Hospital Bernardino Rivadavia: El más antiguo de la ciudad

La Hermandad de la Santa Caridad, el Asilo de Huérfanas y el Hospital de Mujeres

Los orígenes del Hospital General de Agudos Bernardino Rivadavia, considerado el establecimiento sanitario en funcionamiento más antiguo de la Argentina, se remontan a principios del siglo xviii. Más precisamente, al 13 de marzo de 1727, fecha en la que el capellán Juan Alonso González creó la Hermandad de la Santa Caridad con el fin de garantizar una sepultura digna a las miles de víctimas generadas por la epidemia de cólera que azotaba la ciudad. Al frente de la entidad, se nombró como mayor al capitán Juan de San Martín. La hermandad cumplió ampliamente con el objetivo para el cual había sido fundada, razón por la cual sus miembros decidieron extender su alcance y proyectar la construcción de un hospital, que se concretaría años después.

En una acta del Cabildo del 6 de agosto de 1743 quedó asentada la edificación de una sala de adobe cocido con una dotación de diez camas, que se mantendría con las limosnas de los fieles. La Hermandad de la Santa Caridad se haría cargo de esa unidad asistencial. Asimismo, se pactó someter a votación el tipo de pacientes que se debían admitir. Los directivos de la hermandad tuvieron que escoger entre tres posibilidades: atención de enfermedades incurables, cuidado de mujeres exclusivamente o tratamiento de todas las patologías. Se produjo un empate entre la primera alternativa y la tercera; con el fin de zanjar esta paridad, se realizó un sorteo. Para esto, se recurrió a la ayuda de un niño que se encontraba en las inmediaciones de la capilla para que escogiera de una canasta un papel. Finalmente, el azar se inclinó por la tercera alternativa: la atención de todas las enfermedades.

No existen documentos que demuestren que esta sala haya comenzado a funcionar. En su libro Breve historia del Hospital Rivadavia, el Dr. Rodio Raíces manifiesta: “En virtud de haber sido esta una obra concreta, aunque frustrada en las intenciones asistenciales, puede considerársela –a no dudarlo– el primer ante cedente de nuestro Hospital”. Otras investigaciones consideran que el precedente inmediato del actual hospital se remonta a 1755 cuando se creó el primer Asilo de Huérfanas, ubicado sobre la actual calle Bartolomé Mitre al 800. En este lugar, se enseñaba a las internas doctrina cristiana y oficios. Para atender a las niñas que se enfermaban, se habilitó una sala de aislamiento: paso inicial hacia la creación del Hospital de Mujeres. En el acta del Cabildo del 29 de noviembre de 1761, se manifestó el deseo de fundar un hospital para enfermas incurables. Un año más tarde, en una misiva del gobernador enviada al Cabildo, se daría curso a la solicitud.

En 1769, el vecino Álvarez Campana tuvo la iniciativa de edificar con fondos propios una sala con doce camas destinada a mujeres que serían asistidas por las huérfanas, pero la obra quedó inconclusa. Tiempo después, el padre José González Islas –hijo de Juan Alonso González– recaudó dinero proveniente de algunas limosnas y con el esfuerzo de su trabajo consiguió terminarla y dotarla de trece camas, separadas entre sí por cortinas para preservar la intimidad de las pacientes.

Este asilo se inauguró de forma oficial en noviembre de 1774 como el Hospital de Mujeres, ubicado en la calle San Juan 66 (actualmente Esmeralda). Con su apertura se logró cubrir una importante falencia médico-asistencial que afectaba desde hacía muchos años a las mujeres ya que, hasta ese momento, solo existían dos hospitales –el de Santa Catalina y el de la Residencia– que se ocupaban exclusivamente de la atención de hombres.

El cirujano Gerónimo de Aréchaga quedó a cargo de la atención médica y contó con la colaboración de las huérfanas del asilo.

En 1789, la farmacia (cedida por el rey Carlos III a la Hermandad de la Santa Caridad en 1777) comenzó a funcionar en un sector que daba al fondo del hospital y que había sido alquilado a la viuda de Álvarez Campana. Martín Muñoz, hermano de la cofradía, estuvo al frente durante un período prolongado de tiempo. Unos años más tarde, en 1798, el hospital disponía de tres salas: Nuestra Señora de los Remedios, construida en 1782 con una dotación de veinticuatro camas; Santo Tomás, finalizada en 1796 con veintiún plazas; y San José, antes utilizada por las enfermeras, con capacidad para seis internadas. Dos años después, vecino al hospital se inauguró un cementerio –imprescindible por el elevado número de fallecidos como consecuencia de las epidemias– y se implementó el registro de defunciones en planillas.

