Comentamos que Juana Azurduy tenía una personalidad fuerte, decidida y sabía escribir, hablar además de montar caballos pues esa fue la educación que recibió de su padre.
De su vida, podemos diferenciar cuatros etapas: el amor de sus padres, una feliz infancia y de aprendizajes que le darán una personalidad destacada con capacidad de pensar y razonar por sí sola; la de un matrimonio con el Coronel Manuel Ascencio Padilla quienes tuvieron cinco hijos; la de una guerrera valiente con firmes convicciones sobre una independencia idealizada; y la de una anciana a quien todos reconocerán por sus labores pero despojada de su subsidio por parte del gobierno, viviendo con lo justo (no en la pobreza) y se volvería una persona reflexiva y melancólica.
En pleno Siglo XXI, aún existe mucha confusión respecto a su vida ya que no hay mucha información sobre ella. Algunos dicen que nació en cierto día, mes y año pero en el Archivo de la Biblioteca Arquidiocesanos “Monseñor Miguel de los Santos Taborga”, se encuentra el Libro n° 39 de Bautismos de Mestizos del Sagrario de Guadalupe, página n° 35 donde se halla la partida de nacimiento que dice: “En esta Santa Metropolitana Iglesia de la Plata, en doce días del mes de Julio de seteciencios ochenta: yo el Licenciado Dn. Josef Rodriguez Párraga, Teniente del Cura Rector de ésta. bptisé puse Oleo y Chrisma a Juana, del día hija legítima de Mathias Asurdui y de Elalia Bermúdes; fué su padrino Fray Thadeo Pajuelo del horden de Hermitaños quien supo su obligación, y p a. q e. conste lo firme.”. Rúbrica: Joseph Rodríguez Párraga.
Hay otras personas con el mismo nombre y apellido, pero sabemos que ella falleció a los 81 años de edad, por ello suponemos que se trata de la misma persona; en este texto, revela los nombres de sus padres que antes desconocíamos. Otro punto importante, es que no nació el día miércoles, 12 de julio pues dice que fue bautizada en ese día; tratándose de “bautismos de mestizos” Juana tenía sangre española ya que su padre había nacido en la península ibérica, mientras que su madre era indígena del Alto Perú.
La familia del lado paterno, eran comerciantes con muchas propiedades (en Huayna Huata, Cerecera y Toroca) para trabajar, aunque no eran de clase alta, si gozaban de buena posición social y económica. Mientras que en el lado materno no hay información verídica, sospechamos que realizaban actividades comerciales y eran de clase normal… pues Elalia pudo contraer matrimonio con un comerciante español de buena posición.
La concepción y parto de Eulalia es un misterio, pues no hay documentación fidedigna para responder ¿En donde nació Juana? Algunos autores expresan que fue en la ciudad de Charcas (hoy Sucre) y otros dicen que fue en Toroca, pues su padre tenía una hacienda en dicha urbe.
Viviendo con sus padres en la ciudad de Charcas, se dice que ingresó (los 16 años) a estudiar al Convento de Santa Teresa y fue expulsada a los 17 años, pero la realidad es que fue criada por sus tíos Petrona Asurdui y Francisco Díaz Valle tras fallecer su padre. Entrada a la adultez, contrajo matrimonio en Sucre el domingo, 19 de mayo de 1799 y residieron en la localidad Laguna. Con el pasar de los años tendrá cinco hijos: Manuel (1806), Mariano, Juliana y Mercedes todos sabían leer y escribir, pero su esposo y dos hijos morirán en la guerra de independencia, mientras que sus hijas fallecieron de fiebre palúdica y disentería. Cuando falleció su esposo, ella ya estaba embarazada y dio a luz el sábado, 2 de agosto de 1814 a una niña, en el Cerro de las Carretas en donde ocurría la batalla contra los realistas quienes salieron victoriosos; Juana la llamó Luisa.
