obtuvo el triunfo en el Colegio Electoral.
Finalmente, Roca apoyó la candidatura oficial del entonces senador nacional, su concuñado Juárez Celman, para sucederlo en 1886. Con el aparato político roquista, venció cómodamente a Manuel Ocampo, candidato de los llamados Partidos Unidos (alianza entre mitristas, autonomistas y sectores descontentos con la política oficial del PAN, como el otrora roquista Dardo Rocha), que únicamente ganó en la provincia de Buenos Aires, mientras que con 13 de los 14 votos electorales de Tucumán, Irigoyen quedó tercero.
Don Bernardo se había alejado definitivamente del PAN pero también de la política, hasta que en 1889, fue uno de los propulsores de la Unión Cívica de la Juventud, que posteriormente daría lugar a la Unión Cívica. Este grupo de opositores heterogéneos, pero que compartían la oposición al PAN y-particularmente-, a la política llevada adelante por Juárez Celman, se nucleó en dicha Unión Cívica, y si bien Irigoyen no se plegó al enfrentamiento armado, apoyó la recordada Revolución del Parque en julio de 1890. El entonces presidente renunció, pero su vice, Carlos Pellegrini, se hizo cargo de la presidencia.
Otra candidatura a presidente y su etapa radical
Para 1891, Irigoyen iba por su segunda (o tercera, si tenemos en cuenta la intención inicial de 1880), candidatura presidencial. La fórmula de la Unión Cívica acordada para el año siguiente era Bernardo de Irigoyen- Bartolomé Mitre. Pero, en una maniobra muy astuta, Roca se reunió con Mitre al regreso de éste al país tras su paso por Europa, y lo convenció de un acuerdo político. Esto hizo que Irigoyen pasara a las filas de la recientemente fundada Unión Cívica Radical (UCR), liderada por Alem y opuesta al acuerdo.
Así, Mitre pasó a ser el referente máximo de la Unión Cívica Nacional (UCN), pero diferencias con el propio Roca hicieron que finalmente, la fórmula oficial del PAN para suceder a Pellegrini fuera Luis Sáenz Peña- José Evaristo Uriburu. Al igual que en la elección anterior, para 1892 Sáenz Peña venció sin problemas (fraude mediante), contra la fórmula radical de Bernardo de Irigoyen- Juan Garro, que apenas obtuvo 5 votos del Colegio Electoral de Mendoza, y Mitre, que también cosechó 5 votos electorales de Tucumán para la UCN.
Fiel a su estilo, no tomó parte en la revolución radical de 1893, aunque financió dicha campaña. Al año siguiente, Don Bernardo reemplazó a Alem como senador por la Capital Federal, ya que al líder radical se le habían sacado los fueros, luego de una votación en el Congreso, justamente por su participación en aquella revuelta. Como consecuencia, Alem renunció y como dijimos, Irigoyen fue electo en su lugar, representando a la UCR. Para 1895, volvió a ocupar una banca como senador por la Capital, esta vez como titular, hasta el 1° de mayo de 1898, cuando dejó su lugar en el recinto porque fue electo gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Gobernador de Buenos Aires y nuevamente senador
Tras el suicidio de Alem el 1° de julio de 1896, se produjo una natural crisis por el liderazgo del radicalismo, que finalmente cayó del lado de Don Bernardo. Sin embargo, el partido se había dividido entre los que proyectaban un acuerdo electoral con la UCN y los que no, que estaban liderados por la posición que sostenía el sobrino de Alem, y futuro presidente, Hipólito Yrigoyen, en la provincia de Buenos Aires.
Finalmente, a pesar de las trabas del “hipolismo”, triunfó la postura del acuerdo con los mitristas, en una especie de reflote de la antigua Unión Cívica de 1890. Así, Bernardo de Irigoyen, que contó con el apoyo del expresidente Carlos Pellegrini, pudo derrotar a la Unión Cívica Nacional propiamente dicha, y llegar al ejecutivo de la principal provincia del país.
Asumió la gobernación el 1° de mayo de 1898, pero tal como él mismo había previsto (tuvo que ser convencido por cierta presión de Pellegrini), no pudo desplegar su gobierno como más le hubiese gustado. La Legislatura fue intervenida en dos ocasiones, además de tener que lidiar con la división partidaria dentro del propio radicalismo, canalizada a través de los seguidores del vicegobernador Alfredo Demarchi, ligados al sector del futuro presidente radical, y ligado también en ese momento a Pellegrini por su proteccionismo industrial.
Una vez culminado su mandato como gobernador, volvió a ser electo senador, esta vez por la provincia de Buenos Aires, en 1902. Irigoyen reemplazó a Mitre, que decidió retirarse definitivamente de la vida política. Como ya lo hemos mencionado, estaba en el ejercicio de sus funciones cuando falleció el 27 de diciembre de 1906, a los 84 años.
Homenajes
Bernardo de Irigoyen tiene calles, monumentos y ciudades en distintos lugares del país. Ya mencionamos con una imagen, la calle en la capital argentina. También en la ciudad de Buenos Aires, existe un monumento ubicado en la plaza Rodríguez Peña del barrio de Recoleta
Además, lo recuerdan dos localidades, una en Santa Fe, que nombramos antes, y otra en Misiones, en el punto más oriental del país:
Además de la calle en la capital nacional, Bernardo de Irigoyen es recordado en el ejido urbano de Mar del Plata, Junín, Escobar, Punta Alta y Coronel Suárez, todos lugares de la provincia de Buenos Aires. En Lanús, zona sur del llamado Gran Buenos Aires, la denominación de la calle es “Gobernador Bernardo de Irigoyen”; y en el resto del país, se destacan una calle en Córdoba capital, una en Tío Pujio, pequeña localidad de la provincia mediterránea, y otra en San Rafael, Mendoza.