Un sueño dentro de un sueño: Vida, pasión y muerte de Edgar Allan Poe

«Me quedé demasiado dentro de mi cabeza y terminé perdiendo la cabeza».

E.A.P

A H. P. Lovecraft una vez lo felicitaron por una descripción que había hecho de París y le preguntaron cuándo había estado en la Ciudad luz, a lo que Lovecraft, ese autor de cuentos de terror que jamás había salido de Estados Unidos y casi toda su vida transcurrió en su Providence natal, contestó siguiendo la línea poética de su autor más admirado, “In a dream with Poe” (En un sueño con Poe).

La vida de Edgar Allan Poe fue misteriosa, y más aún lo fue su precoz defunción. Todos han tratado de explicar sus conductas –que implicaban depresiones y trastornos paranoides– por su adicción al alcohol y al opio (aunque de esto último se duda), pero muchos de estos trastornos de comportamiento podrían explicarse por la disritmia cerebral que muy probablemente padeció.

La epilepsia era una afección conocida pero poco comprendida a principios del siglo XIX, cuando no se contaba con los medios para diagnosticarla en todas sus formas clínicas.

Estas crisis epilépticas sin convulsiones, podrían explicar muchas de sus conductas bizarras, empeoradas por el consumo de alcohol, impulsado por una vida miserable y la precoz muerte de su amada esposa (y prima).

La vida de Poe parece transcurrir en un espacio impreciso, entre la realidad y los sueños, entre la vigilia  y el inconsciente, y entre la vida y la muerte de aquellos que lo rodeaban y los personajes  que brotaban de su imaginación.

Poe fue el hijo de dos actores (David y Elizabeth) fallecidos antes que cumpliera los tres años. El “Allan” agregado a su apellido se debe a que vivió con una familia de ese  nombre, desde la muerte de su madre. El padrastro, John Allan, era un rígido escoses, hombre de fortuna, pero no muy generoso, con quien el escritor mantuvo una relación tormentosa, no así con su madrastra, Francis, a quien Poe veneraba.

Edgar fue un excelente alumno y deportista, pero callado y de una actitud soberbia de sabelotodo que no todos toleraban en la Universidad de Virginia.

Después de abandonar la carrera se enlistó en la milicia cuando la relación con su padrastro se hizo insoportable y se negó a pagarle la Universidad, pero su notable desempeño militar lo reconcilió con John Allan, quien lo ayudó a ingresar a la Academia de West Point, de la que fue echado en mayo de 1831 por inconducta.

Acá empiezan los problemas económicos de Poe para sobrevivir sin el apoyo de su padrastro. Después de algunos ensayos en el campo de la poesía, comenzó a escribió artículos y cuentos para sobrevivir. En 1836 se casó con su prima Virginia Clemm, apenas una adolescente a la que duplicaba en edad. Hay autores que sostienen que Poe era impotente o al menos poco interesado en el sexo, ya que como señalaba Charles Baudelaire (un admirador de su obra) en los escritos de Poe no hay descripciones eróticas ni sexuales. Marie Bonaparte –la discípula de Freud– coincide con esta apreciación y resalta una relación casi fraternal con su esposa (a lo largo de su matrimonio la pareja convivió con la madre de Virginia –y tía de Poe– y no tuvieron hijos). Eros y Tánatos no funcionaba con Poe…

Al menos la estabilidad que le daba el matrimonio evitó la excesiva ingesta de alcohol que ya le había costado el puesto en algunos periódicos, pero la calamitosa muerte de su esposa por tuberculosis empeoró su cuadro de adicciones. Sin embargo, continuó con sus proyectos literarios, entre ellos escribir un periódico al que llamaría “Stylus”. A tal fin viajó a Nueva York, pero a su vuelta a Baltimore su estado empeoró, estuvo muy inquieto hasta que un día fue hallado en coma en extrañas circunstancias. En ese estado fue conducido al hospital donde recuperó la conciencia, aunque la única cosa coherente que se le escuchó decir antes de morir fue: “Señor, ayuda mi pobre alma”.

¿Delirium tremens? ¿Encefalitis? ¿Traumatismo craneano ? ¿O era todo a causa de una epilepsia no tratada?

Desde joven, Poe había tenido cambios de conducta.  A los 20 años, o quizás antes, ya bebía en exceso. El Dr. John Robertson estudió detenidamente la vida del escritor y opinó que a esa edad pudieron comenzar episodios convulsivos que concluían con pérdida del autocontrol, amnesia de lo acontecido e ideaciones anormales.

 Sus amigos dan fe de que sus conductas anormales comenzaban con la ingesta de pequeñas dosis de vino, cerveza o sidra. Bastaba un sorbo para que este amable caballero sureño se paralizara y dejara de hablar. Este brusco cambio de conducta es compatible con el diagnóstico de convulsión parcial compleja. Este cuadro puede desencadenarse con o sin la ingesta de alcohol y no necesariamente se acompaña de convulsiones sino que aparecen y desaparecen induciendo un cambio de conducta en el afectado.

Estudiados los escritos de Poe, se nota un inexplicable cambio de caligrafía. Sus conocidos relatan como bruscamente se detenía a mirar al vacío, o apretaba los labios (como se lo ve en los retratos), o callaba y cambiaba de tema como olvidando el hilo de la conversación.

