Subjetividades estéticas que animaron la historia

Dicen que sobre gustos no hay nada escrito, pero sabemos que es otra de las grandes mentiras por muchos repetida. Si hay un tema acerca del que se ha escrito es ese, de hecho, hasta se desarrolló una rama específica dentro de la filosofía a la que llamaron “estética”. Sobre gustos está casi todo escrito -digo “casi”, porque como el cambio es la única constante, es evidente que mucho más se escribirá-, es incalculable la cantidad de percepciones y observaciones subjetivas que se plasmaron en tinta sobre papel, la cuantía de textos impresos es astronómica. Pero, por más heterogeneidad de concepciones y publicaciones, es sabido que el gusto personal de algunos se impuso por sobre el de muchos y creó tendencias y hasta modas, de las cuales muchas devinieron períodos dentro de la historia del arte. También es sabido que el mal gusto (y la estupidez humana) no tiene(n) límites y que a lo largo de la historia de la humanidad fue(ron) incesante(s) su(s) capacidad(es) de asombrarnos hasta el apabullamiento. El gusto es una gran caja de Pandora, la(s) subjetividad(es) estética(s) puede(n) ser de lo más desconcertante(s)… Un perfecto ejemplo es que “Blanca Nieves y los 7 enanitos” [1] haya sido el largometraje animado favorito de Adolf Hitler.

Dwarfs

El Führer era fanático del cine y tenía dos películas predilectas: “Blanca Nieves” y “King Kong”. La segunda vaya y pase, pero la primera resulta(me) de lo más inverosímil. Jamás hubiera pensado que uno de los dictadores europeos más atroces de la historia del siglo XX -por momentos sospecho que Stalin fue peor- fuera adorador del primer largometraje animado a color de Disney. Le gustaba tanto que tenía una copia de la cinta (la cual llevó consigo al búnker de Berlín cuando la contienda se encaminaba ya hacia la derrota) y hasta firmaba con sus iniciales las acuarelas que hacía de los enanitos  (los cuales compró William Hakvaag, director de un museo noruego dedicado a la Segunda Guerra Mundial -Museo de la guerra de Lofoten- en una subasta en Alemania a principios de este siglo). Según el historiador inglés Leonard Mosley, Roy Disney (el hermano de Walt) viajó a Alemania para distribuir la cinta en 1938 y fue recibido por Joseph Goebbels (el Ministro de Propaganda del Tercer Reich), quien, al ver por primera vez el film, escribió en su diario: “Estoy viendo “Blancanieves” , una película estadounidense de Walt Disney, una creación artística extraordinaria, un cuento para adultos pensado hasta el más mínimo detalle y producido con un auténtico amor humano por la naturaleza. Placer artístico infinito”.

Blancanieves (en alemán, «Schneewittchen»)

Hitler, además de un apasionado por el 7º arte, era amante de los dibujos animados. Tal era su entusiasmo que Goebbels, para la navidad de 1937, le regaló 12 copias de filmes del ratón Mickey (los cuales miró hasta memorizar de principio a fin) y, al año siguiente, concretó que le proyectaran en su cine privado en el Berghof (en Obersalzberg) el largometraje animado que se convertiría en su dilecto hasta el día de su -supuesto- suicidio: “Blancanieves y los 7 enanitos”. Ambos sociópatas -extasiados de euforia metanfetamínica- tenían la idea de dotar al régimen de su propia productora de películas animadas, instancia que suscitó en que Leni Riefenstahl (la directora de Cine Oficial del Reich -Reichsfilmregisseurin-) diseñara un estudio cinematográfico de 225 000 m² especialmente adaptado para sus necesidades y las de los dibujantes y animadores, pero el proyecto que no llegó a concretarse debido al inicio de la Segunda Guerra Mundial. -Lastimeramente, la guerra siempre fue considerada más valiosa que el arte-. De todos modos, la impronta de las concepciones audiovisuales del nacionalsocialismo alemán llegó a poder cristalizarse en dibujos animados, y el primer gran exponente de ello fue la película “Fantasía” [2] de Disney.

