Ypres, nace la guerra química

Jueves, 22 de abril de 1915. Primeras horas de la tarde en Ypres, una población en el Flandes occidental belga, situada en un terreno ligeramente elevado que es un enclave estratégico en la larga línea de zanjas y parapetos que separan los ejércitos aliados y alemán durante la Primera Guerra Mundial. Un globo asciende por encima de las trincheras alemanas y se dispara una bengala roja. Es la señal para que los soldados alemanes, en un frente de 6,5 kilómetros, abran los grifos de más de 5.700 recipientes presurizados de gas de cloro que tienen preparados desde hace semanas. Liberan 168 toneladas métricas de cloro que el viento del nordeste empuja hacia las tropas francesas y argelinas, en el ala norte de los aliados. Los comandantes franceses creen que es una cortina de humo y ordenan a sus tropas prepararse para repeler el ataque germano.

Pero la nube tóxica de color gris verde envuelve por sorpresa a los hombres, causando ceguera, tos, náuseas violentas y fuertes dolores en cabeza y pulmones. En poco más de una hora dos divisiones de diez mil hombres, presos del pánico, se retiran en desbandada dejando una brecha de más de 2 kilómetros por donde los alemanes pueden dividir el ejército aliado y poner en peligro a más de 50.000 soldados. Pero los alemanes, sorprendidos también por éxito del ataque con gas, reaccionan con lentitud y la 1ª división canadiense, que forma parte del ejército británico, tiene tiempo de taponar heroicamente la brecha. Dos días más tarde son ellos los que sufren un nuevo ataque de gas. Los oficiales canadienses, que descubren que es gas de cloro el que se utiliza contra ellos, ordenan a sus hombres que mojen trapos con agua o con la propia orina y lo mantengan en sus bocas para intentar neutralizar el cloro. Mueren más de 1.500 canadienses pero mantienen las posiciones.

Las víctimas mortales causadas por el gas en la segunda batalla de Ypres no son elevadas. El gas no es necesariamente letal para muchos soldados, pero los deja impotentes, desorientados y vulnerables a las armas convencionales como las ametralladoras o los francotiradores. Se calcula que en Ypres en torno a 5.000 soldados fallecen asfixiados o quedan gravemente incapacitados por el gas de cloro que les produce ceguera e insuficiencia respiratoria.

El ataque con gas de Ypres no es realmente el primero, pero es el primero en tener éxito. Anteriormente, en la misma Primera Guerra Mundial, ya había habido cuatro ataques químicos (uno por los franceses y tres por los alemanes), pero son tan inocuos que las tropas enemigas ni siquiera sospechan que se emplean sustancias químicas contra ellos. El éxito del ataque con gas en la segunda batalla de Ypres no cambia el curso de la batalla –los aliados retroceden unos pocos kilómetros y tienen 60.000 bajas frente a las 35.000 alemanas- ni de la guerra, pero altera drásticamente el carácter de la contienda. El gas no es un arma mortal pero si psicológica. La que crea más pánico entre los soldados, que temen el sufrimiento de respirarlo y la muerte agónica que produce.

Durante la guerra el empleo del gas en el frente occidental resulta un grave error táctico del mando alemán ya que los vientos predominantes en la zona soplan mayoritariamente del oeste, de modo que cuando británicos y franceses responden con la misma arma, los alemanes sufren más los estragos del gas que los aliados. Pero los países beligerantes desarrollan rápidamente protecciones para defenderse de los diferentes tipos de gas que se van empleando a lo largo de contienda. Gracias a ello, se estima que del millón de soldados que durante la Primera Guerra Mundial son gaseados solo mueren 91.000. Una tasa mucho menor de muerte en comparación con las armas convencionales.

Y es que en definitiva la utilización de agentes químicos en el campo de batalla es ineficaz e imprecisa. Es bastante difícil hacer blanco en la piel o los pulmones de un soldado. El gas esta a la merced de la fuerza y el capricho de los vientos. Por esa razón, en esencia, la guerra química es hoy muy parecida a la de hace cien años: una amenaza más psicológica que mortífera. Y una de las causas por la que no se utiliza durante la Segunda Guerra Mundial y su empleo queda limitado a una larga lista de conflictos regionales: Marruecos (1923-1926), Tripolitania –Libia- (1930) , Xinjiang, China (1934), Abisinia (1935-1940), Manchuria (1937-1942), Yemen (1963-1967), Vietnam (1964-1972), Iraq-Irán (1980-1988), Halabja, Kurdistán (1988) o durante los últimos conflictos en Afganistán, Iraq y Siria.

TEXTO EXTRAÍDO DEL SITIO: https://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20150422/54430766520/primera-guerra-mundial-guerra-quimica-gas-de-cloro-trincheras-batalla-de-ypres.html

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