Tutor escocés, lujos, caprichos y privaciones: la singular vida de Puyi, el último emperador de la China

“No merezco otra cosa que el más severo de los castigos. Traicioné a mi pueblo y mi gobierno no fue más que una camarilla de traidores. Todos los gobiernos anteriores de China no han hecho otra cosa que expoliar al pueblo… El gobierno del pueblo es el mejor de toda la historia de China”, confesó en una entrevista concedida en 1956 el duodécimo y último monarca de la dinastía Qing, Puyi (1906-1967), “el señor de los diez mil años” o “el hijo del cielo”.

A pesar de todos estos nombres otorgados por el protocolo chino, su tutor, el escoces Reginald Fleming Johnston (1874-1938), lo llamaba Henry, por propia elección de Puyi.

La vida de Puyi, el último emperador

Su vida estaba llamada a ser extraordinaria, pero nadie que asistiera a la coronación del emperador de tres años, en 1909, podría haberse imaginado las peripecias que habría de vivir. La dinastía fue derrotada solo dos años después de la coronación por la rebelión de Sun Yat-sen (1866-1925), un señor de la guerra que tomó Beijing pero permitió que el niño continuara habitando tras los muros de la Ciudad Prohibida después de abdicar el 12 de febrero de 1912.

En 1917, y solo por 12 días, el adolescente volvió a ocupar el trono imperial, pero otra revolución lo obligó a recluirse nuevamente.

“Como pueden ver”, diría durante durante esa extensa entrevista, “bajo el régimen feudal hasta un niño podía sentarse sobre el cuello de un pueblo”.

Puyi a los 3 años de edad (imagen Picryl)

Si bien Puyi mantenía sus prerrogativas como emperador, el joven nunca ejerció el mando, su vida desde entonces se redujo a una función decorativa. El establecimiento de una democracia lo redujo a una instancia casi simbólica, un eslabón en la rígida etiqueta imperial.

Puyi, los japoneses, los rusos y el comunismo

Fueron los invasores japoneses quienes se valieron de esa capacidad simbólica para sojuzgar al pueblo chino. Durante 14 años, Puyi vivió en una corte montada como gobierno títere de cortesanos y eunucos. El emperador se limitó a repetir las órdenes que los generales japoneses susurraban a su oído y hasta debió casarse con una joven de ascendencia japonesa. “Sin mi colaboración, los invasores no hubiesen podido establecerse”, confesó.

En ese tiempo dio rienda suelta a sus caprichos y no era extraño que ordenase la flagelación de algunos de sus sirvientes por causas mínimas o impulsos autoritarios. Durante la prolongada prisión que sufrió a manos de los rusos y, más tarde, del régimen comunista chino, Puyi aprendió a autoinculparse por sus excesos y se mostró sinceramente arrepentido de los mismos.

En 1945, los soviéticos invadieron Manchuria y los japoneses pretendieron llevarse a Puyi a Tokio, pero antes de subir al avión que lo conduciría a Japón fue arrestado y trasladado como prisionero a Rusia. Por años fue trasladado de una prisión a otra, aunque mantenía un tren de vida acorde a su status pues Stalin pensaba usarlo para alguna maniobra expansiva de la Unión Soviética. En 1950 y sin mayores explicaciones, los rusos lo enviaron de vuelta a su país de origen donde pasó otros 6 años recluido mientras esperaba ser juzgado por traición.

Durante sus años de reclusión en China perdió sus prerrogativas que los rusos habían mantenido, debió compartir una habitación con otros prisioneros, hacer labores domésticas que incluía matar moscas y ratones. Su adoctrinamiento comunista iniciado en la Unión Soviética continuó bajo la tutela maoista.

Finalmente, fue liberado en 1959 y como cualquier otro ciudadano pudo visitar la Ciudad Prohibida que había habitado como emperador.

Puyí murió en 1967  (imagen Picryl)
Puyí murió en 1967 (imagen Picryl)

El gobierno chino lo envió a trabajar al instituto de Botánica dada su inclinación por la jardinería. En esos años, animado por las autoridades, escribió su autobiografía y se casó con Li Shu-Hsien (1924-1997), una mujer china miembro del Partido Comunista, por la que mostró verdadera devoción, después de haber tenido cuatro matrimonios arreglados.

Murió Puyi en 1967 en medio de la Revolución Cultural. Aunque algunos sospechen que fue víctima de este proceso, las autoridades chinas afirmaron que murió de cáncer, cumplidos los 61 años.

“Odio la primera mitad de mi vida porque fue una experiencia humillante de ser un explotador y parásito”, solía decir este emperador reducido a jardinero, “rehabilitado” por una educación comunista.

“Todos los imperialistas son tigres de papel…”, decía Mao Tse Tung y como captor de Puyi se esforzó para convertir al último emperador en uno de ellos al que acabó sometiendo.

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