Juan José Carlos Jacinto Dardo Rocha y Arana, mejor conocido simplemente como Dardo Rocha, nació en Buenos Aires el 1 de septiembre de 1838. El personaje de este artículo venía de una familia de buena posición económica, y de filiación unitaria. Es por eso que a muy temprana edad, tuvieron que exiliarse en Montevideo.
Cuando se aplacaron las persecuciones a los opositores, pocos años más tarde, volvieron a Buenos Aires y Dardo Rocha estudió en el Colegio Republicano entre 1846 y 1848. Posteriormente, pasó al Convento de San Francisco, donde hizo el secundario, y para 1853, cursó filosofía en la universidad. Más adelante, pasó a estudiar abogacía, y en 1856, se desempeñó como oficial primero de la Biblioteca Pública de Buenos Aires. Esta entidad es la antecesora de la actual Biblioteca Nacional Mariano Moreno, llamada así por el decreto del secretario de la Primera Junta, que en septiembre de 1810 estableció la creación de la primera biblioteca pública del país en Buenos Aires.
Al año siguiente, Dardo Rocha comenzó a trabajar como periodista en el semanario “La Nueva Regeneración”, junto a Felipe Varela, de origen catamarqueño, y a Juan Chassaing. Estos dos últimos se enfrentarían más adelante: mientras Chassaing peleó en Cepeda y en Pavón bajo el liderazgo de Bartolomé Mitre, Varela se opuso a las políticas del futuro presidente. En 1858, con 20 años de edad, su padre, el militar y hacendado Juan José Rosendo Rocha, lo inició en la Masonería, a través de la logia Constancia N° 7.
Al año siguiente, pausó sus estudios de abogacía para para participar en la batalla de Cepeda, en favor de las tropas porteñas comandadas por Mitre, que perdieron contra las fuerzas de la Confederación Argentina, lideradas por Urquiza. Restablecida la paz, continuó sus estudios superiores, pero nuevamente intervino en el conflicto armado durante la muy conocida batalla de Pavón, librada el 17 de septiembre de 1861; y que más allá de diversas interpretaciones, para los efectos prácticos representó una victoria porteña. En ese entonces, fue teniente primero de Infantería.
Finalmente, luego de un breve paso como secretario del flamante ministro de Guerra y Marina, Juan Andrés Gelly y Obes, Dardo Rocha culminó sus estudios universitarios en 1863, recibiéndose de doctor en jurisprudencia con una tesis defendida y aprobada que se tituló “La ley Federativa”. Dicha tesis doctoral tenía un lema: “La ley federativa es la única compatible con la paz y la actual libertad del país”, y le sirvió de base para ser uno de los principales sostenedores de la futura federalización de la ciudad de Buenos Aires en 1880.
En noviembre de ese mismo año ingresó a la Academia de Jurisprudencia, ya que en ese tiempo, a los estudios teóricos en la UBA, había que sumarle las prácticas allí para poder ejercer la abogacía, es decir que la universidad por sí sola no otorgaba el título habilitante (así está consignado también en el artículo sobre Antonio Sáenz, de este mismo autor). Esta situación se mantuvo hasta 1874, cuando se unificaron ambas instituciones y la Facultad de Derecho de la UBA permitió el ejercicio de la profesión con el solo hecho de obtener el título de abogado. Es por eso que recién en 1869, Rocha rindió un brillante examen de admisión, y oficialmente, pasó a ser abogado de profesión.
Otra vez, entre la política y la guerra
En 1864, Dardo Rocha fue elegido diputado provincial en la entonces Legislatura de Buenos Aires, siendo éste su primer cargo netamente político. Aunque ya había hecho trabajos administrativos en algunas instituciones públicas, y también escribía en diversos medios de prensa, con una venia hacia el autonomismo de los Alsina, de aquí en más nunca abandonaría la política, ya sea en cargos ejecutivos, legislativos, o como diplomático.
Rocha mantuvo su cargo hasta enero de 1866, cuando nuevamente fue llamado a las armas, esta vez no por un conflicto interno, sino para participar de la Guerra de la Triple Alianza, o guerra del Paraguay. Dicho enfrentamiento bélico ocurrió con Brasil, Argentina y Uruguay, contra el país que presidía el mismo que había solicitado ser mediador tras la batalla de Cepeda, y había posibilitado el Pacto de San José de Flores en noviembre de 1859: Francisco Solano López.
