Operación Urano, el principio del fin de la ocupación nazi de Stalingrado

En de noviembre de 1942 más de un millón de soldados soviéticos se reunió en Kalach, al oeste de Stalingrado, ciudad capturada desde agosto de ese año por el 6to Ejército alemán al mando de Friedrich von Paulus.

Con esta gran maniobra de pinzas llamada operación Urano, las brigadas soviéticas a cargo del general Gueorgui Zhúkov envolvieron al ejército de tropas rumanas, italianas y alemanas en Stalingrado y detuvieron el avance nazi hacia los pozos de petróleo del Cáucaso, objetivo estratégico para la obtención de combustible, elemento esencial para una Alemania que ya percibía el desgaste de una guerra que habían emprendido más allá de su capacidad operativa, solo impulsada por el obsesivo fanatismo de Hitler.

Seiscientos mil soldados alemanes quedaron atrapados en Stalingrado con pocas provisiones que solo podían obtener a través de un frágil puente aéreo. A pesar de las promesas de Goebbels, el ejército nunca pudo ser correctamente abastecido.

Stalingrado, un momento crucial de la Segunda Guerra Mundial

Von Paulus advirtió al Führer sobre lo difícil de la situación y propuso iniciar una retirada. La respuesta fue contundente, debían resistir… Pocos días más tarde, le hicieron llegar a von Paulus los galones de mariscal de la Wehrmach. Era el elíptico recordatorio de que jamás un mariscal del ejército alemán se había rendido ante el enemigo.

El 6to Ejército alemán estaba al mando de Friedrich von Paulus.

El ataque inicial de la operación Urano se centró sobre las fuerzas rumanas. A las 07.20 del 19 de noviembre, 3560 piezas de artillería soviética bombardearon durante 80 minutos las posiciones del 3er Ejército rumano con un efecto devastador. Pocos minutos más tarde, tropas y tanques rusos avanzaban hacia las posiciones rumanas, que colapsaron poco después del mediodía.

El alto mando alemán envió al 48º Cuerpo Panzer, que contaba con menos de 100 tanques. No solo fueron superadas en cantidad sino que el frío también causó estragos entre las tropas y las máquinas. En pocas horas los rusos capturaron a 27.000 rumanos y atacaron a las tropas italianas del Ejército con aviones soviéticos, completando así el movimiento de pinzas que aislaba al 6º Ejército alemán en la devastada ciudad de Stalingrado.

Qué fue la operación Barbarroja

Friedrich von Paulus participó junto a Hitler en el diseño de la operación Barbarroja destinada a invadir la Unión Soviética, aunque en privado había expresado sus reservas sobre el éxito de la operación que estaba muy por encima de las posibilidades del Reich. Por su exagerado respeto por la cadena de mando, von Paulus había obedecido las órdenes impartidas por el Führer sin expresarle sus dudas.

Hitler creía que el operativo Barbarroja era infalible y que antes de comenzar el invierno las fuerzas del Reich debían estar en Cáucaso. Esta equivocación fue fatal ya que el ejército no estaba preparado para enfrentar al “general invierno” que se convirtió en el mejor aliado de los rusos.

No solo el clima conspiró contra la estrategia de von Paulus, la falta de combustible ralentizó el avance del ejército alemán.

La ofensiva del Afrika Korps había fracasado en su misión de conquistar los pozos petroleros del medio Oriente. En Alemania utilizaban una fórmula para obtener combustible líquido a partir de la hidrogenación del carbón, concebida por el premio Nobel Friedrich Bergius (1884-1949) –que terminada la contienda escapó a la Argentina donde ayudó a diseñar el plan quinquenal del gobierno peronista–.

Como esta fuente de energía resultó insuficiente (en realidad, de las 20 fábricas necesarias, solo se realizaron 6), era menester conquistar los pozos petroleros del Cáucaso. Los rusos lo sabían y concentraron sus fuerzas para evitarlo. La encerrona en Stalingrado dio sus frutos y la Luftwaffe no pudo proveer los insumos necesarios para las tropas atrapadas ni para evacuar a los enfermos y heridos.

El frío, el tifus y la rendición

El 2 de febrero, el poderoso ejército de von Pauls se había reducido a cien mil hombres que se entregaron a los soviéticos vencidos por el hambre, el frío y acosados por el tifus.

La batalla de Stalingrado les costó a los soviéticos casi un millón de bajas. Von Paulus, enfermo de disentería, se entregó sin cumplir el deseo de Hitler de suicidarse. De los cien mil prisioneros, solo seis mil volvieron a Alemania, incluido von Paulus, que ofició de testigo contra el régimen nazi durante los juicios de Nüremberg.

Desde 1953, actuó como jefe del «Instituto de Investigación Histórica Militar» de la RDA hasta su muerte 4 años más tarde.

El general vencido escribió una biografía donde relató su perspectiva del conflicto en un libro titulado “Stalingrado y yo”. En el texto, señaló que la ciudad soviética se había convertido en una obsesión para Hitler por el valor simbólico que implicaba… Y las obsesiones nunca son buenas consejeras, menos aún en una guerra.

“En Stalingrado se cortó el nudo que apretó la garganta de la historia”

Pablo Neruda

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