Hitler y Leni Riefenstahl

Para finales de 1938, Riefenstahl viajó a Estados Unidos para promocionar la “Olympia” [3] (con la que había ganado el León de Oro a mejor película del Festival de Venecia) e intentar adentrarse en la gran industria hollywoodense. Allí la esperaba el artífice del imperio de la Casa de Mickey Mouse, quien, el 8 de diciembre, después de un parsimonioso recorrido por sus estudios de Los Ángeles, le mostró la producción en curso de su tercer y más ambicioso largometraje animado hasta el momento (una curaduría de sinfonías clásicas e ilustraciones animadas inspiradas en poemas e historias del folclore europeo, casi sin diálogos y con sonido estereofónico -una tecnología novel y costosísima-), con el cual la artista alemana colaboró con críticas e ideas. A Leni le encantaba mixturar el expresionismo alemán con el surrealismo francés, cuestión que bien plasmada quedó en el film. También, le realizó sugerencias musicales no solo en cuanto a compositores específicos (ella amaba a los clásicos del romanticismo alemán y de ahí la elección de Walt de “La pastoral” [4] de Beethoven para una de las secuencias animadas que componían la primera edición de la película), sino, sobre todo, en la mayúscula importancia de la sincronicidad entre las imágenes y la cadencia de la música (coyuntura que, según el entender de la cineasta, posibilitaba la ficción de que los personajes parecieran estar escuchando y moviéndose al ritmo de la música sonante para los ojos y los oídos de los espectadores). -Décadas y generaciones post mórtem del mítico productor, en la película “El Rey León” (en la escena de Scar y las hienas) se puede reconocer una cita cuasi textual a una de las escenas más rememoradas de “El triunfo de la voluntad” [5] -.

Leni Riefenstahl – Olympia

La estética del nazismo fue la gran obra conjunta de Hitler y Riefenstahl. -Otra cuestión que me resultó tan desconcertante como su devoción por “Blancanieves y los 7 enanitos” es que haya sido el primer alto mandatario que confió plenamente en el talento de una mujer la plasmación audiovisual de su propia imagen para el mundo. Fue el primer dictador moderno en otorgarle a una fémina carta blanca para el desarrollo de su arte, además de un ministerio (y hasta de defenderla de todo ataque misógino por parte de su gabinete). A su vez, cabe resaltar que nada tuvo que ver con favores sexuales ni recaptaciones oxitocínicas, simplemente creía substancialmente en el talento de la cineasta. Hitler, realmente entendía que el arte nada tiene que ver con el género, evidentemente respetaba la capacidad creacional en la(s) mujer(es) y veneraba sin objeción alguna la genialidad en ella(s). Con las atrocidades que hizo ni se me ocurriría atribuirle el epíteto de “feminista” (el primer movimiento político pacifista occidental), no obstante que no hubiera sido un machirulo misántropo, me sigue azorando… Igualmente, que “Blancanieves” haya sido la película que miró hasta sus últimos días de encierro en su búnker berlinés, me sigue pasmando consustancialmente más aún que el hecho de que no haya sido un misógino connatural…-. El ideario estético del Tercer Reich devino de la suma de los gustos e intereses artísticos particulares de Alfred y de Leni, los cuales dejaron una profunda impronta en la historia del arte del siglo XX. El libre albedrío que el Führer le concibió a la artista marcó un hito sine qua non: el plano secuencia, las tomas aéreas y las subacuáticas fueron invenciones de Riefenstahl; las reinterpretaciones de los monumentos históricos, la contemporización de la mirada, la reauratización de la monumentalidad, así como la edición tanto sonora como visual, también fueron de su autoría. Juntos, la actriz y cineasta alemana, y el cinemero y pintor frustrado austríaco (fue rechazado dos veces de la Academia de Bellas Artes de Viena), revolucionaron tanto tecnológica como narratológicamente la cinematografía, inaugurando posibilidades fílmicas que permitieron configuraciones estéticas nóveles, que rizomatizaron las concepciones de espacialidad y temporalidad.

Leni Riefenstahl

El gusto y las distintas percepciones estéticas, además de escritos, produjeron (y seguirán produciendo) nuevas realidades, otredades capaces de alterar tanto los sentidos como las ideas personales y, por ende, el devenir de la historia de la humanidad misma. “Pensar es fácil, actuar es difícil, y poner los pensamientos en acción es la cosa más difícil del mundo”, sostenía Goethe; Hitler y Riefenstahl lo lograron, y Disney también -denodadamente los 3; movidos por la emoción visceral y la motivación substancial que solo el amor medular por el arte, sumado a una sensibilidad estética innata y a una curiosidad antropológica y relacional genuinas, fueron/son/serán capaces de gestar-. Más allá de las ideologías y de las intenciones panfletarias -aunque nunca olvidando los horrorosos crímenes de lesa humanidad por el nazismo cometidos-, esa dupla germana produjo una metamorfosis dentro del arte audiovisual, que -por más ininteligible que pueda seguir resultando(me)- fue el primer largometraje animado a color norteamericano el acicate que todo lo originó. Sin Disney y el encomiástico entusiasmo de Hitler por su producción, es posible que Riefenstahl no hubiera podido desarrollar su corpus de obra ni creado los métodos y tecnologías fílmicas que supo inventar…

