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¿Por qué el Patrimonio Funerario?
Entre las diferentes especies patrimoniales, la funeraria es con frecuencia una de las menos
apreciadas. Está claro que el abordaje de cualquier tema relacionado con la muerte suele ser motivo
de recelo, desaprobación, sorna y hasta cierta indiferencia. Cantidad de pensadores han teorizado al
respecto: a la muerte se la muere, pero antes se la niega. Como si eso bastara para eludirla.
Más allá de los hombres y su siempre conflictiva relación con la finitud, lo cierto es que el
Patrimonio Funerario echa luz sobre varios aspectos enriquecedores del conocimiento humano:
El histórico, desde el vamos. La historización de estos bienes permite conocer más profundamente
las costumbres funerarias de quienes nos precedieron. Cómo vivieron. Cómo murieron. Los
cambios expresivos verificables en los monumentos fúnebres ilustran mejor que nada y nadie, la
proteica recepción de la muerte a través del tiempo.
El estético, está a la vista. Los estilos, las simbologías, los meta-mensajes de las expresiones
funerarias encuentran su sentido primero y último en su carácter de ofrenda final. Las esculturas, las
alegorías, los epitafios, representan por un lado a aquel cuya sepultura ornamentan; pero también a
quienes pensaron que esa imaginería cumplía con una honra digna de la memoria del difunto.
El funcional, de hecho. La practicidad en la manera de gestionar el destino último de los restos
mortales también cumple un rol preponderante. Un crematorio o un panteón colectivo plasman,
sobre todo, el indudable sentido práctico que la humanidad imprime a casi todas sus acciones.
El emotivo, palpable aún en nuestra era líquida. Porque la materialidad de los cementerios y las
sepulturas colabora en la rememoración de nuestros muertos amados, estableciendo su fúnebre
corporeidad como presencia tangible allí donde la ausencia es definitiva.
Por eso y por mucho más, el Patrimonio Funerario es materia de permanente reflexión,
problematización y divulgación. Hoy y en cualquier tiempo. Partiendo de la idea de que toda lectura
concienzuda ya es una contribución valiosa con el saber humano, quedan los lectores invitados a
sumar su aporte a esta apasionada labor de protección y difusión. Conocer los bienes patrimoniales
de la Nación nos ayuda a mejor justipreciar nuestro rico acervo cultural.

La presente edición
El objetivo de los autores ha sido, esencialmente, reunir por primera vez en un único volumen,
todos y cada uno de los bienes constitutivos del Patrimonio Funerario Argentino con declaratoria a
nivel nacional, acompañados con fotografías, una breve semblanza histórica, su ubicación, la norma
declaratoria, la fecha de sanción y su categoría. Aquí se consignan desde los renombrados sepulcros
históricos nacionales (originalmente declarados como monumentos históricos nacionales), pasando
por los panteones colectivos, los cementerios rurales o de guerra, y hasta aquellos bienes de diversa
especie cuyo cariz fúnebre no es preponderante ni exclusivo (fondos archivísticos, bienes
arqueológicos, etc.).
Las reseñas biográficas de próceres y demás personalidades relevantes fueron concebidas como un
primer acercamiento, muy general, a su accionar y legado. Asimismo, fue voluntad de los autores
que los textos se mantuvieran ajenos a todo juicio de valor que pudiera herir, tanto las ideas de los
lectores, como la memoria de quienes fueron en vida las figuras reseñadas.
El repaso por los bienes que conforman nuestro Patrimonio Funerario con declaratoria nacional
expondrá a las claras que se trata de un conjunto por demás heterodoxo, pues su reconocimiento por
parte de las diferentes conformaciones del Estado nacional, desde 1939 a la fecha, corresponde a
criterios forzosamente cambiantes y de suyo falibles. Si tal o cual visión de nuestra historia
considerase que falta (o sobra) determinado sepulcro, la objeción sería hoy imposible de dirigir, ya
que debería destinarse no solo a alguna o algunas de las numerosas conformaciones históricas del
Estado nacional, sino también a los ciudadanos que gestionaron (o no) las declaratorias de los
sepulcros a través del tiempo.
En tamaña investigación no deberían faltar errores u omisiones. Anticipadamente nos disculpamos
por ello, comprometiéndonos a la vez con mejorar una eventual segunda edición. Pero si esta
modesta obra despierta en los lectores la inquietud por profundizar en el tema, o incluso participar
en el reconocimiento y la protección de esta a menudo postergada especie patrimonial, las
expectativas de los autores estarán más que satisfechas.
Una última consideración
A lo largo de las décadas fueron múltiples los traslados de restos de sepulcros con declaratoria
nacional. Con razones más o menos fundadas, esta práctica persiste hasta nuestros días. La presente
publicación ha consignado todos los sepulcros declarados, al margen de sus reubicaciones. De ahí la
inclusión de las sepulturas devenidas cenotafios (monumento funerario que no guarda los restos de
la figura a la que está dedicado).

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