Si bien esta sería su última participación militar, tuvo un periplo importante: el 31 de enero de ese año, estuvo al frente de un batallón, tras la grave herida en combate de su jefe, el entonces teniente coronel Carlos Keen. Más adelante, ya como sargento mayor (algunos dicen que Keen murió en combate, según otras fuentes, abandonó el frente de batalla por cuestiones casi obvias, pero continuó su vida 5 años más), luchó en Estero Bellaco, Tuyutí y, al igual que muchos de los aliados que perecieron, Rocha estuvo muy cerca de morir tras la batalla de Curupaytí, librada el 22 de septiembre de 1866. Allí, murió el hijo adoptivo de Domingo F. Sarmiento, conocido como Dominguito, quien era amigo de Dardo Rocha.
Luego de solicitar la baja del Ejército, regresó al país en mayo de 1867, y volvió con ello a meterse en la política. Nuevamente ocupó cargos menores en el ámbito provincial, hasta que por segunda vez fue diputado provincial. Otro de sus oficios trascendentes fue la prensa periódica, y por esos años redacta para el diario El Nacional, de inclinación alsinista. A propósito de Adolfo Alsina, líder del Partido Autonomista y por entonces gobernador bonaerense, lo nombró a Rocha ministro interino de Hacienda a principios de 1868.
En 1869, como dijimos, Rocha completó las prácticas y recibió su título de abogado. Para 1870, fue elegido para integrar la Comisión Reformadora de la Constitución de la provincia de Buenos Aires. Al igual que Pedro Goyena (ver artículo de este mismo autor https://historiahoy.com.ar/140448-pedro-goyena-el-catolico-moralista-que-paso-por-la-prensa-y-la-politica/), Rocha, que era de los más moderados del autonomismo, se postuló a favor de la federalización de Buenos Aires, tal como ya había sostenido en su tesis de grado.
También en este tiempo, mientras se debate la reforma de la carta magna provincial (duró 3 años en sancionarse), Rocha, que era sobrino segundo del por entonces gobernador Emilio Castro, establece un vínculo epistolar con Julio Argentino Roca, y la relación política entre ellos fue aumentando cada vez más.
Según el biógrafo e historiador Vicente O. Cutolo, al terminar la Guerra del Paraguay en 1870, Rocha fue enviado confidencial ante el Gobierno del Paraguay para las negociaciones de paz con dicha república. Esto no sorprende si se tiene en cuenta que en su tesis doctoral, además de bregar por la pacificación nacional a través de la federalización, también dedicó tiempo y espacio a resolver los conflictos fronterizos, especialmente en América del Sur.
Para 1872, su carrera política ascendió al plano nacional, al ser electo diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Mantuvo ese cargo hasta mediados de 1874, cuando pasó a ser senador por el mismo distrito. Apoyó, junto a Sarmiento y Roca, la candidatura presidencial de Nicolás Avellaneda, a la postre el vencedor, sobre el expresidente Bartolomé Mitre. Desde su banca en el Congreso, ayudó a la derrota de la revolución que impulsó el propio Mitre contra las autoridades nacionales, a las que definió como fraudulentas por la manera en que habían logrado el triunfo electoral, excediendo de plano a la sola figura de Avellaneda.
En el plano personal, se había casado con su prima Juana Paula Arana Merino en 1873. Tuvieron cinco hijos (3 varones y 2 mujeres), uno de ellos sería intendente de La Plata, la ciudad que había fundado su padre, entre marzo de 1940 y abril de 1941.
Para 1880, Rocha ya contaba con un prestigio bien ganado con los años, además de haber sostenido la candidatura presidencial de Roca, contra la revolución del gobernador bonaerense Carlos Tejedor; y haber apoyado el proyecto de ley de federalización de Buenos Aires que se aprobó en el Congreso el 20 de septiembre de ese año, a iniciativa del todavía presidente Nicolás Avellaneda. Así fue que Roca le ofreció un ministerio en su gabinete, pero Rocha lo rechazó. Para algunos, esta fue una decisión de la que Rocha se arrepentiría durante el resto de su vida, pero más allá de eso, Roca, que era el líder indiscutido del partido gobernante, propició su candidatura a gobernador de Buenos Aires en 1881.