Walt Disney creando a Blancanieves y los siete enanitos
Walt y sus enanitos

¿Fue primero la pulsión estético-creacional o el serotoninérgico capricho del altruismo engolado? ¿Fue primero el huevo o la gallina? La bacteria, lo primero fue la bacteria. Después, la pulsionalidad artística y su resultado: la obra. El huevo fue “Blancanieves y los 7 enanitos”, la gallina Leni, Adolf el avicultor y la bacteria fue la animación -divina y tautológicamente poética configuración del destino…-. Una libre interpretación en dibujos animados, producida por Walt Disney en 1937, sobre un cuento escrito en 1812 por los hermanos Grimm [6], emocionó tanto a Adolf Hitler que lo enfervorizó a impeler las experimentaciones fílmicas de Leni Riefenstahl, las cuales gestaron magnas innovaciones dentro del arte moderno. Hubo un huevo y un anidamiento y una eclosión y un crecimiento, y hubo otros huevos y cascarones rotos y nuevas vidas aladas que crearon danzas celestes que el viento rememora y reinterpreta según el espíritu del tiempo. Ahora, sea el zeitgeist [7] que haya sido (y/o esté siendo), (nos) consta que “el gusto” (los gustos) transforma(n) el suceder de historia de la humanidad y del planeta tierra – porque más allá de las modas peleteras y las Cruellas de Vil, les humanes somos destructores por gusto, pulsiones tanáticas substancializadas, a quienes desde infantes se nos enseña a matar por diversión (hoy son los juegos virtuales, ayer eran los soldaditos de plomo). Supongo que, al ser la muerte nuestra única certeza, entendemos a la vida como horror vacui y de ahí que busquemos llenar ese huero estetizando la violencia, ninguneando al resto de las especies y desbastando el medio ambiente, como homenajeando inconscientemente a esa sola verdad con la que contamos: nuestro indefectible perecer-. Pero como la gran caja de Pandora que el gusto es, sabemos que la esperanza es lo único que queda -y que, como sostenía Eduardo Galeano, la utopía sirve para seguir andando-, por eso: soñemos con que prontamente el arte será considerado más valioso que la guerra.

Hitler animalista

NOTAS AL PIE

[1] “Blanca Nieves y los siete enanitos”, es el primer largometraje de animación producido por Walt Disney y el primero incluido en el canon de Clásicos de Walt Disney. Se estrenó 21 de diciembre de 1937 en el Carthay Circle Theatre de Hollywood. La película es una adaptación del cuento de hadas homónimo que los hermanos Grimm publicaron en 1812, una historia profundamente arraigada en las tradiciones europeas. Contrariamente a lo que a menudo se afirma, no es el primer largometraje de animación de la historia del cine, el que se le atribuye al argentino Quirino Cristiani por su película “El apóstol “(1917).                                                            

[2] “Fantasía” es una película de animación hecha por los estudios Disney, estrenada el 13 de noviembre de 1940. Precedida por el gran éxito de “Blancanieves y los 7 enanitos” (1937) y de “Pinocho” (1940), es la tercera película animada de Disney producida por Walt Disney, y como las anteriores, es reconocida como una obra clásica de la animación. Su composición supuso un trabajo experimental sin diálogos (salvo las breves intervenciones del director de orquesta y Mickey Mouse) cuyo objetivo fue ilustrar o acompañar con la animación temas de música clásica. Se interpretaron ocho piezas musicales, ejecutadas la mayoría de ellas por la orquesta de Filadelfia dirigida por Leopold Stokowski, que acompañaba a siete secuencias de animación. La banda sonora fue grabada usando múltiples canales de audio y reproducida mediante el sistema Fantasound, lo​ que hizo que Fantasía fuera una de las primeras películas de exhibición comercial con sonido estereofónico.

