Emojis: la revolución comunicacional contemporánea

El término “emoji” proviene del idioma japonés y es una palabra compuesta formada por dos partes: e (en japonés, 絵) que significa “dibujo” y moji (en japonés, 文字) que significa “carácter escrito”, y son los sustitutos naturales de los emoticones[2]  (el ejemplo más claro lo tenemos en la sonrisa, que ya no es :), sino 😀, el corazón, que pasó de ser (L) o <3 a ❤️ o el xD, que ahora es 😆). Existen ni más ni menos de 3.633 emojis en todos los teclados de cada uno de nuestros teléfonos celulares -la tecnoparasitaria biblioteca de Alejandría, muchas veces desperdiciada en selfies fuera de encuadre, entre otras estulticias variopintas- y “Emojipedia” –https://emojipedia.org/– es su biblia (el sitio de referencia número 1 del mundo, el cual fue fundado en 2013 por el australiano Jeremy Burge). Se cree que los primeros fueron creados en 1997 y lanzados como un pack de 90 por J-Phone, empero los que amamos y usamos hoy en día descienden de un set lanzado en 1999 por NTT DoCoMoy creados por un equipo liderado por Shigetaka Kurita[3]. Los emojis de Kurita se desarrollaron como una solución a los problemas de mala comunicación que surgieron del creciente uso de los correos electrónicos (la gente estaba acostumbrada a escribir largas misivas personales llenas de verborrea y dada la naturaleza más sucinta de los e-mails, muchas veces había confusión sobre cuáles eran los sentimientos del remitente). En ese momento, ya existían kaomojis[4] como (‘。- ᵕ -。`), pero eran complicados y consumían mucho tiempo en ser tecleados. Kurita, persiguiendo una solución, creó 176 imágenes de 12 x 12 píxeles que representaban una variedad de emociones humanas, los cuales con el tiempo devinieron en los iconos que usamos actualmente en todas las plataformas comunicacionales digitales.

Los emojis son la mejor manera para representar emociones y objetos de la forma más visual posible, los cuales para el 2011 se volvieron globales gracias a la invención del i-phone, instancia que, cuatro años más tarde (a principios de noviembre de 2015), sobrevino en que el prestigioso Diccionario Oxford eligiera como la palabra del año al emoji de la risa con lágrimas en los ojos, siendo la primera vez (desde el comienzo de esa tradición en el 2004) que un pictograma fuera elegido para ser premiado. En 2019, la Fundación del Español Urgente distinguió al término “emoji” como el vocablo del año (tras haber pregonado “escrache” en el 2013, “selfi” en el 2014, “refugiado” en el 2015, “populismo” en el 2016, “aporofobia” en el 2017 y “microplástico” en el 2018). Estos pictogramas digitales (y sus evoluciones: bitmojis[5], memojis[6], animojis[7]…), antes de comenzada la segunda década de este siglo XXI, ya formaban parte de la comunicación diaria, mientras continuaban conquistando día a día nuevos espacios más allá de las conversaciones privadas en chats y aplicaciones de mensajería de las que habían dimanado, constituyendo un elemento más en la contribución para lograr el fin último de las lenguas: la comunicación entre las personas.

En un mundo marcado por la velocidad, los emojis aportan agilidad y concisión. Y en un entorno en el que buena parte de lo que escribimos, sobre todo en chats y sistemas de mensajería instantánea, es comunicación oral puesta por escrito, estos elementos nos permiten añadir matices gestuales y de intención que de otro modo se perderían. Además, muchos de ellos tienen el valor de la universalidad (el de poder ser entendidos por personas de muy diferentes culturas y lenguas). – ¿No podríamos decir que son lo más cercano a un lenguaje universal que ha creado el humano? -. Los emojis, a diferencia de los emoticones creados para trasmitir emociones a través de símbolos (su nombre viene de la unión de las palabras “emoción” + “ícono”), nacieron directamente como pictogramas (siempre tuvieron forma de imagen y además de emociones pueden representar cualquier cosa), y como tales sus combinaciones e interpretaciones son infinitas, como así también sus exégesis completamente espurias. Ejemplo de ello, por mencionar algunos, son:

👹: suele entenderse como sinónimo de enfado o de estar dispuesto a hacer alguna travesura, pero realmente es un ogro japonés llamado Namahage que en la cultura japonesa se supone que aleja a los espíritus malignos de los hogares. O sea, no es un demonio, sino un ogro que lucha contra los demonios.