Si bien la epilepsia inducida por el alcohol está descripta desde hace décadas, nunca se la estudió profundamente y se la cree asociada con lesiones del lóbulo temporal.

En el caso de Poe, es evidente que los cambios de conduta no  solo estaban relacionados con intoxicaciones.

También se han reportado episodios de paranoia y hasta pérdida del sentido de la realidad (psicosis). Estos se hicieron más frecuentes en los últimos años de su vida como esas las largas discusiones con Longfellow por plagio, o las confesiones a su editor John Sartain de que había desconocidos dispuestos a matarlo por razones que a nadie le quedaron claras. Para no ser reconocido, se afeitó el bigote.

A lo largo de su vida tuvo episodios de alucinaciones que se atribuyeron a su alcoholismo, pero vistos desde esta percepción neurológica bien podrían haber sido psicosis postconvulsivas, un cuadro descrito que puede durar hasta 48 horas.

Tanto su esposa como su madre habían muerto de tuberculosos, por lo que no es extraño que Poe haya tenido esta enfermedad asociada con la pobre ingesta y el alcoholismo, más una vida irregular. ¿Pudo haber sufrido una meningitis tuberculosa la que provocó estas convulsiones parciales complejas que condujeron a su muerte?

También en sus escritos hay claves que puede analizarse a la luz de esta hipótesis. En “Premature burial” (Entierros prematuros), Poe afirmaba que el autor de este texto sufría una “catalepsia”, “una condición sin dolor” que bruscamente lo postraba hasta parecer estar muerto .

En “The Pit and the Pendulum” (El pozo y el péndulo) el protagonista es torturado por la Inquisición española, pero el relato parece la descripción de un brote epiléptico: “como si tocara los alambres de una batería galvánica, mientras los ángeles adquieren formas sin sentido para el espectador… entones el silencio, la quietud y la noche se convierten en el universo”…

 “Los monstruos más temibles son los que se esconden en nuestras almas” eran el tipo de expresiones que también se dio en otros artistas que padecieron epilepsia como Dostoyevski y Van Gogh.

En “Berenice”, uno de los protagonismos asesina a su prima en una crisis epiléptica sin recordar lo acontecido. Es la única obra en la que Poe usa la palabra epilepsia (que ya usaban los griegos –epilanbaneim, es decir “tomar por sorpresa”–; la crisis comicial es un sinónimo que se usaba en la antigua Grecia cuando  alguien convulsionaba durante las votaciones circunstancia que  justificaba la  suspensión de las mismas ).  

En “La esfinge”, Poe describe una macropsia –ver algo de gran dimensión– fenómeno que se da en  epilépticos como las personas que padecen migrañas . “Lo que confundes con la locura no es más que una sobreactivación de los sentidos”.

En “Eleonora” habla de las personas que sueñan de día ,con frases como la que da título a este artículo.

En “The Narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket”, describe con bastante precisión una convulsión y también afirma: “Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura”.

Esta epilepsia asociada al alcohol puede ascender al 25% de las disritmias del adulto y  también podrían ser causa de su muerte en extrañas circunstancia.

Como habíamos adelantado, cuatro días antes de su fallecimiento, Poe fue hallado delirando por las calles de Baltimore. Llevado al hospital universitario de Washington, si bien estaba consciente nunca recuperó la lucidez para explicar de forma coherente cómo había llegado a ese estado. ¿Fue un suicidio? ¿Fue un asesinato? ¿O fue un status epiléptico?… No hubo autopsia, así que jamás sobremos la verdadera causa.

El cuadro de convulsiones parciales complejas ligadas al alcoholismo fue descripto por John Hughlings Jackson medio siglo después de su fallecimiento.

Gran parte de la información que poseemos de Poe se debe a Rufus Wilmot Griswold, un escritor que se empeñó en destacar el lado oscuro de Poe, como un borracho, depravado y adicto al opio. Para remarca este lado negativo llegó a falsificar cartas de Poe, como lo señalaron muchos amigos del escritor . “Una mentira viaja alrededor del mundo mientras la verdad se pone las botas”, decía Poe y así paso con su vida.

Su tumba, originalmente humilde, se convirtió en un monumento para conmemorar al escritor y se convirtió en el centro de una misteriosa costumbre cuando en vísperas de un nuevo aniversario de su muerte, un desconocido enmascarado deposita una rosa. Un rito que se repite año a año . “Incluso en la tumba no todo está perdido”, predijo Poe.

Si bien no podemos confirmar estas especulaciones diagnosticas, sabemos que estás afecciones de Poe condicionaron su genio creativo, lo que lo convirtió en uno de los más célebres escritores de su tiempo.

“En lo profundo de esa oscuridad, mirando determinadamente, siempre estuve allí preguntándome, temiendo, dudando, soñando sueños que ningún mortal jamás se atrevió a soñar antes”. ¿El genio está en el fondo de una botella, en la ingesta del opio, en las disritmias cerebrales o es una mezcla azarosa de esos factores?

Nuestras vidas también son un sueño dentro de un sueño, que a veces son pesadillas y otras surgen como  un vago recuerdo de bienestar, un fulgor perdido que nos empecinamos en llamar felicidad.

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