En los siguientes años, recibirá dos medallas: por su valor y patriotismo recibe el grado de Teniente General de los Ejércitos Libertadores con autorización para usar el uniforme tipo Montañés (casaca de color azul y rojo) y espada del Ejército, mediante un decreto firmado por el director supremo Pueyrredón el martes, 13 de agosto de 1816, en el que se mencionaba su “varonil esfuerzo” y le fue entregada por el General Martín de Güemes. Su segunda medalla fue por sus servicios a la causa independentista recibiendo el reconocimiento de la medalla de Bolívar, concedida en Lima el jueves, 21 de diciembre de 1826 aunque no tenemos constancia que haya tenido el permiso de usar un uniforme de color rojo. En ese mismo año, durante la presidencia de Antonio J. de Sucre, se le aumentó otros cuarenta pesos a su pensión ya que Bolívar (como presidente) había dispuesto que el Tesoro Fiscal le pagará unos 60 pesos a su pensión en 1825, es decir un total de cien pesos y se le concede una finca para que pudiera vivir. Juana también supo tener un inmueble (heredado) en la ciudad, donde pasaba el mayor tiempo en compañía de su hija. Luisa.
A Juana se la caracteriza como una mujer bella, de pelo largo y lacio hasta la cintura con tono bronceado y cuerpo modelado pero la realidad es que no tenía aquella apariencia además era bajita (no superaba el 1,60 mts. de altura). Cuando decide pelear contra los españoles, ya había tenido hijos y rondaba en los treinta tantos de años, además sus músculos se habían fortalecido debido a los constantes galopes y usos de armas. Su fisonomía era la de una andaluza, aunque no atractiva. Existe un cuadro que recrea el rostro de Juana, éste se halla en el Salón de Espejos de la Alcaldía de Padilla, Bolivia pero se desconoce al autor y año de su creación. No obstante, no le quita el mérito por su bravura, valentía e inteligencia frente a las situaciones contra el yugo español.
Juana murió el domingo, 25 de mayo de 1862 en su cama a un mes de cumplir 82 años, su domicilio real se hallaba en la calle España N° 218 en barrio Coripata, ciudad de Chuquisaca; rodeada de muy pocas personas como el niño Inocencio Sandi, su hija Luisa y esposo Poveda. Su cuerpo fue velado en otro cuarto de la vivienda y al día siguiente (26 de marzo) fue llevada al cementerio de Sucre, recibió todos los óleos con cruz baja y fue llevada al panteón general (no a una fosa común sin nombre) de la ciudad. No recibió los honores y reconocimientos por ambos países, quedando en el olvido. En el libro de entierros se anota su apellido como “Asurduy” y lo firma el Vicario Bernardo Camperos.
Debemos entender que no todos los entierros eran iguales, pues -de acuerdo a su condición social- uno podía pedir ser enterrado con cruz doble alta con Deán, Cabildo y actos que resaltaban la majestuosidad con toques de las campanas, alta, baja o “menor que una cruz baja” es decir limosna para aquellos que eran pobres. Hemos destacado las palabras “cruz baja”, pues quiere decir que fue enterrada como una persona común, con la señal de la Cruz de Cristo y el nombre completo de la persona enterrada sin rendición de honores por ambas naciones es decir que -siendo una persona destacada con reconocimientos en vida- no recibió grandes honores en su lecho. ¿Porque fue ignorada?, la realidad es que no hay una sola respuesta y tampoco tenemos la contestación adecuada; por entonces los presidentes eran José María de Achá y Bartolomé Mitre, quienes ya tenían guerras civiles y políticas en sus países además los tiempos eran otros y no había motivo alguno en recordar a la heroína del Alto Perú.
Respecto al apellido, la palabra “Asurdui” no fue modificado a voluntad ya que debió emigrar a Potosí para escapar de la muerte; en aquellos tiempos, no todos sabían escribir bien pues la ortografía castellana podía variar y era normal que muchas personas escribieran la misma palabra, pero con diferente ortografía. Con el tiempo, el castellano moderno fue sustituyendo letras en las palabras como, por ejemplo: “Virreynato” a “Virreinato”, “Koripata” a “Coripata” y “Asurdui” a “Azurduy”.
El año 1962 (centenario de su muerte) se formó un comité para recuperar sus huesos con el objetivo de darle un digno resguardo con sus correspondientes honores. Se localizó el lugar y se recuperaron los huesos para colocarlos en una urna de madera, cubiertas con las banderas de Bolivia y Argentina en la Casa de la Libertad, ciudad de Sucre.
Juana no murió en la pobreza extrema pero sí vivió modestamente a pesar de heredar bienes, los entregó a la causa independentista además de una pensión vitalicia de 100 pesos recibida por parte del gobierno boliviano (luego cancelado en la década de 1820), recibía ayuda de su hija; disponía ayuda con la casa a quien se les pagaba. No necesitó de nada más, sólo vivir en paz ya que su vida había sido dura antes y luego de la batalla.