👺: aunque mucha gente piensa que es una especie de careta o máscara, realmente es un tengu, una criatura malvada y engreída del folclore religioso japonés. Lo normal sería usarlo para expresar alguna mala intención e incluso crueldad.

😵: no es que esté muerto, sino que está sorprendido.

🙏: ni son dos personas chocando las manos ni es una persona rezando ni pidiendo por favor, sino que realmente es una representación del gesto japonés para dar las gracias.

🤟: no es un rockero dándolo todo en un concierto de Motörhead, sino que significa “te quiero” en el lenguaje de signos estadounidense. Los dedos forman una “I” (yo), una “L” (love) y una “U” (you).

😭: no es una persona llorando de la risa. Es una persona llorando desconsoladamente.

😣: aunque se suele usar para mostrar frustración, disgusto e incluso que algo es desagradable, realmente es la cara de una persona haciendo mucho esfuerzo para hacer algo. Su nombre original es “cara de perseverancia”.

😩: no es una cara frustrada, sino cansada, como esta 😫 pero en menor medida.

😐: teóricamente es una cara neutra, que no expresa nada, pero normalmente se usa para expresar una especie de incomodidad o la sensación de haberse quedado sin palabras.

😤: esta carita no está irritada ni enfadada por nada, sino que se usa para mostrar un triunfo.

😪: tiene muchas interpretaciones, pero principalmente se usa para expresar aburrimiento. No va desencaminado, pero su significado literal es “cara soñolienta”, es decir, que está cansada.

😬: aunque se suele usar como “jejeje” o para expresar una risa entre dientes, su nombre original es “cara haciendo muecas” y está pensado para expresar nerviosismo, vergüenza o incomodidad.

😥: ni está sudando ni está llorando, es una cara triste pero con cierto alivio, como cuando haces un examen regular pero que podría haber salido mucho peor.

🤏: es una mano pellizcando.

🤙: no es un símbolo de buen rollo, sino una mano haciendo el gesto “Llamame”.

👐: estas manos no están aplaudiendo – ¿quién aplaude con las manos abiertas? -. Son unas manos dando un abrazo.

💁 y 💁‍♂️: aunque se usa para expresar sarcasmo o astucia, es una persona detrás de un mostrador de información.

🙆 y 🙆‍♂️: por lo general, suele usarse para expresar que no se sabe qué hacer o cómo proceder en una tarea, pero realmente es una persona diciendo “OK”.

🙀: no es un gato sorprendido. Su nombre oficial es “Weary cat“, que significa “gato cansado”.

🙈, 🙉, 🙊: aunque se usan para coquetear o hablar de forma más íntima, realmente son una representación gráfica del dicho japonés “No ver el mal, no oír el mal, no hablar mal”. La escultura original en la que están inspirados se encuentra en el santuario Toshogu, en Tokio. Y se llaman Mizaru, Kikazaru e Iwazaru.

🗻: aunque se usa para hablar de montañas, realmente es el Monte Fuji.

🏩: aunque parezca un hotel, realmente es un “Love Hotel“, es decir, un albergue transitorio. El hotel turístico es: 🏨

💃: no es una flamenca. Si se mira el vestido minuciosamente es un vestido de tango (no tiene peineta ni los clásicos lunares).

🗼: no es una antena de radio, sino el Tokio Tower, el segundo edificio más alto de Japón.

💿 y 📀: no confundir CD-ROM (gris) con DVD (amarillo). En el DVD cabe mucha más información.

🎥 y 📽️: parecen iguales, pero la primera es una cámara de vídeo de las antiguas y la segunda es un proyector.

💬, 🗯️ y 💭: aunque todos sirven para conversaciones, cada uno de estos emojis tiene su contexto: conversación normal, enfado y pensamiento.

🧨: no es un cartucho de dinamita, sino un petardo.

🔰: no es un escudo, sino el equivalente japonés a la “L” que los nuevos conductores deben poner en sus coches al sacarse el carnet.

🅰️, 🆎, 🅱️: son los tipos de sangre.

