Una pequeña historia de la hiperinflación

Cuando se habla de hiperinflación es inevitable asociarla con el proceso económico alemán de la postguerra, olvidando que no fue el primero -esto aconteció durante la Revolución Francesa-, no fue el más grave (la peor fue la de Hungría), ni es cosa del pasado (Venezuela y Zimbabue sufrieron procesos hiperinflacionarios hasta hace poco).

Tampoco debemos olvidar que este proceso no nos es ajeno. Muchos lectores aun recordarán ese viaje por el tren fantasma que fue 1989/90, y aunque ahora crean que el peligro se ha atajado gracias al nombramiento del superministro -una entrega del poder sin banda ni bastón de mando, la posibilidad de un proceso hiperinflacionario sigue volando sobre nuestras cabezas como buitres sobre un moribundo.

UN ARMA NAZI

Todos sabemos del efecto nocivo de la inflación. Lo sufrimos a diario. Los alemanes que lo vivieron en carne propia (en 1922, un dólar eran 300 marcos, en julio de 1923, un dólar era un millón de marcos), lo quisieron utilizar como arma y durante la guerra pusieron a un grupo de artistas judíos en un campo de concentración para falsificar billetes de 20 libras esterlinas con la intención de crear una hiperinflación en Gran Bretaña. La idea fracasó porque los ingleses habían sido advertidos por su servicio secreto y cuando detectaron estas libras, dejaron de imprimir las propias aceptando las falsas como legítimas. Cuando los nazis se dieron cuenta que el método había fracasado usaron las libras (y después imprimieron dólares) para pagar la información que compraban a agentes extranjeros. Uno de ellos, que había vendido data sustraída de la embajada inglesa en Turquía (y que si los alemanes la hubiesen creído podría haber evitado la invasión en Normandía), reclamó en un juicio al gobierno alemán de postguerra que le pagasen las 200.000 libras que el gobierno nazi le había pagado con dinero falso.

Así que cuando algún político diga que la emisión no es inflacionaria, acuérdese de los nazis. 

La inflación es tan vieja como el mundo, el imperio romano cayó cuando sus emperadores para tener el apoyo de las masas, daban pan y circo gratis a la plebe. Por tal razón nadie quería trabajar y menos aún batallar contra los barbaros. Así colapsó el imperio porque los precio del trigo ascendieron en forma brutal que ya que el gobierno no tenía más medios para bancar tanto despilfarro.

Por siglos la circulación de dinero en el mundo era metálico. Teóricamente es muy difícil crear alta inflación en esas condiciones, pero el ingenio para el mal es imbatible y varios reyes ordenaron desgastar los bordes de las monedas para hacer otras monedas con las limaduras metálicas de las desgastadas. Esto era lo que el jesuita Juan de Mariana (1536-1624), llamaba envilecimiento de la moneda. De Mariana sostenía que el monarca que incurriese en este delito merecía la muerte. afirmación que le costó varios contratiempos. Este envilecimiento fue creciendo y se dio hasta la fecha unas 60 veces en la historia después de la pérdida del patrón oro .

DIFERENCIAS

Ahora ¿cuál es la diferencia entre alta inflación e hiperinflacion?. La clásica definición de Philip D. Cagan (1927-2012) habla del 50% mensual. Es ,a todas luces un definición in extremis… como diagnosticar una enfermedad por autopsia… por otro lado tenemos la Norma internacional de contabilidad, más precisamente el inciso N°29 que sostiene que cuando la inflación acumulatda en tres años se acerca al 100% estamos en hiperinflación. Ergo, We are in trouble.

Les decía que además de Alemania, varios países europeos como Polonia, Bosnia, Austria y Hungría tuvieron hiperinflación después de la guerra. En este último caso los precios se duplicaban cada quince horas (como comparación, en la Alemania de 1923 lo hacían cada tres días).
China tuvo hiperinflación por casi dos años (1945/47), entonces los precios se duplicaban cada cinco días. Hubo hambrunas ,revueltas y represiones. El costo en vidas fue incalculable.

Casi todas las naciones que integraron la Unión Soviética desde Rusia a Lituania pasando por Bielorrusia y Ucrania sufrieron un proceso hiperinflacionario durante 1992, en el que los precios se duplicaban cada semana.

En Africa, Congo, Angola y Zimbabue sufrieron no hace tantos años procesos inflacionarios. El de Zimbabue fue especialmente crítico, los precios se duplicaban cada día.

Y por estas costas latinoamericanas, Perú (1988), Brasil (1989), Chile (1973), Bolivia (1984) y Venezuela (2016/18) a lo largo de 17 meses los precios se desbocaron. Se dice que en Venezuela los precios se duplicaban cada 12 días, pero la realidad parece más dramática. Last but not least, en la Argentina de 1989 la inflación multiplicaba por dos los precios cada 19 días.

Todas estas naciones sufrieron destrucción de las fuentes de trabajo, desorganización social, paros y procesos migratorios por falta de trabajo Muchas personas afectadas se fueron en busca de otros horizontes porque la hiperinflación no solo destruye las fuentes de trabajo, sino que perjudica psicológicamente a las personas que constantemente deben adaptarse a nuevas condiciones económicas y deben emprender un viaje vertiginoso que no siempre tiene un buen destino.

Jugar con la posibilidad de una hiperinflación es un juego perverso que puede tener un efecto multiplicador de inusitadas consecuencias en un país como el nuestro donde el 50% de la población está por debajo de la línea de pobreza. Este grupo puede actuar de forma impredecible, aunque lo más probable es que lo hagan violentamente.

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