El asesinato de Olof Palme es la pesquisa más cara y larga de Suecia

El 28 de febrero de 1985 a las 23.21, el primer ministro sueco Olof Palme era asesinado mientras volvía caminando a su casa con su mujer, Anna Lisbeth Christina Beck-Friis. Ese día habían elegido ir al cine con su hijo y su nuera. La decisión la habían tomado a último momento y prefirieron asistir sin guardaespaldas. 

Camino a su hogar, por una de las calles céntricas de Estocolmo, Sveavägen, un hombre alto de 35 a 40 años, vestido con un abrigo oscuro, se acercó al ministro y su esposa desde atrás y le disparó por la espalda con una Smith & Wesson. El homicida huyó, mientras un taxista dio la voz de alarma a la policía y dos jóvenes intentaron reanimar a la víctima. Al llegar al Sabbatsberg Hospital en los primeros minutos del 1° de marzo, Olof Palme ya estaba muerto.

Sven Olof Joachim Palme (Estocolmo, 30 de enero de 1927-Estocolmo, 28 de febrero de 1986) dirigió la política de Suecia a lo largo de 10 años (en dos periodos como primer ministro además de haber servido en otros ministerios). Durante su mandato, se destacó por su prédica pacifista, la defensa de los derechos humanos y compromiso con los estados del Tercer Mundo. 

Bajo su liderazgo, Suecia mantuvo una posición de neutralidad durante la Guerra Fría, abogó por el desarme tanto de EEUU como la URSS, apoyó el fin del apartheid en Sudáfrica y convirtió a Suecia en un país receptor de refugiados políticos. Este protagonismo lo llevó a ocupar la vicepresidencia de la Internacional Socialista.

Tras su muerte, salieron a relucir los poderosos enemigos que su posicionamiento político le había creado. Enseguida se barajaron varios grupos que estaban interesados en ultimarlo como la ultraderecha sueca (vinculada al tráfico de armas de la empresa Bofors AB), los servicios sudafricanos ligados a la supremacía blanca (el responsable habría sido un oficial llamado Craig Williamson), una rama de separatistas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), extremistas chilenos ligados al gobierno de Pinochet, un grupo marxista: la banda Baader-Meinhof y una fracción alemana del Ejército Rojo (grupo al que se atribuía por lo menos 34 muertes).

Las pruebas de balística mostraron que la bala asesina fue disparada por una Smith & Wesson 357 Magnum, un arma rara en Suecia. La policía se abocó a buscarla y recién en el año 2006, gracias a una pista compartida por el periódico Expressen, se pudo recuperar una Magnum utilizada en el robo de un correo en Mackfjärd, en 1998.

Las balas coincidían y el revólver se recuperó en el 2006 después de haber sido arrojado a un lago. Para cuando el arma fue rescatada, el laboratorio de ciencia forense no pudo confirmar si esa había sido el arma asesina por la corrosión

Las mismas pistas condujeron a un extremista de la ultraderecha sueca llamado Victor Gunnarsson, conocido por la prensa del país como “el hombre de 33 años” –nombre otorgado por los medios hasta que fuese demostrada su culpabilidad–. El hombre, propietario de una Magnum, se declaró enemigo de las políticas de Palme pero que esa enemistad no lo había empujado al magnicidio. 

Los abogados de Gunnarsson ofrecieron una intensa disputa judicial afirmando que las pruebas eran insuficientes y forzadas. Pocos días más tarde, Victor Gunnarsson era liberado de culpa y cargo. Viajó a EEUU y ocho años más tarde, en 1993, murió asesinado por un crimen pasional aparentemente no relacionado con el caso del ministro sueco.

Dos años después del crimen, fue apresado un hombre que nada tenía que ver con los grupos mencionados, nada tenía que ver con kurdos ni chilenos ni alemanes. Se llamaba Christer Pettersson, y era un joven drogadicto y delincuente de poca monta reconocido por Lisbeth Palme como el autor de los disparos. Sin embargo, el Tribunal Supremo de Suecia decidió liberarlo por falta de pruebas

Nuevamente las teorías y la revisión de los testimonios había sido muy deficiente por la sorpresa inicial del atentado, algo inusual para la monótona política sueca: no se acordonó la zona del crimen y la alarma nacional tardó una hora y media en decretarse, tiempo suficiente para que el asesino abandonase el país.

En el año 2006, un documental de la TV sueca barajó la hipótesis de que Pettersson habría querido matar a un narcotraficante que caminaba por la misma calle y estaba vestido como Palme. Pettersson murió de una hemorragia cerebral en el 2004, pero versiones posteriores afirmaban que él habría confesado su culpabilidad poco después del crimen. Lisbeth Palme continuó sosteniendo hasta su muerte, en el año 2008, que el asesino era Pettersson.

Sin embargo, las hipótesis se sucedieron y llegaron a incluir a la CIA, al Mossad, a  los croatas Ustacha y así hasta acumular 17.500 pistas incluidas en una causa que tiene 700.000 páginas, en la que se investigaron 130 personas que se habían autoinculpado y en la que se llevan gastados 350 millones de coronas suecas.

Por último, en el año 2020, después de 34 años, el fiscal jefe Krister Pettersson (obviamente nada que ver con el inculpado con el que solo compartía el apellido tan común en Suecia como López, Fernández o García entre nosotros) declaró que el asesino había sido Stig Engström, un publicista ligado a la ultraderecha sueca fallecido en el año 2000 quien, inicialmente, fue testigo del incidente porque se lo encontró en las vecindades de la escena del crimen.

¿Fue Engströn el asesino? Treinta años más tarde es difícil saberlo con todos los testigos muertos y los errores amnésicos de los supérstites … y eso de que la justicia tarda pero llega, no parece justicia sino revisionismo histórico, que no es necesariamente lo mismo.

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Este texto también fue publicado en Perfil

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