El gran legado de Rocha: La gobernación de la “nueva” provincia
Después de la casi decantada etapa de intervención federal a la provincia de Buenos Aires, una de las cuestiones urgentes a resolver, además de los presupuestos públicos para la provincia, era la de dónde se iba a establecer la nueva capital de la flamante provincia, ahora sin su otrora ciudad principal.
En las elecciones a gobernador, las primeras con la provincia separada de la ciudad-puerto, Dardo Rocha y su vice Adolfo Gonzáles Chaves (una localidad bonaerense lleva su nombre), ganaron sin atenuantes. Rocha asumió su mandato en mayo de 1881 y estuvo tres años al frente de la provincia, tal como establecía la Constitución bonaerense. Había que mudar los edificios y la administración pública al ejido provincial, construyéndolos desde cero en el nuevo emplazamiento que se eligiera como capital y sede del gobierno.
Se propuso la ciudad de Mercedes, por su posición estratégica en la que confluían 3 líneas férreas, posteriormente llamadas Sarmiento, San Martín y Belgrano Sur (las dos primeras continúan activas como trenes de pasajeros, ya sea dentro de la red metropolitana, o para realizar viajes de larga distancia).
Otra de las posibilidades que ganó mucho terreno fue la actual localidad de Ensenada, que contaba con la gran ventaja de ser una añeja localidad costera. Incluso fue la capital provisoria, por disposición del propio Rocha. Finalmente, y con acuerdo del Congreso, el lugar elegido para el emplazamiento de la nueva capital fue en terrenos que en gran parte pertenecían a la familia Iraola, que había mandado a hacer la ya existente localidad de Tolosa en 1871. Las llamadas “Lomas de Ensenada” se ubicaban entre 7 y 10 km. al oeste de las costas de Ensenada. Uno de los que había criticado con agudeza el lugar elegido para la capital de la “nueva” provincia fue Domingo Faustino Sarmiento.
A pesar de las críticas recibidas, sobre todo por tratarse de una zona rural poco desarrollada y completamente inundable por su altura casi nula (más allá del nombre, el lugar elegido no tenía nada de “lomas”), Rocha se inclinó por esta opción. Al nombre de “Lomas de Ensenada” le puso el nombre de La Plata. El 19 de noviembre de 1882 se fundó dicha ciudad, y en el acto de colocación de la piedra fundamental, dijo: “Hemos dado a la nueva capital el nombre del río magnífico que la baña, y depositamos bajo esta piedra, esperando que aquí queden sepultadas para siempre, las rivalidades, los odios, los rencores, y todas las pasiones que han retardado por tanto tiempo la prosperidad de nuestro país”.
Sin embargo, para esta altura la relación entre el gobernador y el presidente había cambiado rotundamente. Es que el general tucumano no vio con buenos ojos el deseo que Rocha hizo público tempranamente, de querer ser el próximo presidente de la nación cuando casi ni había comenzado su gestión como mandatario provincial. Así quedó instalado el mito de que se contrató una bruja para maldecir el evento de la colocación de la piedra fundamental de la ciudad, que tuvo lugar en la actual plaza Moreno.
Más allá de eso, la intensa lluvia caída y el terreno pantanoso hicieron lo suyo para que la fiesta le saliera mal a Dardo Rocha. Pero con la tenacidad que lo caracterizaba, Rocha siguió adelante con su proyecto y en apenas un año y medio, ya estaba funcionando la sede del Ejecutivo, la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, y el palacio de justicia provincial. También durante su mandato, La Plata fue la primera ciudad de América del Sur en tener luz eléctrica (1883), completándose luego en 1886; se creó el Observatorio Astronómico de La Plata, y se proyectó el actual Museo de Ciencias Naturales.
