El 5 de agosto de 1943, el general George Smith Patton Jr. abofeteó al soldado Charles H. Kuhl, acusándolo de cobardía cuando se encontraba en un hospital en Sicilia. Una semana más tarde, hizo lo mismo con el soldado Paul G. Bennet.
En ese año, se registraron 115.000 casos de enfermedades psiquiátricas entre las fuerzas norteamericanas que peleaban en Europa. La mayor parte de ellas se debían a “fatiga de combate”, cuadro responsable del 20% de las bajas por enfermedad durante la guerra.
Ante esta explosión del general, la opinión pública en Estados Unidos se dividió. Una buena parte coincidía con la actitud de Patton, un criterio de “tough love” –amor duro–, como lo definió él mismo, para ganar la guerra.
Para muchos, como lo dijo el mismo soldado Bennet, el desequilibrado por la misma fatiga de combate era Patton.
Este y otros actos “extravagantes” (para ponerlo de una manera) lo convirtieron al general norteamericano en una de las figuras más controvertidas de la Segunda Guerra. De allí que tanto se haya escrito sobre él, ya que, además de una notable vida pública como oficial, era un escritor prolífico y llevaba un diario pormenorizado de sus actos, que permite analizar con más detenimiento esta figura que ganó el apelativo de “genio de la guerra”.
Patton nació el 1° de noviembre de 1885 en el seno de una familia de excelente posición económica. Su padre era abogado y político, pero su abuelo, Benjamin Davis Wilson, fue una figura notable que preanunciaba las excentricidades de su nieto. Pionero de California cuando esta aún no era parte de los Estados Unidos, combatió contra los aborígenes, sobrevivió a una flecha envenenada y le entregó las cabezas de los tres indios rebeldes en una canasta al gobernador de California.
Hombre individualista, temido y temerario, de un temperamento que inspiraba respeto, se puede decir que Patton siempre tenía presente la figura de su abuelo, de quien no solo había heredado su temple sino que fue durante su infancia una influencia notable por los relatos de sus aventuras.
Entre estas historias que le contaban de chico, también estaban las de sus ancestros por el lado Patton, que pelearon durante la guerra civil para los confederados. A pesar de haber nacido en California tenía afinidad por sus compañeros sureños.
George nació en Lake Vineyard, la propiedad familiar, donde disfrutó de una activa vida al aire libre y demostró una valentía siempre al borde de la imprudencia. Se convirtió en un joven propenso a los accidentes por esta intrepidez. Sufrió severos traumatismos practicando equitación y polo, deporte en el que se destacó (en 1931 vino a Argentina con el equipo del Ejército de EEUU ). ¿Podrían estos múltiples golpes haber dejado alguna secuela neurológica? Es un tema controvertido pero revisando su historia, no se puede descartar.
Otra figura influyente en la vida de George fue su tía Nannie. Ella tenía por George una devoción casi obsesiva. Fue ella quien comenzó a leerle los clásicos, especialmente la biblia y la vida de los conquistadores, especialmente Plutarco y sus vidas paralelas. Este no era un tema menor, no solo por la influencia en su espíritu guerrero sino porque desde joven la familia se dio cuenta que George sufría dislexia, que, de una forma u otra, marcó su existencia. La dislexia –una dificultad en la lectura, con inversión de letras y palabras– no necesariamente implica un déficit intelectual. Muchos de aquellos que padecen esta afección son muy inteligentes (Disney, Da Vinci, entre otros) y, sobre todo, tienen otra perspectiva de la realidad. Ellos suelen pensar en imágenes, cosa que les permite “visualizar” los problemas desde otras perspectivas. Hasta los 11 años, George no pudo leer o escribir, pero sí podía citar largos pasajes de la Biblia y los libros que su tía le leía. Cuando le fue detectado este problema, aún no se llamaba dislexia (recién fue reconocida como tal en 1896).
También, probablemente, haya tenido un TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad). Era uno de esos niños que no paran ni un minuto y mantuvo esta hiperactividad a lo largo de su vida. Lo aburría no hacer nada y así lo expresó durante su campaña a México persiguiendo a Pancho Villa.
Cuando condujo a las tropas aliadas en el norte de África, imponía una actividad física frenética a sus subordinados.
Patton sobrellevó los problemas de su dislexia con entereza, aunque debemos saber que esta no solo es una dificultad para leer o escribir. En muchos casos se acompaña de hiperactividad, obsesividad y bruscos cambios de humor. Lo asistió en su formación en West Point su prodigiosa memoria y formación clásica que había adquirido de su familia. De hecho, cuando ya era general, también creían que era bipolar por sus bruscos cambios de humor.
