Hace más de doscientos años, en 1795, Manuel Belgrano, un hombre incondicionalmente interesado en “la verdadera riqueza del país” describió los beneficios que el cáñamo podría traerle a la patria en ciernes.
Lamentablemente, su propuesta no prosperó porque el cáñamo es una planta sumergida en los prejuicios, dada la ignorancia y confusión que existe entre cáñamo, marihuana, canabinoides, CBD, aceite de cannabis y aceite de cáñamo.
Durante sus estudios en Salamanca, Belgrano tuvo oportunidad de conocer las aplicaciones industriales de esta planta oriunda del sudeste asiático (remotamente relacionada con el lino). Desde hace siglos se usaban sus fibras para hacer sogas, telas y papel. El velámenes y amarres de las tres carabelas que llegaron a América estaban hechas de este material y también las ropas de sus tripulantes. Así llegó a América, especialmente a las colonias norteamericanas donde proliferó gracias a las condiciones climáticas.
Washington sembraba cáñamo con éxito en su propiedad de Mount Vernon. Sus soldados se vestían con prendas de cáñamo y el acta de independencia norteamericana está escrita sobre papel de cáñamo.
Recién a mediados del siglo XIX se introdujo el hachís en Europa –conocida sustancia alucinógena utilizada por una secta musulmana dedicada al asesinato político bajo el efecto de esta droga (eran conocidos como Hashshashin, de la cual deriva la palabra asesino). Théophile Gautier, Gérard de Nerval, Arthur Rimbaud, Victor Dumas, Victor Hugo y Charles Pierre Baudelaire, entre otras celebridades se reunían a disfrutar de los ensueños y alucinaciones inducidos por este compuesto.
Recién en 1876 el Dr. William Brooke O’Shaughnessy, después de presenciar los efectos beneficiosos de distintas variedades de cáñamo durante su permanencia en la India, lo introduce en la medicina europea. Fue usado como analgésico, hipnótico y, sobre todo, como anticonvulsivante. De allí en más se comenzó el estudio de sus propiedades terapéuticas y hasta principio del siglo XX era muy popular como remedio entre los médicos sajones. La reina Victoria lo tomaba para las molestias menstruales. Con la llegada de la Ley Seca en 1930, el cáñamo cayó entre las sustancias prohibidas (si ibas preso por tomar una cerveza…) y también cayeron sus usos industriales.
El análisis de sus componentes llevó a determinar que de los 350 canabinoides (o más) que se conocían, solo uno, el THC o delta-9-tettrahidrocannabinol (descubierto por Raphael Mechoulam en 1964) y tenía capacidad alucinógena, además de tener algunos efectos terapéuticos (por ejemplo, es un hipotensor ocular, entre otras cosas). El territorio de investigación médica para este y los demás canabinoideses apasionante, y abre una nueva dimensión terapéutica.
No solo tiene propiedades terapéuticas, sino que también alimenticias. El cáñamo es la planta que más proteínas produce por hectárea.
Belgrano, que desconocía todas estas cualidades de la planta, igualmente veía un auspicioso futuro en el país para su uso textil y dar trabajo a las mujeres viudas o con hijos a cargo. Esta industria que concebía era una forma de dar empleo. Se adelantaba cien años a la revolución de Mahatma Gandhi o al New Deal de Roosevelt.
También el mundo perdió una oportunidad cuando a principio del siglo XX, los grandes complejos industriales se basaron en el petróleo para hacer plásticos y demás compuesto no biodegrables. El cáñamo y otras fibras vegetales pueden dar forma a distintos bioclásticos que sí son degradables. Este gravísimo error, será difícil enmendar debido a las montañas de basura plástica dispersas por el mundo.
En 1941, Henry Ford diseñó el hemp car, un vehículo hecho con fibras de cáñamo compactado, con tapizado de cáñamo, chapas de cáñamo y funcionaba a biodiesel de cáñamo. Solo basta imaginarse que hubiese sido del mundo de haberse tomado una decisión pensando en productos biodegradables.
El cáñamo y otros vegetales nos ofrecen esa y otras posibilidades que aún deberemos estudiar y desarrollar, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, como las que propuestas que hizo en su momento don Manuel Belgrano.