“Abril es el mes más cruel”, decía T.S Eliot en su poema “Tierra baldía”. Y Picasso probablemente opinase lo mismo porque en abril murió y en abril se produjo el ataque a la ciudad de Guernica, trágica inspiración de una de sus obras más célebres.
El 8 de abril de 1973 fallecía a los 91 años, en su castillo de Mougins, Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso. A pesar de todos los santos que albergaban su nombre, el artista llegaba al fin de sus días por una insuficiencia cardíaca que concluyó en un edema pulmonar. Dejaba atrás una obra pictórica que lo convirtió en el gran artista del siglo XX y una trágica historia familiar que incluía el suicido de su última esposa Jacqueline Roque, su amante Marie-Thérèse Walter y su nieto Pablo de solo 24 años, además de su íntimo amigo Carlos Casagemas. Y como abril es el mes más cruel, también en abril, pero el día 26 del año 1937, la Legión Condor alemana y la Aviación Legendaria italiana bombardearon la ciudad vasca de Guernica, de solo 7.000 habitantes, lugar sin valor estratégico, más allá del simbólico por ser allí donde Fernando el Católico había jurado los fueron de los países vascos.
No menos de 31 bombardeos y 26 cazas dejaron caer 5.000 bombas (algunas incendiarias) a lo largo de casi 4 horas que duró este “ensayo de guerra totalitaria”, como la llamó Alberto Onaindía, el párroco del pueblo. Las estimaciones de muertos oscilan entre 300 a 2.000 víctimas según las versiones.
Guernica no tardó en convertirse en un símbolo y una premonición porque sus víctimas no fueron combatientes ni militantes: fue la población civil, mujeres y niños inocentes, esos “daños colaterales” de la violencia, aniquilados tan solo para que el terror paralice a todos. Cualquier podía ser víctima, bastaba estar en el momento y hora precisa. No había plan ni estrategia, solo el crudo azar. Todo el mundo podía convertirse en víctima, más allá de edad, sexo o condición …
Este atentado galvanizó a la ya dividida opinión española. Josep Renau organizó la resistencia artística en Madrid, por entonces la plaza más fuerte del republicanismo anticipándose al simbolismo del “No pasarán”.
Allí Renau formó la Alianza de Intelectuales Antifascistas. El afiche se convirtió en la forma artística más directa y combativa para comunicarse con el pueblo, muy parecida a la estética imperante en los primeros años de lucha en la Unión Soviética.
Renau, en su calidad de director de Bellas Artes de la República, fue quien le encomendó a Picasso una obra para la exposición internacional de 1937. Por esta pintura Picasso recibió 150.000 francos. Entonces el artista vivía en París y por más que el gobierno de la República lo había nombrado director del Museo del Prado, Picasso nunca viajó para asumir el cargo. A pesar del exilio, promovió enérgicamente la consigna de proteger los tesoros artísticos de España, porque “el arte era de todos”, fuesen republicanos o falangistas. Así fue como las obras más significativas del arte español fueron puestas a salvo de agresiones. Pocos años más tarde este ejemplo se diseminaría por toda Europa para proteger sus tesoros.
Los primeros dibujos politizados de Picasso fueron la serie “Sueño y mentiras de Franco” (serie I y II), donde preanunciaba el Guernica con figuras que se repetirían en su gran obra como ser caballos heridos, toros furiosos y mujeres gritando desesperadamente.
La obra sobre la ciudad arrasada es de grandes dimensiones (351 x 782 cm) y en ese plano, ligado por invisibles líneas que forman triángulos, se representan a tres mujeres expresando su dolor, una con un niño muerto en brazos y otra con un guerrero sin vida. El caballo atravesado por una lanza, una figura central en la obra, es una alegoría a las víctimas inocentes de la contienda, mientras que el toro representa la brutalidad y la oscuridad de la contienda.
Casi perdida en este drama simbólico hay una paloma con un ala rota y el pico abierto. A esta imagen Picasso la convertiría en símbolo de la paz (y una de sus hijas se llamaría Paloma).
En el extremo derecho del espectador hay un hombre con los brazos abiertos en franca alusión a las víctimas inmoladas durante la invasión napoleónica, representados en el cuadro “3 de mayo de 1808” de Goya.
Para concretar esta obra, realizó no menos de 900 bosquejos y al final eligió la monocromía para reforzar el mensaje de sombras, luto y espanto.
Esta obra, como dijimos, se presentó en París en el año 1937 y luego viajó extensamente por Europa para divulgar los horrores de la guerra. De poco sirvió, mostrar de lo que era capaz de hacer el hombre, porque tres años más tarde el mundo cometería los mismos errores (o peores aún) en los que ha incurrido la humanidad desde su albores.
No todos compartieron la forma de expresar el mensaje que había elegido el pintor español. Para el franquismo era una obra de monigotes mal dibujados, pero para algunos miembros del Partido Comunista, la obra solo trasmitía “resignación” y era “ajena a la mentalidad del proletariado”. Algunos críticos solo veían en ella el gemido autoindulgente de los burgueses…
Picasso se quedó en París durante la Segunda Guerra, donde pudo trabajar cómodamente, incluso durante la ocupación nazi. Solo una vez fue visitado por la Gestapo, probablemente más interesados en ver el taller del famoso pintor que por su posicionamiento políticos. Al contemplar los bocetos del Guernica, uno de los oficiales preguntó “¿quién ha hecho esto?” “Ustedes”, cuentan que respondió el pintor.
Picasso siguió viviendo tranquilamente en la Paris ocupada hasta el fin de la guerra.
El Guernica se expuso en el MoMa de Nueva York hasta 1981, cuando retornó a tierra española, según la voluntad del artista: la obra debía volver cuando se reinstaurara la Republica en territorio ibérico. Y así se hizo, se la trasladó en un vuelo comercial desde New York en el mayor de los secretos. Primero se la expuso en el Casón del Buen Retiro, de allí fue trasladado al Prado en 1992 –museo del que Picasso había sido director ausente–, y finalmente al Reina Sofía.
Hasta 1995, el cuadro se exhibió tras un cristal a prueba de balas porque en 1974, estando en Nueva York, un activista llamado Tony Shafrazi, un pintor y marchante iraní armenio que aún vive, pintó con aerosol rojo la frase «KILL LIES ALL» (Mata a las mentiras todas ), cuando en realidad debería haber escrito «ALL LIES KILL» (Todas las mentiras matan), pero siguiendo a James Joyce quería que se leyera de derecha a izquierda y viceversa. Cuando fue apresado, gritó “¡Llamen a un curador, soy artista!”.
Hoy la agresión a obras de arte se ha convertido en una estúpida forma de protesta.
Shafrazi solo estuvo pocos días detenido porque el aerosol pudo ser removido fácilmente debido a la gruesa capa de barniz que protegía al Guernica. El acto fue una protesta simbólica por la liberación del teniente William Calley, único acusado de la Masacre de My Lai, ocurrida pocos días antes de comenzar el mes de abril de 1968. El mes más cruel ….
Nos quedamos con esta reflexión de Picasso sobre su obra :“el arte es la mentira que nos permite comprender la verdad”, aunque la violencia y la destrucción siempre son difíciles de entender.
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Esta nota fue publicada en La Nación