Las abejas de cristal

El 5 de diciembre de 1917, el capitán Ernst Jünger fue herido durante la batalla de Cambrai. A lo largo de la Primera Guerra, Jünger recibió siete impactos de bala, por última vez en Favreau donde, a pesar de su grave estado, continuó dirigiendo a sus soldados. Por estas acciones, le fue concedida la condecoración más alta del imperio alemán, la medalla “Pour le Mérite”. Cuando murió en 1998, a los 102, años Jünger era el único militar vivo que había recibido esa distinción.

En 1917 nadie imaginaba que este joven de 20 años recibiría los premios Schiller y Goethe, los dos galardones más importantes de la literatura alemana. Además, por su trabajo de entomólogo (que incluyó su estudio sobre los distintos escarabajos que encontró en las trincheras) le sería concedida la “Orden Bávara para las ciencias y las artes” en 1986.

Su libro más conocido, “Tempestad de acero” (1920), relata su experiencia bélica, exaltando el nacionalismo alemán. Sin embargo, Jünger no adhirió al nazismo y rechazó un puesto en el Reichstag tras la asunción de Hitler.

Iniciada la Segunda Guerra criticó las ideas racistas del régimen y en 1944 participó, junto al mariscal Rommel, en la conocida Operación Valquiria. Dado su prestigio no fue acusado, pero uno de sus hijos fue asesinado en circunstancias nunca esclarecidas.

De su extensa obra literaria se destaca un libro de ficción llamado “Las abejas de cristal” (1957), donde narra la historia de un ex oficial que asiste a una entrevista de trabajo como jefe de seguridad de un poderoso empresario llamado Giacomo Zapparoni, conocido por sus emprendimientos innovadores. Entre sus desarrollos se destacan unas abejas mecánicas que cumplen con más eficiencia que las naturales la tarea de juntar néctar.

La novela evoca las experiencias de Jünger como militar y su preocupación por el avasallamiento tecnológico en los tiempos que le ha tocado vivir.

Afirma que las guerras “existen porque los hombres son imbéciles e ignorantes, y eligen amos sin juzgarlos, con un gusto funesto por la esclavitud”.

Jünger destaca la conflictiva relación entre el poder y la ética. “He nacido en un tiempo en el que mucho se habla de moral pero, al mismo tiempo, se han cometido los más atroces asesinatos que en cualquier otro periodo de la historia”.

¿Puede la moral individual prevalecer en un mundo dominado por el poder y el éxito a cualquier precio? Esta pregunta adquiere jerarquía viniendo de un hombre que, más de una vez, puso en peligro su vida para salvar la de sus camaradas. Compartía con Balzac la sospecha de que detrás de toda gran fortuna existía un crimen.

Como toda distopía, “Las abejas de cristal” cae en excesos pero un hombre como Jünger, testigo privilegiado del siglo XX, nos advierte sobre un mundo dominado por plutócratas de moralidad ambivalente, amos ambiciosos con un dominio tecnológico y un poder omnímodo que puede comprometer el futuro de la humanidad.

¿Cuántos Zapparoni dominan nuestra vida diaria sin que nos percatemos y hasta los adoremos como “salvadores” de un mundo que se hunde bajo su supremacía tecnocrática?

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