El hospital se independiza del asilo. El rol de Bernardino Rivadavia. Un tiempo de transición

A principios del siglo xix, el virrey Gabriel Avilés y del Fierro resolvió independizar al asilo del hospital para evitar que las huérfanas se fugaran. Sus tareas pasaron a ser realizadas por mujeres que cumplían el rol de enfermeras y que dependían de una enfermera mayor. La abertura que comunicaba ambos lugares fue tapiada. A estos cambios, se sumó el reemplazo del cirujano Aréchaga por el licenciado Nicolás Eusebio Fabre en 1801 y, más adelante, la incorporación de médicos de renombre como el clínico Joaquín Terrero y Cosme Mariano Argerich.

El reverendo párroco José González Islas gestionó una donación del rey Carlos III de España y con ese dinero se compraron varias propiedades aledañas al hospital que permitieron ampliarlo por los fondos de la manzana, por detrás de la Iglesia San Miguel Arcángel, en dirección a la calle de las Torres (actualmente Rivadavia) pero con salida lateral por San Juan (Esmeralda). En esta ubicación, se levantaría después la fachada del hospital a la altura de la actual plaza Roberto Arlt. Esto permitió la construcción de nuevas dependencias accesorias (botica, oficinas) y una parte del espacio adquirido se dispuso para ampliar el cementerio. A partir de 1811, por disposición del hermano mayor José Martínez de Hoz, se comenzó a llevar un registro del ingreso de las pacientes, que ese año habían ascendido a trescientas veintidós. El número de camas ya era de sesenta y cinco, catorce más de las que existían en 1798. Este registro se limitaba a las pacientes internadas, ya que los consultorios externos se inaugurarían recién sesenta y cinco años más tarde.

El 1 de julio de 1822, Bernardino Rivadavia, ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires, durante el mandato del general Martín Rodríguez, decidió que el Hospital de Mujeres pasara a manos de la provincia.

Esto implicó que la Hermandad de la Santa Caridad fuera desplazada de su administración. El 2 de enero de 1823, por decreto del gobernador Martín Rodríguez y firmado también por Rivadavia*, se creó la Sociedad de Damas de Beneficencia a la que se le otorgaron las siguientes atribuciones: “a) la dirección e inspección de las escuelas de niñas. b) la dirección e inspección de la casa de expósitos, de la casa de partos públicos y ocultos, hospitales de mujeres, colegio de huérfanas y de todo establecimiento público dirigido al bien de los individuos de este sexo” (Archivo General de la Nación, 1999).

En ese marco, y luego de varios intentos fallidos de privatizar la administración del hospital, Rivadavia le ofreció a la Sociedad de Damas de Beneficencia la conducción del lugar, pero desde esta institución rechazaron la propuesta debido a las múltiples tareas que le habían asignado. Según refiere Rodio Raíces (2000), el propio Rivadavia se hizo cargo del hospital y, además, dispuso la edificación de una nueva sala. Hasta 1838 la administración quedó a cargo de Francisco del Sar, quien había tenido un muy buen desempeño en esa misma función en tiempos de la hermandad.

Durante el Gobierno de Juan Manuel de Rosas, se dictó un decreto por el cual se retiraron las subvenciones a las casas de caridad y se dispuso el cese de las que no eran costeadas por la ayuda pública. Como consecuencia, fue desconocida la Sociedad de Beneficencia y, además, se le quitó el subsidio estatal al hospital. Su mantenimiento quedó en manos de la caridad pública. El administrador Juan Carlos Rosales, sucesor de Francisco del Sar, designó una comisión que se encargaría de realizar suscripciones para así reunir fondos que permitieran mantener su funcionamiento. Este fue un período muy difícil en el que peligró la continuidad del hospital.

La Sociedad de Beneficencia. La primera maternidad del país. El nuevo hospital

La batalla de Caseros del 3 de febrero de 1852 marcó el fin de la era rosista. El 6 de mayo de ese año, el nuevo Gobierno puso nuevamente al hospital a disposición de la Sociedad de Beneficencia. Y el día 15 de ese mismo mes la institución se hizo cargo de forma oficial.

