En 1984 el escritor Bally Morrow entrevistó a Laurence Kim Peek, un joven nacido en 1951 con macrocefalia y agenesia del cuerpo calloso (la estructura de sustancia blanca que une los dos hemisferios cerebrales).
A pesar de estas malformaciones (o justamente por ellas) tenía una memoria prodigiosa. Por ejemplo, sabía las obras de Shakespeare de memoria, y le encantaba ir al teatro a verlas, pero cuando el actor no seguía el texto exacto, Kim Peek se levantaba de su asiento para corregirlo, circunstancia que molestaba, obviamente, al resto del público.
Podía leer un libro en una hora y repetirlo de memoria, podía ubicar calles en cientos de ciudades del mundo, podía hacer cálculos portentosos en segundos, pero recién caminó a los 4 años, y duró un solo día en el colegio porque alborotaba a sus compañeros. Aun así acumuló información de todo tipo, según The Times podía recitar el contenido de 12.000 libros que había leído en la biblioteca de su ciudad. Con el ojo izquierdo leía la página izquierda y con el derecho, la página de ese lado. Muy probablemente esto se debiese a la falta de cuerpo calloso cerebral que une los dos hemisferios, haciendo que cada lado funcionase en forma separada.
A pesar de su trato cortante y dificultades motoras (no podía abrocharse la camisa, entre otras limitaciones), Peek trabajaba liquidando sueldos en una empresa de 160 empleados. En pocas horas hacia todas las liquidaciones en su cabeza y no necesitaba una computadora para los cálculos, los realizaba en su mente sin errores. Nunca “se caía el sistema”.
Llevaba una apacible vida familiar con la ayuda inestimable de su padre hasta que conoció a Bally Morrow quien creó al personaje de Raymond Babbitt (curiosamente le puso el apellido del inventor de la primera calculadora). Dustin Hoffman personificó a Raymond (de allí el nombre “Rain Man” –hombre de la lluvia– por asonancia) quien pasó horas estudiando las reacciones de Kim para reconstruirlo hasta el último detalle. Tom Cruise hacía del medio hermano que pretende aprovecharse de la capacidad mnésica de Raymond para hacerse de una fortuna apostando en un casino.
Peek padecía el Síndrome de FG –una rara afección genética recesiva ligada al sexo (cromosoma x)–. Estos individuos son macrocéfalos, tienen trastornos de movilidad por hipotonía muscular y problemas cardiovasculares que los llevan a una muerte alrededor de los 50 años, edad a la que falleció Peek.
En la película que fue galardonada con un Oscar (Bally Morrow le entregó a Peek la estatuilla por ser su “musa inspiradora” y además hizo una fundación con su nombre), Raymond era un autista savant –personas con capacidad mnésica extraordinaria, memoria fotográfica para mapas (Peek podía ubicar cualquier calle de cientos de ciudades en el mundo antes que el GPS), un asombroso poder para hacer cálculos matemáticos y también suelen tener habilidad para la composición musical (no era el caso de Kim)–.
Este cuadro de autista savant fue descripto originalmente por John Down –el mismo médico que describió la trisomía del par 21 o mongolismo–. Los savant ( del francés, sabio) no siempre tienen malformaciones craneanas ni hipotonía muscular. Es decir que Dustin Hoffman compuso el papel de un autista savant aunque Kim Peek, si bien lo era, también sufría el Síndrome de FG.
La vida de Kim cambió después del éxito de la película, de un día para el otro se volvió una celebridad y viajó con su padre por Estados Unidos dando nuestras de sus habilidades.
En el año 2004 la NASA estudió con resonancias y tomografías el cerebro de Peek pero no encontraron datos concluyentes. Algunos hablaron de hiperfunción del cerebro derecho, otros creen que su conducta se debía a la hipotrofia del lóbulo temporal izquierdo. Quizás la falta de un compromiso emocional permita el afloramiento de estas capacidades que todos tenemos en mayor o menos medida. Algunas de estas características se han podido reproducir con estimulación magnética transcraneal…pero, en definitiva, el encanto del savant radica en lo poco que se sabe de este cuadro que se da en personas con trastornos anatómicos y/ o debilidad mental, pero tienen esta capacidad extraordinaria que de una forma u otra está en nosotros, pero no se expresa salvo en estos casos extraordinarios. ¿Todos podremos ser computadoras humanas? ¿Qué capacidad de nuestro cerebro estamos usando? ¿El cinco o el diez por ciento? ¿ Y el resto, por qué no lo usamos? ¿Todos tenemos la capacidad de ser “Funes el memorioso”, ese personaje borgiano que podía saber la hora sin reloj? “Mi memoria es como vaciadero de basuras”, dice don Funes …
Estos casos de memoria prodigiosas se da en uno de cada varios millón de personas. En el 1800 existió un tal Blind Tom (“El ciego Tom”) que viajaba por el mundo mostrando sus habilidades –especialmente las musicales–. El Dr. Tregold mostraba un caso semejante en la Salpetriece al que alude el Dr. Down en su trabajo original. Desde entonces se han conocido varios casos de savant en hombres y mujeres asociados o no a otros síndromes.
Sin embargo, muchos de ellos tenían bajos coeficientes intelectuales. El de Kim en particular era de 87, de allí que originalmentente el Dr. Down los llamara “idiotas sabios” o, sencillamente, savant.
Como decíamos al inicio, la película reproduce la vida de un individuo excepcional, gran lector, matemático, imbatible al calcular fechas, conocedor de calles… pero hay algo que no es verdad. Tom Cruise, el hermano interesado en lucrar a costa de este prodigio, lo lleva al casino para jugar al blackjack. Al saber las cartas que ya han salido, puede calcular las posibilidades de las que van a salir. Peek tenía esa posibilidad y hasta había leído un libro al respecto, pero nunca lo había hecho, ni pensaba hacerlo …. Cuando el director de la película lo llevó a Las Vegas dónde filmó algunas escenas, Kim se rehusó terminante a apostar o siquiera mostrar que él podía ganar una fortuna en un juego (que se convierte en azar si uno no lleva las cuentas en la cabeza… el azar es ignorancia las más de las veces). Peek pensaba que no era ético valerse de sus habilidades para ganar dinero de una forma que no era honesta para él. El “idiota savant” podía distinguir lo que estaba bien de lo que estaba mal, una cosa que a muchos supuestos “normales” les cuesta diferenciar con tanta claridad.
Pensar que nuestra cabeza tiene esta capacidad de memoria o matemática y la tenemos enterradas por nexos que no se acoplan de forma correcta es el gran misterio de nuestra condición humana. “Pensar es olvidar diferencias”, decía Borges, “es generalizar, es abstraer… en el alborotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”.
Todos tenemos algo de sabios y mucho de idiotas.