Patton siempre fue un aristócrata, orgulloso de su origen y, especialmente, de sus ancestros sureños. De hecho, esta posición orgullosa no le ganó muchos amigos durante su permanencia en la Academia. Esos aires de superioridad no le caían bien a todos, sobre todo cuando su dislexia era una evidente desventaja. A pesar de su dislexia, se graduó 46 de 103 cadetes. Poco después, se casó con Beatrice Banning Ayer, la heredera de un emporio textil, que lo convirtió en uno de los oficiales más ricos del ejército.
Su carrera fue brillante y excéntrica, casi legendaria. La expedición punitiva a Méjico, la Primera Guerra Mundial, y terminada la contienda se convirtió en uno de los desarrolladores de la guerra con tanques. Pasó un tiempo en Hawái, donde escribió un artículo sobre la posibilidad de un ataque sorpresa a las bases norteamericanas cinco años antes de Pearl Harbour.
Mientras tanto, seguía jugando al polo y navegando en su yacht llamado “When an if”. En 1937, se quebró una pierna por la patada de un caballo, que se complicó con una flebitis. Por poco termina acá su carrera.
Su brillante conducción en la campaña al norte de África lo convirtió en el oficial indicado para conducir la campaña de Sicilia, lugar donde dio esos famosos dos cachetazos que le costaron ser relegado a sus funciones, a pesar de que sus resultados en el campo de batalla fueron brillantes. También fue acusado de haber dado las órdenes de disparar contra enemigos desarmados en la masacre de Biscari (más de 70 soldados italianos muertos). Sin embargo, no fue castigado, pero Dwight D. Eisenhower lo sacó del servicio activo. Si bien Patton tenía experiencia en operaciones de desembarco por su participación en el “Día D”, pero participó en el avance hacia Alemania. A pesar de los problemas con Eisenhower y Bradley, no podían prescindir a Patton.
Con el fin de la guerra en Europa, Patton pidió ir a pelear al Pacífico, pero Douglas MacArthur no se llevaba bien con el belicoso general y Patton fue transferido a Alemania, donde lo nombraron gobernador de Baviera. Durante su breve permanencia en Estados Unidos, sus declaraciones habían sido controvertidas, pero en Europa fueron más erráticas y conflictivas. Mostró su vena antisemita en un continente que había vivido el horror del Holocausto y abiertamente promovía un enfrentamiento con los soviéticos. Su conducta era errática y alternaba periodos depresivos por su disgusto por las tareas administrativas con periodos de excitación que le valieron el diagnostico (discutible) de ciclotímico.
En ningún momento dejó de ser arrogante, acorde a su personalidad narcisista. Patton se había convertido en un arma difícil de dominar en un mundo que no estaba dispuesto a continuar (al menos abiertamente) una contienda devastadora y desgastante. El 9 de diciembre de 1945, el vehículo en el que viajaba chocó contra un camión del ejército. La única persona lesionada fue el general. Llevado al hospital de Heidelberg, se descubrió que tenía quebrada las vértebras cervicales. Inmediatamente fue colocado en una cama con tracción sobre el cuello para evitar la compresión de la medula ósea que paralizaba una parte de su cuerpo. Su esposa viajó inmediatamente desde Estados Unidos justo para acompañarlo cuando el 21 de diciembre a las 5:55 a.m. sufrió un embolismo y falleció. En vez de que su cuerpo fuese enterrado en Arlington, su esposa prefirió que descansase eternamente entre los soldados que había conducido en batalla.
Otra figura influyente en la vida de George fue su tía Nannie. Ella tenía por George una devoción casi obsesiva. Fue ella quien comenzó a leerle los clásicos, especialmente la biblia y la vida de los conquistadores, especialmente Plutarco y sus vidas paralelas. Este no era un tema menor, no solo por la influencia en su espíritu guerrero sino porque desde joven la familia se dio cuenta que George sufría dislexia, que, de una forma u otra, marcó su existencia. La dislexia –una dificultad en la lectura, con inversión de letras y palabras– no necesariamente implica un déficit intelectual. Muchos de aquellos que padecen esta afección son muy inteligentes ( Disney, Da Vinci, entre otros) y, sobre todo, tienen otra perspectiva de la realidad. Ellos suelen pensar en imágenes, cosa que les permite “visualizar” los problemas desde otras perspectivas. Hasta los 11 años , George no pudo leer o escribir, pero sí podía citar largos pasajes de la Biblia y los libros que su tía le leía. Cuando le fue detectado este problema, aún no se llamaba dislexia (recién fue reconocida como tal en 1896).