En este nuevo período se realizaron diversas obras y se dio cumplimiento al decreto del 3 de noviembre de 1853, que destinaba una sala para maternidad provista de ocho camas y de un pequeño espacio para una enfermera que en la práctica oficiaba de obstétrica. Así fue como el 30 de diciembre de ese año quedó inaugurada la primera Maternidad del país, donde se desempeñaron los prestigiosos doctores Pedro Antonio Pardo** y Francisco Javier Muñiz , quien, además, fue director de la primera Escuela de Parteras que funcionó allí. Otro dato interesante es que el reconocido médico sanitarista José María Penna se desempeñó como practicante en 1879, poco antes de que el hospital se mudara.

En 1857, el Concejo Municipal de Higiene informó la necesidad de trasladar el Hospital de Mujeres a un lugar más amplio. Uno de los factores que hacían indispensable esta medida era el crecimiento poblacional, producto de las corrientes inmigratorias de 1860. Durante quince años algunas comisiones creadas a tal fin trabajaron para encontrar el sitio adecuado, aunque no lograron que la Sociedad de Beneficencia y las autoridades gubernamentales se pusieran de acuerdo. El 9 de diciembre de 1875, se estableció un convenio entre la Sociedad de Beneficencia y la señora Mercedes del Sar de Terry para adquirir los terrenos de su propiedad delimitados por las calles Chavango, del Sar (actualmente Las Heras y Sánchez de Bustamante) y Austria. El 1 de febrero de 1876 se concretó la compra por 1.300.000 pesos, de los cuales 500.000 provinieron del erario estatal y el resto serían a cuenta de donaciones particulares y de una suscripción pública.

La piedra fundamental se colocó el 6 de diciembre de 1880, días después de que el hospital fuera nacionalizado como consecuencia de la federalización de la ciudad de Buenos Aires resuelta por el presidente Nicolás Avellaneda. El 1 de mayo de 1881 se inició la construcción a cargo del arquitecto sueco Enrique Aberg, que en julio de 1886 debió viajar al exterior y fue reemplazado por su socio, el ingeniero Carlos Heynemann. La falta de fondos obligó a suspender las obras en varias oportunidades hasta que el Banco Nacional hizo un aporte de 100.000 pesos para continuar el proyecto y finalizar el nuevo hospital.

El 28 de abril de 1887 el ministro del Interior, Dr. Eduardo Wilde*** , inauguró los nuevos edificios bajo la denominación Hospital de Mujeres Rivadavia, en reconocimiento al hombre que había impulsado su desarrollo. El establecimiento contaba con trescientas camas distribuidas en cinco pabellones: cuatro de Clínica Médica y Quirúrgica con tres pisos y tres salas cada uno y uno de Maternidad de dos plantas. Los edificios presentaban una influencia neoclásica, separados por jardines y calles internas que los conectaban entre sí y seguían estándares europeos que exigían superficie libre por paciente internada a fin de contribuir a la recuperación. Rodio Raíces (22 de febrero de 1999) suma un detalle interesante: “La parquización fue ejecutada por el primer intendente que tuvo la Capital Federal, don Torcuato de Alvear (período 1882-1886), que donó la botica de su propio peculio y la mantuvo hasta su muerte en 1890”. Además, se construyó una capilla, dependencias anexas como Administración, cocina y baño, entre otras. El edificio dispuso de las primeras cañerías de la zona, que sustituyeron a los aljibes y aguateros que hasta ese entonces proveían de agua a la población. En aquella época estaba considerado como uno de los mejores hospitales del mundo, según cuenta Raíces (2000) en su libro.

Por otra parte, las antiguas construcciones del centro porteño que había ocupado el hospital fueron destinadas a las oficinas de la Dirección de Asistencia Pública, cuyo primer director fue el Dr. José María Ramos Mejía, con el propósito de brindar atención a inmigrantes y estudiantes. El Dr. Samuel Molina, impulsor de la instalación de los consultorios externos en el antiguo Hospital de Mujeres –medida de avanzada para la época–, fue nombrado director. Cabe mencionar, además, que la primera médica argentina Cecilia Grierson**** realizó sus prácticas hasta abril de 1889 en el hospital, año en el que culminó sus estudios de Medicina.