[3] “Olympia” nació de la filmación de los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 dirigida por Leni Riefenstahl. La película fue dividida en dos partes y, durante diez meses, la directora seleccionó, archivó y reunió el material de archivo (alrededor de 400.000 fotogramas en total)​ para ambos segmentos: “Festival de las naciones” (Fest der Völker) y “Festival de la belleza” (Fest der Schönheit). Ese material se convirtió en “Olympia”, una película de gran éxito que desde entonces ha sido ampliamente reconocida por sus logros técnicos y estéticos.​ Leni fue una de las primeras cineastas en usar tomas de seguimiento (plano secuencia) en un documental,​ en las que colocaba una cámara sobre rieles para seguir el movimiento de los atletas. La película también destacó por sus tomas en cámara lenta, por la experimentación con tomas bajo el agua, ángulos de filmación extremadamente altos y bajos, tomas panorámicas aéreas (antecedente directo del dron -uno de los inventos tecnológicos de captura de imágenes más maravillosos de nuestra contemporaneidad, gracias al cual podemos acceder a visualizar planos y perspectivas de la naturaleza nunca antes contemplados por el ojo humano-) y tomas de seguimiento para permitir una acción rápida. Muchas de estas técnicas eran relativamente desconocidas en ese momento, pero su uso intensivo estableció un estándar dentro de la industria. Su trabajo en “Olympia” ha sido citado como una influencia importante en la cinematografía deportiva moderna -aportación que, a su vez, significó una revolución tal dentro de la historia del cine que una corriente como el Dogma 95 de los directores daneses Lars von Trier y Thomas Vinterberg no hubiera sido ni imaginable y que una película como “El arca rusa” de Aleksandr Sokúrov no hubiese podido haberse creado jamás-.

[4] La sinfonía n.º 6 en fa mayor, op. 68, también conocida como la “Sinfonía Pastoral”, es una obra compuesta por Ludwig van Beethoven, terminada en 1808, una de las pocas obras de música programática​ del compositor (música que tiene por objetivo evocar ideas e imágenes en la mente del oyente, representando musicalmente una escena, imagen o estado de ánimo), quien la subtituló “Recuerdos de la vida campestre”.

[5] “El triunfo de la voluntad” (Triumph des Willens) es una película propagandística nacionalsocialista dirigida por Leni Riefenstahl. Muestra el desarrollo del congreso del Partido Nacionalsocialista en 1934 en Núremberg, al que acudieron más de 700 000 militantes y simpatizantes. Se estrenó en 1935 y es una de las películas de propaganda más conocidas de la historia del cine. La película incluye imágenes de miembros uniformados del partido desfilando, aunque aparecen relativamente pocos soldados alemanes, al son de conocidas marchas, además de partes de discursos de varios líderes nacionalsocialistas en el Congreso como Adolf Hitler. Fue Hitler quien encargó el filme y su nombre figura en los créditos iniciales. El tema principal de El triunfo de la voluntad es el regreso de Alemania a la categoría de potencia mundial, con Hitler como un mesías que devolverá la gloria a la nación. Las técnicas utilizadas por Riefenstahl, tales como cámaras en movimiento, teleobjetivos para crear una perspectiva distorsionada, fotografía aérea y un revolucionario enfoque en el uso de la música y la cinematografía, han hecho que El triunfo de la voluntad sea considerado como el documental político artístico mejor consumado en la historia del cine. Riefenstahl ganó varios premios, no solo en Alemania, sino también en Estados Unidos, Francia, Suecia y otros países. Esta película ha influido en otros filmes, en el género documental y en la publicidad hasta el día de hoy.

[6] Los hermanos Grimm, Jacob Grimm (Hanau, Hesse; 4 de enero de 1785-Berlín, 20 de septiembre de 1863) y Wilhelm Grimm (ibídem; 24 de febrero de 1786-Berlín, 16 de diciembre de 1859), fueron eruditos, filólogos, investigadores culturales, lexicógrafos y escritores alemanes que coleccionaron y publicaron juntos folclore y libros durante el siglo XIX. Están entre los primeros y más conocidos coleccionistas de cuentos porque popularizaron relatos orales tradicionales como La “Cenicienta” (Aschenputtel), “El príncipe rana” (Der Froschkönig), “La pastora de ocas” (Die Gänsemagd), “Hansel y Gretel “(Hänsel und Gretel), “Rapunzel” (Rapunzel), “Rumpelstiltskin” (Rumpelstilzchen), “La bella durmiente” (Dornröschen) y “Blancanieves” (Schneewittchen). Su colección clásica de cuentos de hadas, “Cuentos de la infancia y del hogar” (Kinder- und Hausmärchen), se publicó por primera vez en dos volúmenes en 1812 y 1815. (Texto en inglés que cuenta las diferencias narrativas entre el cuento original de los Grimm y la versión animada de Walt Disney: https://web.archive.org/web/20110514120551/http://www.endicott-studio.com/rdrm/forsga3.html)

[7] Zeitgeist es una palabra en alemán que puede traducirse al español como “espíritu del tiempo”, “espíritu del momento” o “espíritu de la época”. Hace referencia al clima, ambiente o atmósfera intelectual y cultural de una determinada era.

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