Vestidos para matar

Bonnie Parker y Clyde Barrow se llevaban pocos meses de diferencia. Ambos habían nacido en Texas. Hacían una linda pareja. Esta simple razón era suficiente para incorporarlos al imaginario popular. Cumplían a la perfección el physique du role, más cuando en épocas de crisis social parecían luchar contra un sistema “opresor”. Entonces, no era usual que una mujer participase es actos de violencia. A ellos les tocó jugar el papel de enemigos públicos, aunque ella se convirtiese “en una flor endulzada por el sol y el rocío”, como reza su epitafio.

Mataron, por lo menos, a once personas. Todas a mano de Clyde. De allí surgen una serie de versiones que afirman que Bonnie nunca empuñó un arma, pero esta es una historia de imágenes, y su foto sosteniendo un arma automática alimentó la leyenda. La pareja trascendió más allá de la dimensión de sus fechorías porque eran jóvenes, hermosos, especialmente Bonnie, una alumna aplicada a la que le gustaba la literatura y a veces escribía poemas (como el que corona su epitafio). En cambio, Clyde, era un criminal nato, que a los veinte años fue condenado por robo a mano armada, y terminó recluido en Eastern State Penitentiary, la cárcel más estricta del estado de Texas. Allí fue abusado por otro recluso que terminó muerto en forma misteriosa.

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En una de sus muchas reincidencias, a fin de ser trasladado a una prisión menos severa para escaparse, Clyde se cortó el dedo del pie. Después se enteró que lo iban a dejar en libertad condicional… de allí en más rengueaba y debía sacarse los zapatos para conducir.

Bonnie conoció a Clyde mientras trabajaba en una cafetería. Ella venía de un fracaso matrimonial. A los dieciséis años se había casado con un tal Roy Thornton, un delincuente de poca monta que la maltrataba.

Raramente atacaron a bancos (de allí venía parte de su popularidad y su leyenda robinhoodezca). La mayor parte de sus víctimas fueron pequeños comercios y gasolineras. Sus botines eran magros, apenas les permitía subsistir. Clyde mató por pocos dólares.

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En marzo de 1933, Buck, el hermano de Clyde, se unió a la banda. De entonces datan las fotos que muestran a Bonnie manipulando un arma y crean la sospecha que ella participaba activamente de los robos y asesinatos, a pesar que la familia lo niegue hasta la fecha.

Pocos días después de la llegada de Buck, sufrieron un accidente mientras Clyde conducía. Probablemente se quedó dormido. Bonnie sufrió una quemadura en una pierna que obligó a la banda a detener su raid delictivo. A tal fin, alquilaron unas cabañas en Platte City, Misouri. La policía fue alertada sobre su presencia y el sheriff Holt Coffey organizó una redada. La banda estaba advertida sobre la llegada de la policía y se parapetaron en una habitación. Contaban con ametralladoras para repeler el ataque, y a balazos pudieron escapar, aunque Buck y su novia Blanche fueron heridos durante el feroz tiroteo. Pocos días más tarde, ambos fueron capturados. Buck murió de neumonía días más tarde, y Blanche pasó años en prisión, pero luego rehízo su vida (y fue quien asesoró a Warren Beatty para hacer la más famosa de las versiones cinematográficas sobre Bonnie y Clyde).

Para rehacer la banda decidieron asistir en el escape de un amigo de Clyde encarcelado en Unidad Eastern. Raymond Hamilton purgaba una condena de 263 años. Durante el escape mataron a un guardia. El Estado de Texas no estaba dispuesto a dejar impune semejante afrenta, y encomendaron al capitán Frank Hamer, un ex Texas Ranger, la captura de los malhechores.

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Clyde incorporó a la banda a otro ex presidiario llamado Henry Methvin, el Judas de esta historia. Juntos asesinaron a dos policías, circunstancia que aumentó la presión del gobierno para capturarlos y cambió la impresión de la sociedad sobre los románticos bandidos. Una cosa era robar bancos, y otra muy distinta asesinar policías.

Hamer, un conocido caza recompensas, siguió el derrotero de la banda, arregló un encuentro con los padres de Methvin con la esperanza de conseguir su ayuda. De forma poco ortodoxa, Hamer secuestró al padre de Methvin y lo convenció de coordinar una reunión con su hijo. A éste le ofrecieron no presentar cargos por la muerte de los dos policías (aunque los testimonios señalan que fue él quien disparó). Methvin accedió y con su ayuda prepararon una emboscada. Al parecer, Hamer nunca tuvo la idea de capturar a Bonnie ni a Clyde. Su intención, desde el principio, fue matarlos. El 21 de mayo 1934, en Bienville, Luisiana, cuatro oficiales de Texas y dos de Luisiana dispararon 168 balas contra el Ford B V8 conducido por Clyde. No hubo voz de alto ni intención de darles una oportunidad de entregarse.

Fueron acribillados. Cada cuerpo tenía por lo menos 50 impactos.

Bonnie and Clyde

 

 

 

 

 

 

 

Al ser difundida la muerte de los jóvenes, se desató una carrera para obtener “souvenirs” de los famosos bandidos. Hasta el mismo Hamer retuvo pertenencias de Barrow y Parker, que vendió años más tarde, como recuerdo de los célebres asaltantes. Un hombre que se acercó al cuerpo de Clyde, e intentó cortarle un dedo. Al momento de morir Bonnie llevaba su anillo de compromiso, que pertenecía a su anterior matrimonio. Curiosamente, ambos cobraron su seguro de vida, circunstancia que hizo cambiar la norma de cobranza de primas en U.S.A.

La familia Parker impidió que fueran enterrados juntos.

El sepelio de Bonnie fue multitudinario, veinte mil personas asistieron al funeral. Sobre su tumba grabaron un poema que había escrito.

“Este viejo mundo es más brillante por gente como tú.

En la lápida de Clyde se lee:

“Me fui, pero no seré olvidado”.

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