Crecimiento y expansión del hospital. Instituto de Maternidad Peralta Ramos

Con el paso de los años, el hospital sufrió varias remodelaciones, así como la construcción de nuevas edificaciones. En 1895, se inauguró la Casa de Sanidad llamada popularmente el pensionado de Rivadavia, que brindaba servicios de internación arancelados de primera y segunda clase***** . Cualquier médico de la ciudad podía derivar allí a sus pacientes particulares, quienes debían abonar las prestaciones sanitarias (por ejemplo, una cirugía) y la habitación, además de los honorarios que acordaran con su médico de forma privada. En 1903, la Sociedad de Beneficencia la transformó en el departamento de Pensionistas; la atención quedó a cargo exclusivamente de los profesionales pertenecientes a la planta hospitalaria. Aunque la consulta médica ya no estaba arancelada, como fuente de financiamiento se les siguió cobrando a los pacientes por la internación y las prestaciones. Quienes accedían a la modalidad de primera clase contaban con la asistencia personalizada de una enfermera mientras que en la segunda categoría, se disponía de una cada dos pacientes.

El 29 de noviembre de 1903, se habilitó el pabellón Siglo xix (designado con el número 6) para el aislamiento de las enfermas de tuberculosis, atendidas hasta ese momento en Clínica Médica. Este servicio funcionó hasta el 3 de mayo de 1916, dado que con la creación del Hospital Sanatorio de Llanura Vicente López y Planes en la localidad bonaerense General Rodríguez, especializado en Tisiología, se resolvió que las pacientes tuberculosas fueran trasladadas allí ya que se encontraba en una zona con mejores condiciones climáticas para la cura de esta patología. Sin embargo, en 1929 las instalaciones del hospital de llanura resultaron insuficientes y la Sociedad de Beneficencia resolvió crear un dispensario anexo en el Rivadavia.

Posteriormente, al pabellón Siglo xix se lo rebautizó Luis Olivera, en reconocimiento a una donación de 50.000 pesos realizada por la viuda de este hombre. Allí se instaló el área de Cirugía General y Ginecología.

El 7 de noviembre de 1908, se habilitó el pabellón 7 con el nombre Cobo, en memoria de Manuel Cobo y de su esposa, Clara Ocampo; sus hijos habían cedido una importante suma de dinero como agradecimiento al Dr. Samuel Molina por la atención médica brindada a la familia. La donación fue destinada al área de Cirugía que entonces pudo contar con calefacción, ascensor eléctrico, ventilación, comedores, terraza de invierno, entre otras instalaciones de avanzada para la época. Además, disponía de siete quirófanos, de los cuales dos poseían miradores utilizados para la capacitación de jóvenes médicos o de estudiantes que, de esta forma, podían observar cómo operaban los destacados cirujanos con los que contaba el hospital. El pabellón fue restaurado, ampliado y renovado tecnológicamente durante la década de 1940. Sin embargo, la falta de un plan sistemático de mantenimiento y actualización edilicia adecuado desembocó en una situación precaria en muchos de sus sectores que, finalmente, en 2004 precipitó su clausura. Las cirugías fueron derivadas a otras áreas, como Obstetricia y Neurocirugía.

Uno de los servicios más emblemáticos fue el de Maternidad, ubicado en el pabellón 5 desde la inauguración del nuevo Hospital de Mujeres Rivadavia en 1887. En 1918, el Dr. Alberto Peralta Ramos****** sucedió a Molina en la jefatura y, desde entonces, propulsó la creación del Instituto de Maternidad del que el 20 de abril de 1921 se colocó su piedra fundamental con la participación de la presidenta de la Sociedad de Beneficencia, Inés Dorrego de Unzué, y del intendente municipal, José Cantilo. Al poco tiempo, se inició la construcción del pabellón A sobre la avenida Las Heras y recién en diciembre, se comenzó con el pabellón B sobre la calle Gallo. En total, el servicio de Maternidad contaba con una dotación de cuatrocientas diecinueve camas.

El 16 de julio de 1928, se realizó la habilitación parcial de las obras. De este acto participaron el presidente de la Nación, Dr. Marcelo T. de Alvear, sus ministros, María Unzué de Alvear y el Dr. Peralta Ramos, que ya había sido designado como director del Instituto de Maternidad. La atención se dividió en tres departamentos: Obstetricia, Ginecología y Puericultura; además, contaba con un servicio social para brindar protección a las madres desamparadas. Junto a Peralta Ramos trabajó también el Dr. Juan Pedro Garrahan*******, quien inició en este hospital la práctica de la neonatología argentina.

El 17 de diciembre de 1930, el establecimiento se inauguró oficialmente como una entidad independiente del Hospital Rivadavia. Participaron del acto, la nueva presidenta de la Sociedad de Beneficencia, Elena Napp de Green, y los ministros de Relaciones Exteriores y Culto, del Interior y de Justicia e Instrucción Pública, en representación del presidente de facto José Félix Uriburu. En 1954, se lo denominó Instituto Peralta Ramos en homenaje a este médico fallecido el 9 de junio de ese año. Llevó su nombre hasta 1968, cuando el instituto se reintegró al Hospital Rivadavia por una re solución ministerial, luego de treinta y ocho años de funcionar de forma separada.

