Probablemente al momento de ser decapitado, San Valentín no se imaginó que su nombre sería sinónimo de amor, ni que dos mil años después de su muerte sería recordado en cartas románticas, cenas a la luz de las velas, osos de peluche y chocolates. ¿Cómo es que este sacerdote se convierte en el símbolo de los enamorados?
En primer lugar nadie sabe a ciencia cierta si existió, de hecho, lamento defraudarlos, el concilio Vaticano II retiró esta celebración del Santoral en 1969. Se supone que fue unos de los tres mártires ejecutado en tiempos del Emperador Claudio (llamado “el Gótico”, muerto en el año 270 y deificado por el Senado romano – uno de los pocos emperadores honrado de esta forma–).
Cuenta la leyenda que Valentin de Roma fue condenado por casar a los soldados, cosa que estaba vedado entonces porque, a criterio de Claudio, los maridos no eran buenos combatientes.
Se cree que el santo fue enterrado a las afueras de Roma, en la Via Flaminia. Un cráneo que dicen le perteneció se exhibe en una caja de cristal en la Basílica de Santa María en Cosmedin.
En tiempos del Papa Gelasio I (un pontífice de origen africano) fue beatificado y se lo consagró santo un 14 de febrero, buscando la eliminación de las “celebraciones lupercales”, una costumbre pagana destinada a asegurar la fertilidad de las mujeres. El rito era bastante salvaje ya que, según la tradición, ese día se sacrificaban perros y cabras con cuyos cueros – después de ser desollados – las mujeres eran flageladas con la finalidad de promover su fertilidad. ¿Qué mejor que reemplazar este acto salvaje con un homenaje a un santo promotor del amor y el cariño? Esta celebración fue creciendo en popularidad a lo largo de la Edad Media y especialmente en Francia y Gran Bretaña, lugares donde se expresa el “amor cortes” con declaraciones poéticas, haciendo referencias al corazón y a Cupido, ese hijo de Venus y Marte, el niño alado (cuyo origen etimológico es la palabra “deseo”) que anda disparando sus flechas a ciegas. Siempre se lo representa como un niño “porque el amor no puede crecer sin pasión”. Y es justamente, San Valentín quien agrega la pasión al afecto.
Geoffrey Chaucer, en 1382, fue el primer autor que introdujo a San Valentín en un poema y Carlos IV de Francia incorporó la figura del santo a su corte donde introdujo una serie de competencias para formar pareja. La carta más antigua que se conserva aludiendo al santo fue escrita por el duque de Orleans durante su cautiverio en Inglaterra después de la Batalla de Azincourt (librada el día de San Crispin, el patrón de los zapateros)
La idea prendió y el mismo Henry V – el vencedor de Azincourt – contrató a un poeta (John Lydgate) para escribir una nota de amor a su prometida Catalina de Valois.
Según cálculos recientes se envían mas de 100.000.000 de tarjetas y un número no bien determinado de toneladas de chocolate para estimular con algo de feniletilamina (un compuesto que abunda en el cacao) a los neurotransmisores que intervienen en el enamoramiento, esa fantasía de la química del carbono.