Otra de sus obras prolíficas tuvo que ver con la expansión ferroviaria, a tono con el progreso del transporte y las comunicaciones, que venía ocurriendo tanto en la provincia como en el país. Durante su campaña, había pronunciado una frase que hoy parece sumamente utópica: “Haré extender un kilómetro de vías por cada día de mi gobierno”. Y vaya si lo cumplió: en sus tres años de gobierno se construyeron las líneas férreas de Mar del Plata; algo más de 160 kilómetros con la de Benito Juárez, y otra red hacia Bahía Blanca. A propósito de Bahía Blanca, proyectó la construcción de un puerto allí y otro en Mar Chiquita, además de haberse construido un puerto moderno en Ensenada.
Además de eso, Rocha hizo fundar numerosas escuelas en la provincia. La más destacada fue la Escuela de Agronomía y Veterinaria y Haras de la Provincia de Buenos Aires, que abrió sus puertas el 6 de agosto de 1883 (justamente, por esta razón es el día del veterinario en nuestro país); y posteriormente tomó la denominación de Instituto Agronómico Veterinario de Santa Catalina.
Durante la gobernación de Dardo Rocha no solamente vio la luz la ciudad de La Plata, la más conocida por razones obvias. También se fundaron las localidades de Necochea, el 12 de octubre de 1881; Coronel Vidal, el 28 de mayo de 1883, Pehuajó (tomó el nombre de la batalla que quedó al mando de Rocha, como está detallado más arriba en el artículo), el 3 de julio de ese mismo año; y Tres Arroyos, el 24 de abril de 1884, es decir una semana antes de finalizar su mandato. Apoyó a Carlos D’Amico, quien fue su sucesor como gobernador bonaerense.
Presidente no, pero rector de la Universidad de La Plata, sí
Tras su activo paso como gobernador de Buenos Aires, Dardo Rocha volvió a ser elegido senador nacional, tal como se estilaba en esos tiempos; y explica muy bien el politólogo e historiador Natalio Botana. Se acercaba la elección presidencial de 1886, para suceder a Julio Argentino Roca. Rocha tenía sus mayores adhesiones en la provincia de Buenos Aires, la más importante, e intentaba conseguir electores en el interior. Pero Roca se terminó inclinando para candidato oficial del partido, al entonces senador nacional por Córdoba, Miguel Juárez Celman. Este último era concuñado de Roca y hombre clave en la conformación de la famosa “Liga de Gobernadores”.
El tercero en discordia era Bernardo de Irigoyen, que solamente obtuvo los votos de los electores de Tucumán. Sin embargo, el aparato estatal del roquismo favoreció a Juárez, con métodos que iban desde la presión fiscal hasta incluso revoluciones o rebeliones armadas. Rocha, que había viajado al noroeste y que financiaba buena parte de su campaña a través del Banco Provincia (de Buenos Aires), luego de algunas desavenencias internas, le dejó su lugar a Manuel Ocampo, por los llamados Partidos Unidos.
Con esa declinación, se inauguró el llamado maleficio de los gobernadores de Buenos Aires. El propio Bernardo de Irigoyen, que quedó tercero por detrás de Juárez Celman y de Ocampo, volvió a perder al haber salido segundo en 1892, fraude de por medio (fue electo Luis Sáenz Peña). Irigoyen inauguró una nueva forma de hacer campaña política mediante viajes no oficiales, recorriendo y conociendo el país, pero no pudo hacer nada contra el candidato del acuerdo Roca-Mitre. Durante el siglo XX, y aún en el XXI, la racha sigue intacta, ya que Eduardo Duhalde no fue electo por el voto popular, sino por disposición del Congreso tras la famosa crisis de diciembre del 2001, en la que llegaron a haber 5 presidentes distintos.