Otros pabellones construidos durante esos años fueron: el pequeño pabellón Sala de Cirugía (iniciativa del Dr. Molina), edificado en 1893 al lado izquierdo de la capilla y que funcionó hasta su demolición en 1903; el pabellón de Administración y Dirección (1894) con consultorios externos anexos; el pabellón de las Hermanas (1898); el pabellón de Laboratorio y Anfiteatro, finalizado en 1908 y luego derribado; el pabellón de Laboratorio Central que incluía el área de Anatomía Patológica, concluido en 1928 y edificado con un legado del señor Federico Garrigós (Raíces, 1999). En 1934, en un edificio de la calle Bustamante –en su intersección con la avenida Las Heras–, se inauguró el pabellón de Consultorios Externos y de Pensionistas que actualmente se encuentra en posesión del Centro de Estudios Médicos e Investigación Científica (CEMIC).

La Sociedad de Damas de Beneficencia se desvincula. La salud como política de Estado. Hacia un hospital general de agudos

En 1946, el Gobierno de Juan Domingo Perón intervino, por Decreto 9414, la Sociedad de Damas de Beneficencia; en febrero del año siguiente, por Decreto 5188, se determinó su adscripción a la recientemente creada Secretaría de Salud Pública a cargo del Dr. Ramón Carrillo********. En este contexto, en 1947 se formuló el Plan Analítico de Salud Pública, que permitió impulsar la expansión de centros hospitalarios y materno-infantiles. En 1948, todas las instituciones de la Sociedad de Beneficencia fueron puestas a cargo de la Dirección de Asistencia Social de la Secretaría de Trabajo y Previsión. A partir de ese momento, la misericordia, la beneficencia y el asistencialismo que predominaban en las directivas sanitarias de un Estado que desempeñaba un papel secundario darían paso a una idea muy distinta; la salud sería para el peronismo una política de Estado guiada por dos conceptos clave: justicia y dignidad.

Esta época marcó para el Hospital Rivadavia la progresiva incorporación de pacientes hombres. Algunos llegaban por recomendación de políticos y de personas influyentes, aunque los cambios sociales y las nuevas concepciones sobre la atención médica harían que gradualmente se fuera transformando en un hospital general de agudos, sin declaración o resolución previa. En 1992, junto con el resto de los hospitales nacionales, el Rivadavia fue transferido a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, pero sin el presupuesto suficiente que permitiera su desarrollo y la adecuación de las estructuras a las modalidades y adelantos de la medicina

No obstante, y pese a la insuficiente inversión del Estado, el centenario Hospital Rivadavia continúa cumpliendo un rol destacado en la atención de la salud de la población. Es preciso destacar que el compromiso irrestricto de todos sus trabajadores ha sido el factor determinante que ha impulsado los reclamos a las autoridades de turno para que emprendan las actualizaciones en su edificio y para que designen los recursos humanos que se requieren, y cumplir así apropiadamente con sus objetivos asistenciales.

Rivadavia fue un gran impulsor del hospital que hoy lleva su nombre, incluso se hizo cargo de su administración durante una etapa

Bernardino de la Trinidad González Rivadavia y Rivadavia nació el 20 de mayo de 1780 en Buenos Aires. Inició sus estudios en el Colegio San Carlos pero los abandonó en 1803. Durante las invasiones inglesas tuvo un destacado desempeño como capitán del Tercio de Gallegos. El 14 de agosto de 1809 se casó con Juana del Pino y Balbastro, hija del virrey Joaquín del Pino. Del matrimonio nacieron cuatro hijos.

Rivadavia fue uno de los participantes del Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 y votó en contra de la continuidad del virrey Cisneros. Su protagonismo en la escena política data de 1811, cuando se creó el Primer Triunvirato y fue nombrado secretario de Gobierno y Guerra; sin embargo, el derrocamiento del Triunvirato en 1812 lo obligó a abandonar su actividad política durante dos años. En 1814, Gervasio Posadas, director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, lo envió a Europa junto a Manuel Belgrano en misión diplomática para obtener el apoyo a la revolución. Pese al fracaso de esta gestión, Rivadavia permaneció allí hasta 1820.