Los emojis están tan insertos en esta cotidianidad relacional que nos es propia, que nuestro sistema límbico[8] los procesa como situaciones comunicativas emocionales fidedignas. Se ha demostrado que los circuitos neurales que estarían involucrados en la expresión, la regulación emocional y el reconocimiento de las emociones incluyen: la amígdala, el cíngulo anterior, la corteza orbitofrontal, la ínsula, el hipotálamo y el estriado ventral. Hoy, todas estas áreas del cerebro, se activan cada vez que vemos un emoji; ya no solamente los identificamos sino que los sentimos como si fueran expresiones genuinamente auténticas. – ¿Hasta dónde los emojis no son una suerte de versión tecnoparasitaria del Golem[9], “el Golem de Unicode”? -. Estas digitalizaciones pictogramaticas no solo devinieron en simplificaciones comunicacionales y cristalizaciones emocionales sino también en nuevas sinapsis neuronales, gracias a las cuales podemos entendernos cuasi universalmente y, de alguna forma, recimentar el sueño de Nimrod[10]: aquella inacabada la Torre de Babel. Sigamos construyendo este nuevo lenguaje, para así dejar atrás esa incomunicación con la que el Todopoderoso supo penar aquel babilónico -e insurrecto- sueño de poder llegar al cielo.


[1] Unicode es un sistema de codificación de caracteres utilizado por los equipos informáticos para el almacenamiento y el intercambio de datos en formato de texto. Asigna un número único (un punto del código) a cada carácter de los principales sistemas de escritura del mundo.

 

[2] Los emoticonos son los símbolos creados con signos de puntuación y que suelen leerse inclinando la cabeza: :-), 😉 o :-(. 

[3] Shigetaka Kurita (栗田穣崇), (Gifu, 9 de mayo de 1972) es un diseñador de interfaces japonés, reconocido por ser el creador de los Emoji. Mientras trabajaba para la agencia de comunicaciones japonesa NTT DoCoMo y el inminente lanzamiento de su plataforma para internet móvil i-mode, Kurita diseñó los primeros emojis que iniciarían con la tendencia mundial del uso de pictogramas para comunicar ideas mediante mensajes de texto. Para el diseño de los emoji, Kurita se inspiró en el trabajo visual realizado en el manga y también en caracteres y señales de tránsito chinos.

[4] Los kaomoji (o verticonos) son los emoticonos japoneses que representan rostros y emociones. Su estilo se asemeja mucho al que se encuentra en el manga y anime. Son animaciones japonesas que se teclean o escriben derechas. No hace falta girar la cabeza para leerlas.

[5] Bitmoji es una aplicación para Android que permite: crear un personaje de caricatura (Bitmoji) para utilizarlo como protagonista de una gran colección de emoticones.

[6] Memoji es un “animoji” con nuestra cara. En lugar de usar uno de los personajes que vienen de forma predeterminada podemos personalizar una cara humana con todos sus rasgos (ojos, orejas, nariz, boca, pelo, etc.) para que sea una representación de nosotros mismos.

[7] Animoji es un emoji, pero animado.

[8] El sistema límbico (también llamado cerebro medio y/o emocional) es la porción del cerebro situada inmediatamente debajo de la corteza cerebral (la corteza cerebral no solamente ésta es el área más accesible del cerebro: sino que es también la más distintivamente humana. La mayor parte de nuestro pensar o planificar, y del lenguaje, imaginación, creatividad y capacidad de abstracción, proviene de esta región cerebral), y que comprende centros importantes como el tálamo, hipotálamo, el hipocampo, la amígdala cerebral (no debemos confundirlas con las de la garganta). Estos centros ya funcionan en los mamíferos, siendo el asiento de movimientos emocionales como el temor o la agresión. En el ser humano, estos son los centros de la afectividad, es aquí donde se procesan las distintas emociones y el hombre experimenta penas, angustias y alegrías intensas

[9] El Golem recoge una antigua leyenda relacionada con el gran rabino Loew de Praga (1512 – 1609) y con imágenes vigorosas evoca los misterios del gueto de Praga. El Golem es una figura de arcilla animada por obra de la cábala, para defender a los judíos, pero que se escapa fácilmente del control y provoca catástrofes.

[10] Aunque la Biblia no lo menciona directamente, desde tiempos antiguos la tradición ha considerado a Nimrod como el constructor de la Torre de Babel. Dado que la torre fue edificada en su territorio y durante su reinado, se asume que fue bajo su dirección que la construcción se inició (Génesis 10:10-12).

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