En 1887 pidió licencia en la Cámara de Senadores para viajar a Europa, y le fue otorgada. Regresó dos años más tarde, y para 1890, fiel a su estilo, participó como mediador en la llamada Revolución del Parque. Su mayor logro allí fue que se dictara una ley de amnistía para todos los involucrados en la insurrección cívico-militar, que según contó uno de los líderes del levantamiento, Leandro N. Alem, había sido idea de Rocha. Tras la renuncia de Juárez Celman el 6 de agosto de ese año, el presidente pasó a ser Carlos Pellegrini, quien era el vice de Juárez; y también el mismo que había sucedido a Rocha como senador en 1881, cuando Dardo fue electo gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Cuando parecía fuera del ámbito público, 1897 fue un año clave para Dardo Rocha. Es que el senador provincial Rafael Hernández, hermano de José, el famoso autor del Martín Fierro, impulsó la fundación de la Universidad de La Plata. Dardo Rocha fue su primer rector hasta 1905, año en que la universidad fue nacionalizada por un convenio con el entonces ministro de Justicia e Instrucción Pública del presidente Quintana, Joaquín V. González; y hasta hoy la conocemos como Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Además, en esos 8 años en los que la casa de altos estudios tuvo jurisdicción provincial, Rocha también fue profesor de Derecho Constitucional.
Labor diplomática y más recordatorios tras su fallecimiento
Dardo Rocha integró la Convención que reformó la Constitución Nacional en 1898 (uno de los cambios principales fue aumentar el número de ministerios nacionales de 5 a 8, con la creación del Ministerio de Agricultura, el de Obras Públicas; y el de Marina, que se escindió del de Guerra).
Como diplomático, Rocha había tenido una labor destacada en 1895, evitando así un conflicto limítrofe por la zona de la Puna de Atacama entre Bolivia, Chile y Argentina. Se terminó de solucionar favorablemente a este último, aunque hubo que esperar hasta 1899. Nuevamente, ahora en febrero de 1911, Rocha fue nombrado por el presidente Roque Sáenz Peña, ministro plenipotenciario en la misión ante el gobierno de Bolivia; en pos de restablecer las relaciones entre ambos países, que habían mermado tras el fallo argentino en la resolución del conflicto limítrofe peruano-boliviano. Con la firma del Protocolo Rocha- Pinilla en septiembre de ese mismo año, se arreglaron los problemas fronterizos.
Finalmente, Dardo Rocha falleció el 6 de septiembre de 1921 en Buenos Aires, a los 83 años. A fines de 1940 sus restos fueron trasladados del cementerio de la Recoleta hacia la Catedral de la capital provincial, donde también descansan los de su esposa Juana Paula Arana. Esta decisión, tal como explicó Jorge Troisi Melean en su libro “Dardo Rocha: El último porteño”, contradecía lo expresado por el propio difunto, quien había pedido expresamente que sus restos fueran depositados en la Recoleta. Troisi Melean sostiene, con razón, que si bien Dardo Rocha es recordado por ser el fundador de la actual capital provincial, “La cercana ciudad de La Plata se encuentra lejos de sus emociones”.
Sumando mayores argumentos al cierre de uno de los capítulos del libro de Troisi Melean que citamos recién, Dardo Rocha apenas es recordado en la capital argentina, por una calle cortada en Palermo, entre los estudios de la Televisión Pública y el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA). En el Gran Buenos Aires, en cambio, se lo recuerda con calles tanto en la zona norte (partido de San Isidro), como en la zona oeste (Ciudadela, partido de 3 de febrero); y la zona sur (partido de Avellaneda, y en Temperley, partido de Lomas de Zamora).
Como no podía ser de otra manera, en Mar del Plata, su clásico lugar de veraneo familiar, y la ciudad donde hizo construir una vivienda especialmente como regalo a su mujer, lo homenajean una calle y una plaza. A diferencia de su hogar en el centro porteño, esta casona, llamada Santa Paula por el nombre de su esposa, solo sufrió modificaciones en el terreno, pero mantiene su estructura intacta al haber sido declarada, en 1995, patrimonio cultural por el Municipio de General Pueyrredón.
Con la gran crisis del 2001, y la consecuente emisión de bonos que siguió en el año 2002, los que trabajaban y cobraban en patacones, y hasta algunos que en ese momento eran menores pero tienen buena memoria (como quien escribe), tal vez recuerdan los billetes equivalentes a 2, 5, 10, 20, 50 y 100 pesos; que los bancos pagaban pero no aceptaban recibirlos. Al leer esta nota, los detallistas sabrán (los que no, se habrán dado cuenta ahora), que esos patacones, que eran emitidos por la provincia de Buenos Aires, tenían la cara de Dardo Rocha (ver foto).