De regreso al país, el gobernador de Buenos Aires Martín Rodríguez lo designó ministro de Gobierno. Desde ese cargo llevó a cabo una serie de reformas claves influenciadas por ideas dominantes en Europa: limitó el poder eclesiástico a través de la confiscación de propiedades de las órdenes religiosas y, a su vez, de la creación de instituciones para competir con el poder de la Iglesia, entre ellas, la Universidad de Buenos Aires, el Colegio de Ciencias Morales y la Sociedad de Damas de Beneficencia.

Por su parte, Rivadavia suprimió los cabildos –última expresión de la organización política colonial– y estableció una ley electoral que incluía el sufragio universal con los límites propios del siglo xviii. Cuando las Provincias Unidas incorporaron a la Banda Oriental a su territorio entraron en conflicto con Brasil, lo que apresuró al Congreso a consolidar un Poder Ejecutivo y formar un ejército para dar batalla. Por eso y sin mucha discusión, se sancionó la Ley de Presidencia y el 6 de febrero de 1826, se eligió a Bernardino Rivadavia como presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata; su objetivo principal era conseguir la organización nacional a través de la sanción de una constitución que unificara todo el territorio. Sin embargo, su ideología unitaria generó mucho malestar entre los representantes de las provincias y su proyecto fracasó. Esto determinó que renunciara en junio de 1827.

Como consecuencia del agravamiento de la guerra civil, en 1829 Rivadavia decidió irse a Francia, aunque su familia permaneció en el país. En 1834, decidió regresar a Buenos Aires pero Juan José Viamonte (gobernador de Buenos Aires) no le permitió desembarcar; por eso con su esposa y su hijo menor se exiliaron, primero, en Uruguay y después, en Brasil. Sus hijos mayores se quedaron para colaborar con Juan Manuel de Rosas en su disputa por asumir el poder.

Tras la muerte de su esposa en diciembre de 1841, su hijo decidió volver a Buenos Aires y un año después, Rivadavia se radicó en la provincia de Cádiz, España, con dos sobrinas. Allí falleció el 2 de septiembre de 1845 a los 65 años de edad. A pesar de haber solicitado que su cuerpo no regresara jamás al país, en 1857 sus restos fueron repatriados y desde 1932 descansan en el mausoleo ubicado en la Plaza Miserere en el barrio de Balvanera.

*El 12 de abril de 1823 se reglamentó formalmente la Sociedad de Damas de Beneficencia, y ese día se firmó su acta de creación, suscripta por Bernardino Rivadavia y las socias fundadoras.

**Médico, periodista y político argentino (1829-1889). Fue ministro de Relaciones Exteriores durante la presidencia de Nicolás Avellaneda y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.

***Médico, periodista, político, diplomático y escritor argentino (1844-1913). Fue uno de los exponentes de la llamada Generación del 80.

****Docente, escritora y médica argentina (1859-1934). Se desempeñó como obstetra y kinesióloga aunque nunca logró ejercer como cirujana a pesar de haber sido la primera mujer en graduarse en Medicina. Realizó también tareas filantrópicas y fue una férrea defensora de los derechos de la mujer.

*****Las habitaciones de primera clase incluían sala, dormitorio, baño independiente y cocina. Las de segunda contaban con las mismas comodidades, pero compartidas con otras pacientes.

******Médico obstetra y ginecólogo argentino (1880-1954). Fue miembro de la Sociedad Argentina de Obstetricia y Ginecología y de otras similares en Europa y América.

*******Médico pediatra argentino (1893-1965). Ingresó al Hospital Rivadavia en 1923, y por su labor junto a Peralta Ramos, se lo considera el padre de la neonatología argentina. Fue un destacado docente, formador de varias generaciones de neonatólogos y pediatras.

******** Con la reforma constitucional de 1949, la Secretaría de Salud Pública se transformó en el Ministerio de Salud Pública y Ramón Carrillo (1906-1956), en el primero que ocupó el cargo. Considerado el iniciador del sanitarismo argentino, Carrillo no solo realizó numerosas obras de infraestructura, sino que también desarrolló áreas en las que el Estado no había profundizado hasta entonces: la medicina preventiva, la medicina social y la atención materno-infantil. La política sanitaria de Carrillo estaba fundamentada en tres principios: todos los hombres tienen igual derecho a la vida y a la sanidad; no puede haber política sanitaria sin política social; de nada sirven las conquistas de la técnica médica si no pueden llegar al pueblo por medio de dispositivos adecuados.

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Texto extraído del libro

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