Niccolò Paganini: el mito diabólico, las hermanas de Napoleón y un cuerpo que tardó en descansar en paz

Virtuoso del violín y de una habilidad endemoniada, Niccolò Paganini cautivaba a las audiencias y a las mujeres, aun a las hermanas del mismísimo Napoleón. Franz Liszt, otro “rockstar” del piano, cuando se enteró de su precoz desaparición, declaró: “No habrá un segundo Paganini”. Y así fue.

Hubo violinistas quizás tan virtuosos como Niccolò Paganini, hubo compositores más conocidos y seguramente hubo seductores con más éxito, pero ninguno amalgamó estas características en una sola persona que vino al mundo el 27 de octubre de 1789 en Génova. Su madre soñó que Niccolò tendría un gran futuro, pero su padre, un músico aficionado, fue quien descubrió su talento y lucró a expensas de su hijo prodigio.

Su primer concierto lo ejecutó a los 8 años, y poco después estrenó su primera sonata para violín, pero sus habilidades no se limitaban a este instrumento, tocaba el piano, el violonchelo y, especialmente con maestría, la guitarra.

Paganini, todo un rockstar en su época.

Su padre lo paseaba con gran éxito por distintas ciudades de Italia donde recibía el halago del público. Fue entonces cuando compuso sus 24 caprichos, una obra de despliegue virtuoso hecha para lucimiento personal, aunque el n°24 ha servido de inspiración para varios compositores que escribieron variaciones sobre este tema, como Liszt y Rachmaninoff.

Paganini y Elisa Bonaparte

Desprendido de la tutela paterna, pasó tres años en Lucca junto a su primer amor y musa de sus obras juveniles, una tal “Signora Dide” a quien dedicó varias de sus primeras composiciones, muchas de ellas extraviadas. Justamente en Lucca conoció a Elisa Bonaparte, hermana del emperador francés y esposa de Félix Baciocchi. Napoleón la había nombrado duquesa de Toscana y princesa de Lucca, en cuya corte Niccolò se desempeñó como músico y también amante de Elisa.

A ella, le dedicó Escena de amor, pieza que solo ejecutaba a dos cuerdas. Esta ostentación de virtuosísimo impresionó a la princesa quien le pidió una obra para ejecutar en una sola cuerda.

Entonces, como ahora, las ejecuciones de piezas de bravura tenían algo de espectáculo circense (de allí la expresión rock star sin rock). Y Paganini para mostrar sus dotes musicales, rompía las cuerdas de su violín a fin de continuar ejecutándola en una sola cuerda. Así nació la sonata Napoleón, estrenada en la corte Elisa (la versión más conocida es la ejecutada por Salvatore Accardo).

El prestigio de Paganini crecía día a día, más cuando cultivó la leyenda diabólica que explicaba su virtuosismo. Lo asistía su aspecto desgarbado, alto, delgado, luciendo una palidez extrema, larga melena, siempre vestido de negro. Además, sus conciertos eran un espectáculo montado con la intención de prolongar ese mito mefistofélico, con explosiones y extraños efectos de luz en salas atestadas donde las damas se desmayaban y gritaban desaforadamente mientras sus admiradores estudiaban esa prodigiosa digitación. Algunos violinistas de la época, como Henri Vieuxtemps, seguían a Paganini en sus giras y alquilaban habitaciones vecinas a las Niccolò para escuchar sus ensayos.

Paulina Bonaparte como Venus Vitrix.

Como parte del mito satánico, compuso una obra sobre la danza de las brujas basada en un ballet de Franz Xaver Süssmayr, La boda de Benevento. Así nació Le Streghe, la bruja. Cansado de la princesa Elisa, Niccolò puso como excusa sus múltiples compromisos y extensas giras para poner distancia con su amante.

Paganini y la fama de mujeriego diabólico

Estando en Génova tuvo un affaire con una tal Angelina Cavanna, que terminó en escándalo, alimentando su fama diabólica y de mujeriego.

Paganini continuó sus viajes y conciertos, con obras que componía para su lucimiento. Hasta hace unas décadas solo se conservaban los primeros dos conciertos para violín pero investigaciones posteriores descubrieron tres más que son variaciones de los primeros, a los que introdujo distintas “cadenzas” para impresionar al público con sus habilidades.

En Roma conoció a Paulina Bonaparte, la más bella de las hermanas de Napoleón y también la más provocativa, a punto tal de haber posado desnuda ante el escultor Antonio Canova para su Venus Vitrix.

Después de la muerte de su primer marido, el general Leclerc, su hermano la obligó a casarse con el príncipe Camilo Borghese, el hombres más rico de Italia. Este matrimonio por conveniencia no le impidió continuar con una maratónica búsqueda de amantes, entre los que se encontraba Paganini. Así fue como Niccolò conoció y frecuentó a las dos hermanas del hombre más poderoso de Europa.

Mientras Napoleón continuaba con sus campañas, Paulina con sus amantes y Elisa con su marido, Paganini cayó enfermo. Mucho se especuló sobre la enfermedad que le permitía con esos “dedos de araña” abarcar con facilidad la digitación de su violín. Según algunos especialistas, Paganini padecía la enfermedad de Marfan, que le daba ese aspecto delgado y desgarbado. Para otros sufría el raro síndrome de Ehlers-Danlos que le otorgaba esa singular elasticidad en las articulaciones. Lo cierto es que su salud decaía a ojos vista a pesar de los cuidados de su esposa, la cantante Antonia Bianchi.

En 1836, dio en Niza su último concierto, su debilidad era manifiesta y padecía una persistente disfonía que lo atormentaba. ¿Acaso sufría de una laringitis tuberculosa o tuvo una parálisis del nervio laríngeo que suele afectar a los pacientes con Marfan?

Paganini falleció en Niza, en mayo de 1840 pero su cuerpo no pudo descansar en paz. La leyenda que atrajo multitudes en vida para ver su endiablada habilidad al violín, fue un obstáculo para el eterno descanso de sus restos. En Génova, donde había pedido ser enterrado, el obispo impidió que sepultasen los restos del “hereje”. De un lado al otro llevaron el ataúd del virtuoso pero su hijo no conseguía el permiso para su inhumación, razón por la cual lo enterraron en una isla frente a la costa italiana. Recién en 1893, el nieto de Paganini logró que sus restos fuesen sepultados en Parma.

Cuentan que poco antes de morir, mirando sus violines dijo: “Me han hecho infeliz… me robaron mi despreocupada infancia y me han hecho prisionero de mi vida. ¡Han sido mi cruz… y también mi alegría!”.

Escena de la película: Niccolo Paganini: The Devil’s Violinist”

ESTA NOTA TAMBIÉN FUE PUBLICADA EN TN

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